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La Motilla del Azuer: ni se lo imaginan

Un yacimiento arqueológico tan espectacular como poco conocido nos espera en las cercanías de Daimiel, en Ciudad Real.

Un yacimiento arqueológico tan espectacular como poco conocido nos espera en las cercanías de Daimiel, en Ciudad Real.
La increíble Motilla del Azuer

Entre otras muchas cosas buenas que nos ofrece este maravilloso país, viajar por España es una fuente casi constante de auténticas sorpresas, de lugares de los que no has oído hablar y que, cuando los conoces, te dejan una gran pregunta en la cabeza: ¿cómo no sabía nada de esto antes? ¿cómo no me había enterado?

Mi impresión, que he reconocer que no es fruto más que de unos días por la zona, es que Ciudad Real debe ser una de las provincias en las que más veces suframos ese efecto y, desde luego, un sitio en el que tuve esa sensación de feliz sorpresa fue la Motilla del Azuer, un espectacular yacimiento arqueológico en las cercanías de Daimiel.

La Motilla es, me enterado ahora, un tipo de asentamiento típico de España, que se ubicaba en la parte baja de los valles para aprovechar el que debía ser ya un recurso preciadísimo en esos secarrales manchegos: el agua.

De hecho, se trata, dicho así a lo bruto, de un pozo alrededor del cual se ha construido una fortificación y, según lo que nos dijo la experta guía que nos acompañó durante nuestra visita –dada las especiales circunstancias del yacimiento sólo se puede visitar con una guía y, además, realmente les ayudará a apreciar y disfrutar más del lugar- los habitantes del poblado vivían normalmente extramuros, mientras que la ciudadela, por llamarle de alguna forma, solamente se ocupaba en caso de ataque exterior.

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El exterior de la Motilla | C.Jordá

La visita empieza lógicamente en esa parte externa en la que se ha construido un pequeño centro de recepción y en la que los arqueólogos aún trabajan descubriendo el poblado. Una pasarela metálica por encima de estos restos nos lleva al interior del recinto, en el que se aprecia enseguida el carácter laberíntico del trazado, se diría que un tanto improvisado, y la sencilla técnica constructiva de los gruesos muros, sorprendentemente altos en algunos puntos, apoyados por otras paredes en lo que parece un procedimiento arquitectónico de prueba y error más que un plan previamente concebido.

No obstante, aunque la técnica constructiva no fuese muy avanzada el resultado es, como ya les he comentado, espectacular: en el interior de la Motilla vamos recorriendo los estrechos pasadizos entre los muros completamente ajenos a cualquier cosa que pueda ocurrir en el exterior, sintiendo algo de la seguridad y la protección que debían sentir los cuasiprimitivos habitantes del lugar.

La sensación cambia, y mejora, según vamos subiendo a la parte más alta de la fortificación, desde la que se nos abre la perspectiva de la llanura que nos rodea hasta una distancia más que notable.

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La parte alta de la Motilla permite controlar mucho paisaje | C.Jordá

Además del entorno, la cima de la fortificación es el menor lugar para apreciar el propio trazado laberíntico de la Motilla, que desde arriba parece uno de esos monumentos megalíticos en los que el propio trazado es la representación simbólica del algún extraño arcano.

Pero sobre todo desde la altura de la torre podemos contemplar el espectacular pozo que dio lugar a la Motilla y que aún ahora –excepto si no estamos en un año extraordinariamente seco como este 2017- es una eficacísima reserva de agua.

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El pozo de la Motilla visto desde lo alto | C.Jordá

Los muros de mampostería alcanzan una altura increíble que desde luego no se puede adivinar desde el exterior y, desde el nivel más bajo miramos hacia el cielo y la magnitud del esfuerzo para construir ese lugar con cientos de miles de piedras pacientemente colocadas una encima de otra y después otra y después otra Dios sabe durante cuántos días, semanas o meses.

Por supuesto, para seguir luciendo tras 4.000 años con la espectacularidad con la que la vemos hoy en día, la Motilla del Azuer ha sido restaurada pacientemente por los arqueólogos, que han tenido la suerte de poder hacer el trabajo con los materiales originales que estaban allí disponibles y, aunque seguimos viendo la línea que separa lo que se encontraba aún en pie de lo que se reconstruyo después, todo lo que vemos es original, por así decirlo.

Lo más sorprendente de todo, no obstante, es descubrir tal y como nos cuenta nuestra guía que la del Azuer no es la única y que muchas otras construcciones similares –no sé si tan espectaculares- se esconden bajo muchas de las pequeñas colinas que tachonan aquí y allá la llanura manchega.

Desde entonces en cada vez que veo una de esas pequeñas elevaciones del terreno me pregunto si esconderá un tesoro como el que ya podemos disfrutar, con todo su esplendor, en la Motilla del Azuer.

PD.: Para visitar el lugar es necesario planificarlo con antelación y adquirir previamente sus entradas, pueden hacerlo en esta web.

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