Normalmente los lugares turísticos conocidos en todo el mundo tienen interés, no todos son bellos, hay bastantes incluso desagradables, algunos decepcionan las altas expectativas que habíamos puesto en ellos, pero es muy raro que al llegar a uno de esos sitios que todos conocemos incluso antes de visitarlo resulte que no logremos entender las razones de su fama.
Y eso es exactamente lo que ocurre con el famoso Manneken Pis de Bruselas, que al llegar a él uno se pregunta… ¿y esto es todo?
Sin embargo, el famosísimo Manneken Pis no es ni más ni menos que lo que parece: una estatua de medio metro de un niño meando, sin particular belleza y colocada en una esquina como otra cualquiera de la ciudad, vamos, lo que popularmente se denomina “una full”.
De acuerdo, es cierto que tiene toda una historia detrás: hay documentos de finales del S XIV en los que se le cita y la actual estatua original (que está en el Museo de la Ciudad, la que se ve es una réplica puesta allí por seguridad tras un robo en los sesenta) es de 1618.
Pero estoy seguro de que el 90% de los turistas que se paran frente al meoncete y se hacen toneladas de fotografías con la pequeña figura de bronce como fondo, o los que se compran las figurillas de dudoso gusto en las que le sale al niño un sacacorchos de salva sea la parte, no conocen ni esa historia ni las leyendas que existen alrededor del origen de la figura.
Así que, poniendo en la balanza todo esto creo que no somos injustos si concedemos al pequeño meón el título honorífico de la atracción turística más sobrevalorada del mundo. Eso sí, si van a Bruselas no dejen de verlo, no querrán luego contar su experiencia de la ciudad y que les falte el Manneken Pis por el que todos les preguntarán :-).