San Sebastián y su bellísima playa de la Concha: una joya del norte de España
San Sebastián tiene la bellísima playa de La Concha, el puerto, las calles de la Parte Vieja, el Peine del Viento... y no necesita mucho más.
He estado varias veces en San Sebastián y la ciudad siempre me ha transmitido una sensación de agradable inmutabilidad: aún a pesar de que sé positivamente que esto no es cierto, uno va y vuelve años después y la capital de Guipúzcoa parece no haber cambiado en nada.
Es como si se hubiese esforzado en respetar mi recuerdo de ella y eso es algo que me gusta, la verdad, y que a mis 46 años cada vez es más infrecuente.
Una playa bellísima
Como les decía, sé positivamente que esto no es cierto, pero sí tiene algo de verdad: la bellísima playa de La Concha sigue tal y como la conocí, tres décadas atrás, con su valla blanca de hierro, sus farolas también blancas y el telón de fondo del monte Urgull, el Igueldo y la isla de Santa Clara.
Pasearse por ella en un día de primavera es un placer sin fisuras: la gente viene y va por el paseo marítimo y por la arena, que como estamos en marea baja se extiende hasta muchos metros más allá. El sol llena el mar y la propia playa de matices de colores, la suave brisa hace que la temperatura sea perfecta.
La bahía sobre la que ha crecido San Sebastián es de las más hermosas de España, pero a mí casi me llama más la atención lo agradable que resulta, sus dimensiones se diría que perfectas para el ser humano: tiene una belleza que se cubre rápidamente con la mirada y que se alcanza en un plazo más que razonable a pie.
Un hito de la arquitectura española
El puerto está en un extremo de la playa, un poco más allá de las famosas farolas blancas de ocho brazos y del precioso edificio del Ayuntamiento, que desvela sin quererlo un origen -fue construido para albergar un casino- muy diferente a la función burocrática y municipal que desempeña hoy en día.
Junto al puerto está el que quizá sea el edificio más bonito de la ciudad, aunque es bastante más modesto que otros: el Club Náutico, una joya de la arquitectura española de los años 20, que debió de ser uno de los proyectos arquitectónicos más vanguardistas de la Europa de su tiempo y que en menos de una década cumplirá 100 años sin perder ni un ápice de su gracia y de su modesta elegancia de barco varado.
Un paseo por el puerto
Como pasa con la buena arquitectura, a pesar de su estilo completamente diferente el Club Náutico convive perfectamente con el propio Ayuntamiento o con las casas más modestas y tradicionales del puerto. El malecón nos ofrece un espacio perfecto para prolongar el paseo y ver las barcas y las pequeñas casas que se agarran a la falda del Monte Urgull.
Del otro lado, el camino se prolonga, pasa junto al bonito edificio del Acuario y sigue hasta salir más allá de la bahía, alejándonos de la fachada marítima de una forma que casi parece que estemos empezando a navegar. Es, sin duda, uno de los paseos más bonitos que se puede hacer en España.
La Parte Vieja: unas pocas calles rectas
Junto al puerto y por una pequeña puerta se puede acceder a la Parte Vieja de San Sebastián, una zona de calles estrechas, tranquilas y sin otro tráfico que el los grupos de turistas. Fruto de la reconstrucción tras el incendio de 1813, quizá el último desastre de la Guerra de Independencia, la Parte Vieja es un conjunto extrañamente ordenado de calles rectas, que crean una sensación muy peculiar y que he visto en pocos sitios de España.
Entre ellas y casi como agazapada está la Basílica de Santa María, con su impresionante fachada barroca que casi no cabe entre las callejas que la contienen y que crea un efecto muy hermoso de contraste con la rectitud de lo que la rodea.
Un poco más allá está la Plaza de la Constitución, también hermosa y de un estilo neoclásico ordenado y recto que la hace una de las plazas mayores más bonitas que he visto en España, y miren que a ese tema le he dedicado tiempo.
La playa de Ondarreta y el Kursaal
Al otro lado de la Parte Vieja hay otra playa, la de Zurriola, también muy bonita y quizá algo más tranquila y bohemia, por decirlo así. Junto a la arena están las dos grandes moles del Kursaal, el centro de convenciones y auditorio diseñado por Rafael Moneo y que ha sido uno de los grandes cambios de San Sebastián en las últimas décadas.
Como pasa tantas veces con la arquitectura moderna, el Kursaal fue -y supongo que es- una obra polémica. A mí me parece bellísimo, especialmente iluminado por la noche, pero también durante el día, con esa presencia poderosa que se diría que está retando al mar.
El Peine del Viento
De alguna forma creo que el Kursaal emparenta con otra obra que reta al mar justo en el lado opuesto de la San Sebastián: el Peine del Viento: tres figuras de Eduardo Chillida sujetas a unas rocas en el extremo de la bahía que reciben el embate constante de las olas del Cantábrico.
No sé explicarles por qué el metal oxidado del Peine del Viento me gusta tanto, pero siempre me ha encantado y cada vez que me acerco a ese paseo en el que parece acabarse San Sebastián me producen la misma emoción: siento que hay algo verdadero en esas esculturas de hierro tosco y significado ininteligible.
Muy cerca del Peine del Viento está otro de los sitios imprescindibles de la ciudad: el Funicular del Monte Igueldo, con sus preciosos vagones rojos de madera y su trayecto lento y al mismo tiempo emocionante.
En la parte alta de la montaña un decadente y encantador parque de atracciones nos vuelve a transmitir esa sensación de ciudad en la que nada o casi nada cambia. Desde allí las vistas de San Sebastián y la bellísima playa de La Concha son espectaculares: probablemente es el lugar ideal para despedirse de la ciudad… y pedirle que siga sin cambiar, al menos hasta nuestra próxima visita.