Seguro que si les hablo de brujas la mayor parte de ustedes se hará una imagen mental que incluirá elementos como la mujer vieja, el gato negro, las escobas voladoras y los calderos en los que burbujean maléficas pociones. De hecho, en casi todo Occidente la imagen será muy parecida y es bastante lógico: llevamos siglos viéndolas así en miles de manifestaciones artísticas, pinturas, obras literarias, cuentos y canciones populares y, por supuesto, también en el séptimo arte, que así las ha representado muchísimas veces en el último siglo, casi tantas como las que necesitadas de un carácter en el que pudiese resumirse la maldad.
Hasta aquí todo normal, la sorpresa es que esa imagen mental y ese icono artístico tienen un origen concreto: dos grabados de Peter Brueghel el Viejo fechados en Amberes en 1563. Antes de ello las representaciones gráficas de brujas son escasísimas y, además, no cuentan con la mayor parte de la parafernalia de la que hemos hablado: parecen simples mujeres normales. Y no les estoy contando una mera suposición, sino una teoría que es el fruto de la investigación desarrollada por la experta Renilde Vervoort, que estudió el tema durante años y lo hizo su tesis doctoral.
El asunto ha resultado tan interesante como para organizar una exposición que va a ser uno de los acontecimientos culturales del año en Bélgica y que está ya teniendo lugar en Brujas, dónde si no, como dirían en un anuncio de café. Más allá del evidente juego de palabras –que, por cierto, sólo se da en español- hay razones para ello: aún hoy se pueden ver algunos de los rastros que dejó la persecución a las brujas en la ciudad e incluso en los archivos municipales que recogen los nombres de las docenas de ellas que fueron ajusticiadas.
Así que en pleno centro del bellísimo casco histórico de esta pequeña maravilla casi completamente medieval que es Brujas y, además, en un impresionante edificio que es considerado el hospital más antiguo de Europa del que aún se conservan los edificios originales –el Sint-Janshospitaal, hoy convertido en museo- se acaba de inaugurar la exposición Las brujas de Brueghel, que hemos tenido la oportunidad de visitar en un grupo de periodistas de toda Europa y acompañados de Renilde Vervoort, la comisaria de la muestra.
Además de los dos grabados de Brueghel la muestra recoge un puñado de excelentes obras posteriores en las que se ve como pintores como Frans Franken el joven o David Teniers II se inspiraron directamente en la iconografía creada por Brueghel para pintar largas series de cuadros de brujería que, curiosamente, se convirtieron en una temática de gran éxito comercial para sus talleres.
Pero tan o más interesante aún es la narración que se hace, con mucha información y muchos objetos originales, de un fenómeno que no se limitó a ser objeto de obras de arte, sino que provocó miles de muertes en muchos países de Europa: la brujería o, mejor dicho, el temor que se tenía a la brujería, que desencadenó persecuciones en distintos puntos del continente desde el S XV.
Gracias a la exposición se pueden descubrir datos tan sorprendentes como que las persecuciones vivieron un recrudecimiento importante gracias a un fenómeno climático: la Pequeña Edad de Hielo que congeló Europa desde principios del siglo XIV hasta mediados del XIX, aunque otras fuentes como la NASA cifran el inicio de esta época en 1550, años en los que al parecer se dio un primer recrudecimiento de las temperaturas frías que, al menos en un Flandes que también atravesaba una tensa situación política y social, resultó letal.
Y es que en muchos lugares ese cóctel de frío extremo –que significaba hambre- y tensión se consideró producto de malas artes o magia negra, así que había que encontrar culpables y en la lista aparecieron en un puesto alto las brujas. Miles de mujeres pagaron con su vida por ello.
Otro elemento muy llamativo es que un porcentaje significativo de las brujas… eran hombres. Al menos así se desprende del listado con todos los nombres de los ajusticiados en la ciudad de Brujas que se puede ver en la exposición, cortesía de los increíblemente completos archivos municipales, en los que un 10% de los nombres que encontramos son de hombres. El porcentaje, según Renilde Vervoort, es representativo de lo que ocurrió en muchos otros lugares de Europa.
Las brujas lograron algo que en aquel momento de la historia de Europa –y más aún en Flandes- tenía mucho mérito: poner de acuerdo a católicos y protestantes, ya que fueron asesinadas en ciudades, estados y países de uno u otro signo.
Sin embargo, sí que se observa una incidencia algo mayor en las zonas del norte de Europa –en España o Italia hay, comparativamente, menos juicios y menos ejecuciones- y también en aquellos en los que la fe protestante creció con un componente más fanático o radical como ciertas ciudades calvinistas. Pero las diferencias son habitualmente más locales: en Brujas se ejecutó a decenas de personas mientras que en Amberes, no mucho más allá, sólo se ha documentado una ejecución.
Un aspecto importante de la exposición, que ya se pudo ver en Utrech pero que no se llevará a ninguna ciudad más cuando se cierre a finales del próximo mes de junio, es el escenario en el que se ha montado: el Sint-Janshospitaal es un bellísimo edificio que cuenta con una muy interesante colección de arte y en cuyo interior todavía se ven las antiquísimas columnas y vigas de madera que todavía le dan un aspecto completamente medieval.
También se ha cuidado hasta el extremo la presentación, no sólo para que se disfruten las obras de arte sino para que el visitante pueda "meterse en el tema", por así decirlo: se accede la entrada a través de una estrecha escalera y se nos recibe en una especie de hall con representaciones de ritos mágicos y ejecuciones y una alfombra con extraños símbolos demoníacos en el suelo. Hasta la guía para seguir la exposición tiene un encantador aire de brujería: es un pequeño librito negro y para poder leerlo tendremos que coger una vela artificial que da a los visitantes el aspecto de encaminarse, cautelosos y en la semioscuridad del edificio, a un extraño aquelarre.
La exposición sería interesante en cualquier caso, pero es además la excusa perfecta para no postergar más el viaje a una de las ciudades medievales más bellas de Europa: Brujas.
En pocos lugares el tiempo se ha parado en un momento tan bello como en el que parece que se congeló en esta ciudad flamenca que no sólo tiene un patrimonio monumental y artístico impresionante sino que, y casi diría que esto es más importante aún, tiene un encanto inigualable: en sus calles o en sus canales, dentro o fuera de las rutas más turísticas es prácticamente imposible doblar una esquina de Brujas sin que te espere un rincón precioso digno de ser fotografiado.
Así que no se lo piensen mucho más: hagan las maletas y vayan a Brujas… a ver brujas.