Hacer buenas fotografías es más complicado de lo que mucha gente cree, conseguir que nuestras fotografías mejoren es, por el contrario, bastante sencillo en muchas ocasiones: con unas pocas ideas básicas podemos lograr que los álbumes de nuestras vacaciones dejen de ser una tortura para nuestros amigos y pasen a ser un motivo de orgullo para usted.
Como en cualquier otro tema (una receta de cocina, una melodía o un texto) los elementos de una fotografía no pueden ubicarse en ella de cualquier manera, hay ciertas normas para componer la imagen que, de cumplirse, mejoran su armonía y la hacen más agradable visualmente, es decir, mejor. Una de estas normas básicas, en mi opinión una de las más importantes, es la de los tercios.
Trataré de explicarla de la manera más sencilla y comprensible: habitualmente tendemos a componer nuestras fotografías de una forma simétrica, es decir, partiendo en dos el espacio total de la imagen. Esto quiere decir que si hacemos un paisaje la línea del horizonte estará justo en la mitad de la foto o si hacemos un retrato el sujeto ocupará justo el centro de la fotografía.
Pues bien, eso es un error.
La división correcta que tenemos que hacer del espacio en el que "pintamos" nuestra fotografía es en tres tercios, tanto vertical como horizontalmente. Esto nos daría una cuadrícula parecida a esta:
Esos cuatro puntos en los que las líneas divisorias se cruzan son los mejores lugares para colocar el centro de interés de nuestra imagen. Y en el caso de los paisajes es FUNDAMENTAL que la línea del horizonte se acerque a una de las dos rayas horizontales: la inferior si lo que queremos mostrar es una buena porción de cielo y la superior si lo que nos interesa es lo terreno.
Veamos dos fotografías muy parecidas (de hecho, son la misma, la segunda recortada de forma diferente):
Probablemente, aunque el motivo es el mismo y los colores son los mismos y todo es muy similar la primera les parecerá más bonita y más armónica, aunque no sepan bien la razón. Si las analizamos teniendo en cuenta la regla de los tercios vemos que en la primera, la línea del horizonte se corresponde prácticamente al pixel con el primer tercio de la imagen:
Mientras, en la segunda la línea del horizonte se acerca al centro y, como consecuencia, el conjunto de la imagen pierde interés:
Veamos otro ejemplo: esta fotografía tomada en el interior de Santa Sofía resulta interesante (al menos a mí me lo resulta, que sobre gustos... :-) sin que sepamos muy bien la razón, ya que no es una visión habitual del hermoso edificio ni siquiera nos habla claramente su belleza (sí transmite, y ahí radica parte de su interés, lo que podríamos definir como "un ambiente"):
Cuando vemos la imagen con la cuadrícula sobreimpresa nos percatamos de que sus distintos elementos (la pared de la izquierda, los arcos superiores, el suelo) se acercan bastante a las líneas y que incluso el elemento principal, la turista que lee su guía de viajes, está junto a uno de los puntos de intersección:
De esa armonía nace la belleza de la imagen
Como todas las del mundo del arte, esta norma se puede romper, pero para hacerlo tenemos que saber que lo estamos haciendo y tener alguna buena razón. Por otra parte, como han visto en la foto de la turista tampoco es preciso que las líneas coincidan al pixel, sólo con aproximarnos a ellas logramos resultados armoniosos.