¿Cómo gestionas haber sido la ciudad fetiche del Partido Nazi? ¿Cómo le dices a tus hipotéticos visitantes que "aquí Hitler y sus amigos hacían sus grandes fiestas y encuentros"? No parecía una tarea fácil para Núremberg que, sin embargo, la ciudad bávara parece haber resuelto con brillantez.
También es cierto que había buen material para acometer la tarea: la ciudad tiene un centro histórico bellísimo por el que es una auténtica gozada pasear y acontecimientos con un innegable y blanco encanto, como el Mercado de Navidad que pude conocer este año y que les aseguro que es una delicia.
Como también lo es, aunque obviamente de una forma muy distinta, la experiencia que el viajero interesado en la historia del siglo XX podrá extraer de la ciudad alemana, que ofrece la posibilidad de la que es, quizás, la mejor aproximación al nazismo como fenómeno y como tragedia que yo he conocido.
Y lo es por varias razones: la primera porque se hace desde varios aspectos muy diferentes pero complementarios; la segunda por la calidad de los contenidos que se muestran; y la tercera, por supuesto, porque ningún sitio mejor para entender la historia que el lugar en el que ocurrió, y eso no te lo puede dar ninguna puesta en escena museística.
Hitler puso en marcha todo un programa de construcción en Núremberg para crear un gigantesco espacio destinado a esos impresionantes actos de masas del partido que todos hemos visto en las viejas imágenes de Leni Riefenstahl.
La joya de la corona era un descomunal palacio de congresos con capacidad para 50.000 personas que, como prácticamente todo lo demás, no se pudo acabar porque empezó la II Guerra Mundial, pero que quedó en un estado bastante avanzado. En una de sus alas se ha instalado el Dokumentationszentrum Reichsparteitagsgelände que, si traducimos ese impactante nombre germano al español sería algo así como el Centro de Documentación sobre los espacios de las concentraciones del Partido Nazi.
Se trata de una exposición detalladísima –reserven no menos de dos horas si quieren verla con cierto detenimiento- de lo que fue el Partido Nazi, de las condiciones sociales, políticas y económicas que propiciaron su ascenso, de sus líderes y, por supuesto, de sus crímenes.
Me interesó esa visión global que trataba el asunto desde tantos puntos de vista, incluidos por ejemplo los grandes proyectos arquitectónicos, su significado simbólico y su uso político.
Como les digo, una de las visiones más amplias y completas –y lectivas- que he visto nunca sobre el nazismo y, desde luego, analizado con una contundencia que se hace aún más impactante cada vez que uno recuerda que no está en cualquier lugar, sino en uno de los grandes espacios simbólicos que ese régimen criminal estaba erigiendo.
Nuestra siguiente parada será en el Zeppelinfeld -el campo de los Zeppelin- llamado así porque era donde aterrizaban los grandes dirigibles. Fue una de las pocas obras de la zona que se terminó y era el espacio de los grandes discursos y las grandes demostraciones.
Hoy, confundido en el paisaje en su mayor parte y con la recta de un circuito en medio, aún sobrevive la tribuna que fue primero un símbolo del nazismo en la propaganda hitleriana y después un símbolo de su caída con el vídeo de cómo fue demolida la gran cruz gamada que presidía la tribuna, una de las imágenes icónicas de la II Guerra Mundial.
El paso del tiempo ha sido duro con el Zeppelinfeld pero el viajero aún puede pasear por su grada principal y, sobre todo, asomarse al espacio desde la tribuna en la que el mismo Hitler contemplaba los actos. Estar en el mismo lugar en el que estuvo uno de los mayores criminales de la historia y pisar el mismo suelo que pisaron sus botas militares es una sensación extraña pero que, sin duda, te conecta con el pasado como pocos lugares en los que he estado.
Nuestro periplo por el apasionante pasado nazi de Núremberg debe terminar donde acabó todo: en el Palacio de Justicia en el que se celebraron los que son, probablemente, los juicios más famosos de la historia.
Siempre pensé que se eligió la ciudad precisamente por su vínculo simbólico con el partido nazi. La realidad es más prosaica: el Palacio de Justicia era uno de los pocos en pie de Alemania y el único que, además, tenía justo al lado una cárcel, es decir: cumplía los requisitos prácticos necesarios para la ocasión.
La Sala 600 fue el lugar en el que se celebraron los juicios y hoy se conserva en un estado muy similar al que tenía en aquel momento. Aún se usa como sala del tribunal, pero es posible visitarla si no se está celebrando una vista.
De nuevo, la sensación de estar en un lugar histórico es abrumadora. Unos pequeños monitores reproducen escenas del juicio cuyo sonido escuchamos en nuestra audioguía, así que podemos estar allí escuchando el testimonio de Hermann Göring. Quizá es lo más cerca que estarán en su vida de un monstruo.
Aunque la sala 600 es realmente impactante, no se ha querido dejar todo a la experiencia más o menos sentimental del lugar: en la última planta del edificio encontramos el Memorium Nuremberg Trials, un nuevo centro de interpretación con muchísima información para que el visitante pueda entender lo que fueron y lo que han significado los Juicios de Núremberg, además de algún objeto tan importante y simbólico como el auténtico banquillo de los acusados en el que se sentaron los jerarcas nazis más importantes que sobrevivieron a la guerra.
La experiencia conjunta es, como ven, realmente interesante y lectiva, aunque como es lógico no es fácil sino más bien dura. Así ue no olviden que además de esta página tan apasionante como oscura la ciudad nos ofrece mucho más, aunque de eso ya hablaremos otro día.