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Rincones (casi) secretos de Madrid: la iglesia de los PP. Dominicos

Madrid no es lugar de iglesias, la historia de la Villa y Corte, poco más que un villorrio hasta muy tarde, hace que no tengamos una hermosa catedral gótica como muchas ciudades de Castilla y, aunque hay algunas pocas iglesias curiosas por el centro, ninguna es especialmente bella. Y aún lo es menos la Almudena, un engendro catedralicio construido e inaugurado a deshora y que, desde el punto de vista estético, para lo único que sirve es para arruinar uno de los solares más valiosos de la capital y entorpecer una de sus vistas más hermosas.

No sé si todo esto lo tendría Miguel Fisac en la cabeza cuando se puso a diseñar la iglesia de los Padres Dominicos, en lo que entonces eran los alrededores de la ciudad (algo más lejos que las afueras), pero uno diría que sí y que trataba de ponerle cierto remedio. Creo que lo consiguió, al menos desde entonces Madrid tiene una iglesia excepcionalmente bella.

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Sin embargo, supongo que por su situación fuera de las zonas que habitualmente se visitan y lejísimos de las áreas turísticas, muy pocos madrileños conocen esta iglesia, quizá la más bella de Madrid, a pesar de que muy pocos habrán dejado de ver en alguna ocasión su llamativo campanario, justo al borde de una de las principales carreteras de salida de la ciudad.

Entrando en materia, se trata de una iglesia y todo un complejo con distintas dependencias que el famoso arquitecto Miguel Fisac diseñó para la congregación de los Padres Dominicos a mediados de los años 50. En todo él se puede apreciar la arquitectura racionalista y bella de Fisac, depurada al máximo en algunos detalles como una escalera que parece volar sobre el jardín.

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El templo es, sin duda, lo más espectacular del conjunto, aunque su aspecto exterior es discreto y funcional, modesto y diríase que casi escondiendo lo que encontraremos en el interior. El único detalle que destaca es el alto campanario blanco coronado por lo que en la lejanía se ve como una maraña de cables. Pero en cuanto entramos dentro de la iglesia esa impresión de modestia desaparece y nos encontramos ante un templo de un tamaño imponente, casi grandioso y, sobre todo, con una forma muy original que le da unas perspectivas llamativas y muy eficaces.

Sólo tiene una nave con forma de diávolo en cuya parte central se encuentra el altar, que divide la iglesia en dos espacios muy diferenciados: de un lado el lugar donde se sientan los fieles y del otro un gran coro. Tras éste el templo “se cierra” con una enorme vidriera en un estilo muy moderno para los 50 y que todavía hoy nos resulta actual.

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Sobre el altar se abre un lucernario que deja pasar una luz cálida que baña en primer lugar a un Cristo que cuelga desde el techo por unos cables y que parece flotar en mitad de la iglesia, el efecto es sorprendente y, personalmente, me parece bellísimo.

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Como es lógico, gracias al gran lucernario y a su situación “estratégica” según va pasando el día y según se encuentre el sol la iluminación dentro de la iglesia va cambiando sutilmente, siempre dentro de un tono cálido que se va apagando al alejarnos del altar para dejar buena parte del templo en una semipenumbra muy adecuada para la reflexión y la oración.

Otro aspecto que me parece muy llamativo y que refleja sin duda la genialidad del arquitecto es la mezcla de materiales que encontramos dentro de la iglesia: las pareces son de un espartano ladrillo visto (¡en el interior!); el techo está cubierto por unas maderas que aportan un toque de calidez; y además tenemos cemento visto, vidrio… Todo conviviendo en una prodigiosa armonía.

En definitiva, una importante obra arquitectónica, en un estilo que quizá no estemos muy acostumbrados a disfrutar pero que estoy seguro que cualquier persona mínimamente interesada por la arquitectura y el arte sabrá apreciar.

Y SI QUIEREN MÁS INFORMACIÓN

Página de la Fundación Fisac.
Miguel Fisac en la Wikipedia.
Obituario en El Mundo.
Mis fotos de la Iglesia de los Dominicos.

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