Con pasión y amor a las materias explicabas tu latín y tu griego, tu literatura y filosofía, tu francés. Durante muchos años diste 16 horas diarias de clase.
El cabello, corto y con brillantina. Siempre peinado a raya y hacia atrás. Alto y guapo. Traje y corbata a diario. Los zapatos, lustrosos. Ibas hecho un clásico. Con todo el mundo educado y cordial, especialmente con el sexo femenino. Nos enseñaste que se debe saber tratar a todo tipo de personas y que no se las mide por lo que tienen o por lo que son, sino por como son.
No lo tuviste nada fácil. A los 11 años perdiste a tu madre y a los 19 a tu padre.
En ocasiones, sobre todo al final, fuiste el abuelo cariñoso y entrañable. Muchas más veces fuiste riguroso y exigente pero siempre supe que esa disciplina tan dura era fruto de un inmenso amor.
Desde muy pequeño me encantó preguntarte cosas, hablar contigo: de cuando eras niño, de cuando fuiste a la guerra y no pegaste ni un tiro, de cuando estudiaste en Salamanca con Unamuno (Don Miguel siempre para ti).
Ya acostados mis hermanos y yo nos contabas capítulos del Quijote de una forma amena y divertida. Nos contabas como Núñez de Balboa descubrió el océano Pacífico o las hazañas de Pizarro y a mí me entraban ganas de ser uno de los trece soldados que cruzaron la raya que hizo en el suelo con su espada.
Con 9 años aprendí los verbos contigo. Las formas simples y compuestas. El modo indicativo y el subjuntivo. Aún recuerdo, después de recitar el pretérito anterior, aquella pregunta "¿y cómo se escribe ese hube? Con h y con b, abuelo".
Inculcaste a las personas próximas a ti la importancia de expresarse y de escribir correctamente. Nos incitabas a considerar el diccionario una herramienta imprescindible. Nos descubriste la aventura inigualable que vives cuando abres una buena novela. El gusto por el teatro, por la fiesta de los toros. Por todo lo que tuviera un aroma español.
Tenías grabado a fuego el amor por el trabajo bien hecho y tu devoción a la Virgen. Así nos lo intentaste transmitir.
Aún hoy recuerdo frases tuyas como "la calle Nueva siempre es la 2ª más antigua del pueblo".
Fuiste un hombre con victorias y derrotas, con virtudes y defectos, con heroicidades y contradicciones. Gozaste y sufriste la vida intensamente. Amaste mucho y es que fuiste profundamente humano. Es amor lo que sentiste por tu profesión. Es amor lo que sentiste por tus alumnos. Es amor lo que sentiste por tu mujer, tus hijos y tus nietos. Y es amor el que tu mayor empeño fuera esparcir tus conocimientos por miles de jóvenes y adolescentes. Pasaste por la vida y dejaste poso.
21 años ya que faltas y cuanto me acuerdo de ti. Y cuanto hablo de ti. Aún te veo con tu chato de vino y tu cigarrillo negro. "Si ya no fumo Dr. Pinilla, lo llevo para repartir tabaco entre los amigos", le decías al médico.
Que muchas gracias D. José. Y, abuelo, que te quiero mucho.
Juan Pablo García