La espectacular Semana Santa de Medina del Campo
Allá por 1411 San Vicente Ferrer llegó a Medina del Campo con su caravana de peregrinos, predicó a los medinenses y les conminó a celebrar "las primeras procesiones de disciplina, siendo esta villa la primera que dio principio a tan gran servicio de Dios y ejemplo para lo mismo a toda España", según contaba Juan Antonio de Montalvo en su Memorial Histórico de Medina del Campo allá por 1633.
Era el germen de la Semana Santa de la ciudad, que se precia por tanto de ser la más antigua de nuestro país –al menos la más antigua cuyo origen se ha podido documentar con cierta certeza-, y que, desde luego, tiene una historia de muchos siglos como prueba, por si del paso de San Vicente no nos fiamos, que la primera cofradía medinense, la Cofradía de la Santa Vera Cruz, San Andrés y San Vicente Ferrer, se crease en 1544.
Pero al viajero que desee disfrutar de una tradicional y espectacular Semana Santa castellana le importará menos la solera, aunque siempre es un grado, que la vitalidad que actualmente muestra la medinense, una tradición en un inmejorable estado de salud como muestra el hecho de que unos 3.000 de los 21.000 habitantes de Medina del Campo -¡casi un 15%!- son miembros de alguna de las ocho cofradías de la ciudad, y encima nos cuentan que está naciendo una nueva...
¿Y cómo son las procesiones?
Llega el momento de confesarles que no he estado, todavía, en la Semana Santa de Medina del Campo, sin embargo tengo elementos de juicio válidos para poder recomendársela de corazón: el pasado 3 de marzo estuve contemplando, y fotografiando, una espléndida procesión especial: el vía crucis extraordinario celebrado con motivo del Año de la Fe fue una excelente forma de adentrarme en esas procesiones serias, circunspectas, emocionadas y emocionantes pero sin estridencias.
Lo cierto es que, aunque no soy creyente y tampoco tengo una predilección particular por procesionar, la escenografía -dicho con todo el respeto- alrededor de una procesión en Medina del campo me resultó espectacular: las telas de las capas moviéndose al viento, los capirotes brillando con una intensidad sobresaturada, el silencio, las tallas...
Un detalle que me llamó poderosamente la atención fueron las mujeres cofrades. Al parecer, la tradición en Medina del Campo es que las féminas han formado parte de las cofradías desde siempre –con la excepción del franquismo, que hasta en eso tuvo que meter la manaza- y ahora se las ve procesionar con un garbo especial bajo el capirote... y con unos ojos primorosamente pintados como única parte de su anatomía a alcance de nuestra mirada indiscreta.
También resultará llamativo para el visitante la presencia de muchos niños, lo que da una idea de lo arraigada que está la tradición en muchas familias. Pero lo más sorprendente de todo es ver a críos de no más de seis o siete años, e incluso alguno todavía más pequeño, aguantar toda la larga procesión en silencio, sin salirse de lugar asignado e incluso manteniendo cierta gravedad en el gesto. Vamos, que se lo toman en serio.
La última razón para mi consejo es de índole práctica, sobre todo para los que me lean desde Madrid: a sólo 158 kilómetros de la capital y conectada por varios trenes al día la de Medina del Campo es, probablemente, una de las celebraciones de Semana Santa importantes que más fácil es conocer.
Vayan: quince procesiones y 32 pasos, algunos con tallas del S XVI, les están esperando.