Tres ciudades clave en la caída del Muro de Berlín y cómo han cambiado a mejor desde entonces
Plauen, Leipzig y Berlín: tres etapas de una ruta ideal para recordar la caída del Muro de Berlín y el cambio que ha supuesto el fin del comunismo.
Hace 30 años ya que vivimos uno de los acontecimientos más importantes en la segunda mitad del siglo XX y, además, uno de los más felices: de una forma inesperada y con una rapidez sorprendente se derrumbaron los regímenes comunistas que sojuzgaban a media Europa, cayó el Telón de Acero y, en su momento más simbólico, se echó abajo el Muro de Berlín tras unas protestas que se han dado en llamar la Revolución Pacífica.
Por razones obvias, probablemente Alemania sea el sitio en el que podemos acercarnos más y mejor a ese momento histórico -quizá también en sitios como Gdansk, pero no lo conozco- y, sobre todo, en el que mejor se pueda admirar el cambio que han supuesto estos 30 años.
Plauen, aquí empezó todo
La ruta puede iniciarse en Plauen, una pequeña ciudad de algo menos de 70.000 habitantes en Sajonia, muy cerca de la frontera con Baviera que allá por 1989 era la línea que separaba la democrática RFA de la comunista RDA.
Aunque poca gente lo sabe, en Plauen tuvo lugar la primera gran manifestación masiva de la RDA, convocada el 7 de octubre de 1989 por un hombre con una máquina de escribir, en lo que es una de las historias más simbólicas y hermosas de la caída del comunismo.
Sucia y deprimida entonces -las ciudades fronterizas eran las peor tratadas por el sistema en la Alemania comunista- , hoy en día es una ciudad bonita, muy tranquila y agradable, con algunos edificios de un curioso estilo art déco y unos viejos cuarteles de ladrillo convertidos en una preciosa zona residencial.
Leipzig: de Bach a la Revolución Pacífica
Dos días después de lo ocurrido en Plauen, la reunión que se celebraba todos los lunes en la iglesia de San Nicolás de Leipzig -en la que, por cierto, se estrenaron obras de Bach como La Pasión según San Juan, nada más y nada menos- se convirtió en una marea de decenas de miles de personas que llenó el centro de la ciudad y tras la cual la Revolución Pacífica fue imparable en todo el país.
Hoy en día ese centro no tiene el mismo aspecto descuidado y gris: la iglesia de San Nicolás pervive, pero está rodeada de calles llenas de tiendas y restaurantes. La Universidad Karl Marx que ocupaba uno de los rincones de la fastuosa Augustusplatz es ahora un extraño edificio de cristal que nos recuerda a una iglesia y muchas de las cosas que ya estaban han mejorado bastante: como la Estación Central, también a dos pasos de San Nicolás.
Leipzig es uno de los mejores ejemplos del cambio que ha dado lo que era la RDA: hoy en día es una ciudad próspera y hasta se ha librado de la contaminación e incluso ha logrado darle la vuelta de una forma increíble a su pasado minero e industrial: algunas de las antiguas minas de carbón a cielo abierto al sur de la ciudad son ahora enormes y bellísimos lagos a los que se llega incluso en autobús desde el centro y que son ahora una zona preciosa de naturaleza, actividades acuáticas y esparcimiento.
Berlín: de la división a símbolo de la reunificación
Por último, por supuesto, nuestro viaje no puede dejar de pasar por Berlín, una de esas ciudades inacabables en las que se podrían pasar semanas. Prácticamente en cualquier esquina podemos ser testigos del enorme cambio que ha dado la capital alemana en tres décadas, sin lugar a dudas el mayor proyecto de transformación urbana de Europa y en el resto del mundo sólo comparable a los de las grandes urbes chinas o las capitales del Golfo.
Aunque el recuerdo del Muro de Berlín está en muchas partes de la ciudad -una doble fila de adoquines marca en el suelo su ubicación exacta allí por donde pasaba- hay algunos puntos que son de paso obligado, como la Puerta de Brandeburgo, en la que se vivieron las grandes imágenes de felicidad de la caída, aquel 9 de noviembre de 1989.
Hoy ha desaparecido casi cualquier rastro de la ignominiosa pared en esa zona -excepto las dos filas de adoquines- y los berlineses pasean a un lado y otro de la puerta con un deleite especial: van y vienen del Tiergarten a Unter der Linden y yo diría que aún son conscientes de que algo hoy tan sencillo podía costarte la vida tres décadas atrás.
Algo parecido se siente en la famosa Alexanderplatz, simbólico lugar de grandes manifestaciones durtante la Revolución Pacífica y que hoy en día no atiende a otra manifestación que la de grupos de jovencitas que bailan coreografías tratando de ser muy sexys a los pies de la vieja torre de televisión.
Tocando el Muro de Berlín
Si lo que queremos es tocar lo que era el auténtico y verdadero Muro de Berlín aún es posible hacerlo en su ubicación original en un par de sitios: la mayor sección aún en pie se encuentra junto a Topografía del Terror, un museo ubicado donde estaba la Oficina Central de Seguridad del Reich, o para que me entiendan mejor, la sede de las SS y la Gestapo.
La East Art Gallery nos ofrece una visión diferente: se trata de un tramo en el que no sólo se ha conservado la vieja pared de hormigón sino que artistas de todo el mundo pintan murales en una exposición que va cambiando poco a poco. Supongo que relacionada con los casi 30 años de vida del Muro la ciudad mantiene una curiosa tradición por pintar las paredes que aquí se expresa de una forma más ordenada.
Viajar en el tiempo a Berlín Este
Otro de los lugares emblemáticos que se ha mantenido en pie es el famoso Checkpoint Charlie, uno de los pasos que se abrían de uno a otro lado del Muro de Berlín y en el que los turistas se arremolinan alrededor de la pequeña caseta en la que todavía se conservan los sacos terrenos.
Muy cerca está un lugar muy conocido pero que les recomiendo: Time Ride Berlin, un experiencia de realidad virtual que les hará visitar el viejo Berlín Este. Sin concesiones a la nostalgia, un personaje inventado pero elaborado a partir de testimonios reales y del trabajo de historiadores les guiará en una interesantísima ruta por lo que era una ciudad sucia y deprimida que, afortunadamente, sólo se puede visitar con ese artificio virtual y ya prácticamente no tiene que ver con el Berlín de hoy en día.