Esta semana nos hemos encontrado una de esas noticias culturales que de vez en cuando nos sorprenden desde las portadas de los periódicos y, que además, tiene una relación estrecha con el mundo del turismo y los viajes: el cierre del Museo Chillida – Leku por sus problemas económicos.

La noticia nos sorprende, todo hay que decirlo, por la errónea concepción que tenemos en este país de la cultura como algo esencialmente gratuito, es decir, sin coste. Pensamos, creo, que los museos son algo que debemos pagar entre todos y que, básicamente, no tienen que preocuparse de sus cuentas.

Pero eso, como tantas otras preconcepciones económicas en las mentes de la mayoría, es rotundamente falso: un museo cuesta mucho, no tenemos por qué pagarlo entre todos y puede y debe ganar dinero o, al menos, no perderlo. Más que nada porque esa es, como hemos visto, la única garantía de que podrá seguir abierto y, por tanto, cumpliendo las restantes e importante funciones – educativas, culturales, turísticas...- que le corresponden.

Por supuesto, en un escenario de crisis como el actual esto todavía es más cierto: lo queramos o no el recorte del gasto público que ha de venir será de tal magnitud que afectará a todo, desde las pensiones a los coches oficiales o las televisiones públicas pasando, como no, por los presupuestos culturales.

Así que o los museos son capaces de sobrevivir por sí mismos o muchos se verán abocados a seguir el triste camino del Chillida – Leku.

¿Una tragedia? Pues al fin y al cabo no estoy tan seguro: consultando en la web del Ministerio de Cultura encuentro que nuestro país tiene la impresionante cifra de 1544 museos (y eso que no todos están listados, sin demasiado buscar hemos encontrado este que no lo está y tampoco forma parte de la lista el Castillo del Papa Luna, que si no es museo se le parece mucho), lo que nos da una institución museística por cada cinco municipios y medio, más o menos, en un país en el que la inmensa mayoría de los pueblos tiene menos de 5.000 habitantes.

A simple vista me parece una cifra más bien disparatada, para que se hagan ustedes una idea de a lo que me refiero: sólo en la provincia de Albacete encuentro seis museos etnológicos y dos etnográficos. La cifra global de museos que se llamen a sí mismos una u otra cosa es justo un centenar. Obviamente, no los conozco todos y no sé qué interés individual tiene cada uno de ellos pero... me parecen muchos.

Y es que, como bien me dice mi compañera María José Grech, que apuesta porque la cifra es en realidad mucho más elevada, "cada pueblito tiene su propio museo". La cosa tiene algo de verdad, sobre todo tras los pasados años de bonanza en los que con el sobrante del ladrillo los alcaldes podían darse el gusto de abrir un museo, que es cosa elegante y cultural y, sobre todo, que da votos.

De hecho 633 museos tienen titularidad municipal según la lista del Ministerio y eso que es en esta categoría donde más probable es que haya fallos en el listado.

Desde mi punto de vista esto supone dos problemas: el primero el económico del que hablamos, para un país como España que era mucho menos rico de lo que se creía y que ahora es bastante más pobre de lo que nos pensamos será muy difícil mantener tantas instituciones. Si uno de un artista tan conocido e interesante como Chillida no sobrevive, ¿qué ocurrirá con los demás?

Y el segundo, uno de índole estrictamente cultural, estamos parcelando nuestro patrimonio hasta tal punto que de seguir así no seremos capaces de ofrecer ninguna colección de empaque, nada verdaderamente significativo y atractivo, sino una constelación de pequeñas muestras que en solitario no tienen suficiente interés ni cultural, ni artístico ni turístico pero que, eso sí, come del presupuesto.