Mientras todas las autoridades turísticas del planeta deben estar devanándose los sesos para atraer más turistas y compensar la caída generalizada del mercado por la crisis, un empresario australiano ha ideado un producto que bastante sencillo que quizá le solucione a él la papeleta: va a poner en marcha algo así como "el mes del desparrame", consistente en que en su complejo turístico sólo podrán entrar adultos y que éstos harán lo que les venga en gana, incluyendo llevar o no ropa.
La medida ha levantado cierta polémica que por un lado es comprensible pero por el otro también resulta un tanto artificial, al fin y al cabo los viajes cuyo objetivo más o menos admitido sea buscar placeres (legales o no tan legales, confesables o no tan confesables) son una constante en el turismo mundial, desde los ingleses que visitan la costa española con la intención de beber hasta poco antes del desmayo hasta los y las turistas que viajan a determinados países en busca de aventuras eróticas fáciles de encontrar, pasando por los que visitan atracciones turísticas como los coffee shop o el Barrio Rojo de Amsterdam.
Personalmente, no veo que deba hacerse una descalificiación moral del asunto (siempre que, como dice la alcaldesa del pueblo, los que participen sean adultos, los actos sean consentidos y no se infrinja ninguna ley) lo que sí es más cuestionable es que sea una forma efectiva de atraer permanentemente un turismo de calidad, que probablemente se vea más alarmado que atraído por una oferta demasiado "intensa".
Pero si al propietario del The White Cockatoo le funciona...
Por cierto, olvidaba decir que he visto la noticia en La Vanguardia.