Nuestro hogar refleja una manera de pensar, una manera de ver las cosas, en definitiva, una manera de vivir. La forma de transmitir estos sentimientos es la decoración. Hoy vamos a hablar de uno de los estilos más versátiles del panorama actual: el minimalismo.
La afirmación sobre la que se basa el estilo minimalista es clave: menos es más. Retro o moderno depende de nosotros, pero el firme objetivo es crear un ambiente de equilibrio y armonía con el mínimo mobiliario posible. La belleza en su mínima expresión cobra vida aderezada con sencillez y serenidad sin caer en la sobriedad.
Originario de la década posterior a la Segunda Guerra Mundial, podemos definir este arte decorativo como anti-barroco. Los espacios recargados con accesorios decorativos y ornamentación son los mayores enemigos del minimalismo, que prioriza el conjunto sobre las partes que lo forman. El espacio es el dominante.
Líneas puras, mobiliario geométrico básico y colores neutros que nos transmitan energía, tranquilidad y fuerza. Todo esto acompañado de grandes ventanales que proporcionen una fuerte iluminación serán las directrices a seguir.
Los materiales y tejidos de nuestro mobiliario deben ser escogidos con rigurosa atención. Caer en la simplicidad no es lo que pretende este estilo. Los estampados no tendrán lugar pero podremos jugar con las texturas y los diferentes materiales, como vidrio o cemento pulido. Una cierta armonía será precisa en la selección cromática. Colores vivos marcarán el punto de modernidad, aunque son el blanco y el negro las gamas por excelencia. Muebles, suelos, techos y paredes seguirán un mismo patrón monocromático mientras que serán los selectos accesorios decorativos los que marcarán el contraste con tonos totalmente distintos. Una alfombra o unos cojines podrían ser los encargados de atraer la atención del color en nuestra casa.
Las paredes son las que más protagonismo tienen en un hogar, con lo que en el estilo minimalista deberemos prestarles especial atención. Su función será la de marcar las directrices de cómo será el resto de la decoración. La única regla es que no se cubran de cuadros que produzcan jaqueca visual. Paredes lisas con colores crudos, acompañadas de algún póster o cuadro que proporcione color a la sala o atraiga la atención hacia un punto en el que no hemos puesto mobiliario. El último grito en paredes se trata del dibujo de siluetas, formas, incluso palabras y frases. Combinar la pintura y la imagen con alguna pared de ladrillos, por ejemplo, dará el toque chic a nuestro salón o habitación.
Ya hemos hablado de la forma, del color y de las texturas pero, ¿cómo ordenar estas ideas que empezamos a asimilar? Ya sabemos qué vamos a utilizar para decorar nuestra casa, pero ¿cómo disponemos nuestro póster de los obreros sentados en una viga durante las construcción del Rockefeller Center?, ¿puedo colocar un cuadro similar en la misma sala? ¿Es preciso una gran mesa para el salón? La respuesta a todas tus preguntas es una: simetría y armonía. Colocar todos nuestros elementos decorativos y mobiliario será clave ser fieles al minimalismo. Evitar la redundancia visual y repetición puede ser una pista de dónde situar un cuadro, por ejemplo. Un sofá con una mesa de café, un par de sillas y una gran lámpara pueden ser más que suficientes para decorar una sala. Y como colofón, una planta sobria sin motivos florales muy excesivos, puede ser el accesorio ideal para dar vida a un espacio.
Frente a los estilos recagados de los 80, el estilo minimalista nos despoja de los objetos innecesarios para aportar bienestar y paz a nuestras vidas. Un estilo que nos invitará a sumergirnos en la serenidad a través de ambientes apacibles y sosegados.