En algunos casos una fachada elegante pero austera hace que ni imaginemos las bellezas que puede encerrar un edificio en el casco histórico de Madrid; en otras ocasiones la elevada valla de una institución oficial o de un organismo privado nos hacen pensar que nunca podremos conocer ese hermoso palacete, pero lo cierto es que hay oportunidades para hacerlo, especialmente durante estos meses de mayo, junio y julio, gracias a un programa que desarrolla la Comunidad de Madrid llamado, con bastante tino, Bienvenidos a Palacio.
Sedes de empresas, organismos oficiales, embajadas… que normalmente están cerradas al público o son difícilmente accesibles abren sus puertas para disfrute –y sobre todo sorpresa- de los madrileños.
He aprovechado la oportunidad para conocer tres de esos palacios: dos de ellos han sido cumplir uno de esos sueños que siempre se quedaban en una puerta aparentemente infranqueable o una alta valla; el tercero, descubrir un tesoro en el que ni tan siquiera había reparado. Empezaremos por ahí.
En una calle paralela a Atocha y tras una fachada hermosa pero bastante discreta, está el Palacio de Fernán Núñez, en un edificio del finales del siglo XVIII pero que debe su aspecto actual a una intensa reforma de mediados del XIX.
Desde luego, desde ese exterior es difícil imaginar tanto las dimensiones como la riqueza de un interior que parece una recreación del palacio romántico por excelencia: los salones son enormes; la decoración es abrumadoramente rica, pero de extraordinario buen gusto; y además el estado de conservación de buena parte del conjunto es excepcional.
El palacio es hoy sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles –fue la sede de la propia RENFE durante unos años tras la guerra- y además de cumplir con funciones relacionadas con las actividades de la fundación sirve de escenario habitual a rodajes de películas, series, anuncios…
Lo cierto es que por sus salones parece que todavía se paseen las condesas y los duques o incluso los reyes, que visitaban las fiestas del Palacio de Fernán Núñez cuando, a finales del XIX y principios del XX, era uno de los puntos obligatorios de paso de las fiestas de la nobleza madrileña.
Una sensación especialmente vívida en el Salón de los Espejos, el impresionante salón de baile que es la estancia más espectacular del palacio, con su exquisita y recargadísima decoración, su tribuna para unos pocos músicos y ese ambiente de lujo inaudito
Toda una vida llevo –y se lo digo en serio- viendo el bellísimo edificio de la embajada de Italia en Madrid por encima de la alta valla que lo rodea y pensando lo hermoso que debe ser por dentro. Y lo es, ahora puedo decírselo: hermoso, grandioso y ricamente decorado.
En su origen fue otro de los grandes palacios de la nobleza madrileña, construido por los marqueses de Amboage durante la I Guerra Mundial en lo que entonces eran las afueras de un Madrid que se estaba expandiendo con el ensanche planificado por el Marqués de Salamanca.
La embajada no es sólo un edificio impresionante, sino que en su interior guarda no pocos tesoros artísticos: un retrato de un Dux veneciano atribuido a Tintoretto, una mesa de billar impresionantes incrustaciones de maderas nobles, relojes antiguos y también obras españolas herencia de los primeros propietarios del edificio como una escultura de Mariano Benlliure que representa a la bailaora Pastora Imperio y que es una auténtica joya.
La tercera de mis visitas es un de los edificios cuyo exterior es más conocido de Madrid: el Palacio Longoria, famoso tanto por ser la sede de la SGAE en como por ser, probablemente, el edificio modernista más bonito de la capital.
Fue construido a principios del siglo XX por el arquitecto José Grases Riera. Su destino era ser la casa de un conocido financiero, Javier González Longoria, y albergar parte de sus oficinas, de ahí el aspecto suntuoso y espectacular de la fachada, que era también un reclamo publicitario.
Poco después se convirtió en clínica dental –no es broma- y ya tras la guerra en la sede de la SGAE, unos cambios que llevaron a que se hicieses reformas de cierta intensidad en su interior que cambiaron notablemente no pocas partes del edificio. Afortunadamente se mantuvo intacta la espectacular escalera, una de las más hermosas que he visto en mi vida.
La visita les permitirá conocerla esta escalera, por supuesto, además de unas cuantas salas de la zona noble del palacio, el precioso patio interior y no pocos detalles de la historia de la institución que ocupa el palacio.
Es un recorrido más que interesante que les recomiendo, como en realidad les recomiendo prácticamente cualquiera de los más de 20 palacios que tienen la oportunidad de visitar hasta el mes de julio, gratuitamente y, además, en muchos casos con actividades complementarias como conferencias, exposiciones o conciertos.
Recuerden que deben apuntarse en esta página web y corran a hacerlo, que las plazas suelen agotarse pronto.