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Artículos de viaje

Los grandes puertos de mar o el turismo inesperado

Quién les iba a decir a los marineros de los siglos pasados, incluido el XX, que esos lugares bastante mugrientos, algo peligrosos y habitualmente sórdidos en los que realizaban su trabajo al llegar a tierra, los puertos y los barrios portuarios, se iban a convertir con el tiempo en uno de los principales atractivos turísticos de sus ciudades.

Eso es lo que ocurre en Rotterdam, la ciudad holandesa que como bien sabrán los oyentes veraniegos de esRadio, visité el pasado mes de julio; también pasa en otro de los principales puertos de Europa que conozco, Hamburgo, donde el puerto viejo es, además, un rincón con especial encanto (y que en parte, por muy pequeña que sea, sigue cumpliendo funciones muy similares a las que cumplía antaño).

Pero no me refiero tanto a lugares del estilo "retro" como el puerto viejo de Hamburgo, con sus canales y sus altos almacenes de ladrillo rojo, como a los grandes puertos, llenos de actividad, con enormes barcos cargados hasta los topes de contenedores multicolores y las inmensas grúas recortándose contra el cielo, que no hay turista que no recorra cámara en ristre y dispuesto a maravillarse con ese trajín de mercancías, quizá porque inconscientemente se sabe ante una de las más visuales representaciones de la complejidad y la importancia del comercio y la economía actuales.

Puede también que esta fascinación se deba a que, al fin y al cabo, las cosas grandes suelen tener un atractivo turístico innegable y a él no escapan los enormes cargueros que, además, sabemos llegados desde la otra punta del mundo.

Y por último, hay que reconocer que el trajín cotidiano de los puertos tiene para los que lo desconocemos un algo de danza hipnotizante: todavía recuerdo haber observado en silencio y completamente ensimismado la media hora de maniobras de varios remolcadores para estacionar un carguero absolutamente descomunal en una dársenas del puerto de Hamburgo.

El puerto de Rotterdam
Dicho todo esto, no es de extrañar que Rotterdam cuente con su enorme puerto (unos cuarenta kilómetros de muelles desde la propia ciudad hasta la desembocadura del Maas) como uno de sus principales atractivos turísticos de la ciudad: no sólo aparece en todas las guías sino que, en la práctica, pocos son los turistas que dejan de recorrerlo y conocerlos.

La forma más fácil y cómoda de acercarse al gran puerto de Rotterdam son los paseos en barco que organiza una compañía llamada Spido, y cuyos pequeños cruceros parten junto al famoso Erasmus Bridge, uno de los hitos arquitectónicos de esta ciudad tan arquitectónica.

La excursión dura aproximadamente hora y media y, a pesar de no llegar a las zonas en las que más y mayor movimiento portuario hay, sí nos acerca lo suficiente y cubre bastante espacio para que nos hagamos una idea de la enormidad de puerto ante la que estamos, de su importancia económica y de como estas instalaciones son auténticas ciudades dentro de las ciudades.

Desde mi punto de vista se trata también de una excursión con amplias posibilidades para los aficionados a la fotografía, ya en el primer paso por el espectacular puente de Erasmo hasta las grandes grúas, las montañas de contenedores, los barcos junto a los que pasamos... Lo único malo es que, aunque el barquito no es que sea precisamente un fueraborda hacer fotos desde una posición en movimiento no es tan fácil como podría parecer: hay que estar permanentemente preparado y ser muy rápido a la hora de encuadrar y disparar.

El precio es de unos 10 euros y créanme: vale la pena.

Y NO SE PIERDAN NUESTRA GALERÍA DE IMÁGENES DEL PUERTO DE ROTTERDAM

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