La historia forma parte de muchos de nuestros viajes, un porcentaje muy alto de los monumentos, edificios y ciudades que visitamos tienen la raíz de su interés en que han llegado a nosotros desde un tiempo ya muy lejano, en que son históricos.
Sin embargo, a pesar de la emoción histórica que podemos sentir en destinos como Roma o Egipto, en muy pocas ocasiones se nos da la oportunidad de realizar un viaje no a un lugar con un pasado que recordar o con bellezas de hace cientos o miles de años, sino a la historia misma.
La cosa tiene pinta de ser de lo más realista, y el escenario elegido para desarrollar el “show” parece inmejorable: un bunker antinuclear de la era soviética construido en los años ochenta. Durante dos horas los visitantes son tratados como auténticos ciudadanos de la URSS, es decir: sin libertad, sin derechos, recibiendo órdenes y, tal y cómo nos avisa su propia página web, en caso de desobederlas “se pueden recibir castigos psicológicos y físicos”.
Según la web de 1984, el Channel Five de la tv inglesa lo calificó como “la más extraña atracción turística de Europa”. Probablemente lo sea, pero también debe ser una de las más lectivas, más aún: para mucha gente que todavía cree en la bondad de ciertos tipos de totalitarismo debería ser obligatoria.
Viajes para aprender, aunque duela
Y es que soy de los que creen que los viajes son, entre otras muchas cosas, oportunidades excelentes para aprender. Pero muchas de las cosas que es necesario o conveniente saber en esta vida no son agradables, ni tan siquiera bellas o simplemente llamativas: las hay desagradables y terribles, pero esas son, quizá, las que es más necesario aprender.
Por ejemplo, uno de los sitios a los que iré en algún momento de mi vida es a Auschwitz, y no estaría de más poder visitar de una forma similar Kolyma. Eso sí, no estoy seguro de que en ninguno de los dos sitios estuviese dispuesto a una experiencia tan “realista” como la que nos propone 1984, pero tampoco creo que fuese necesaria.