De tocar cielo a disfrutar de las profundidades: la Hermida y Liébana en su Año Santo
Un rincón privilegiado de Cantabria que podemos disfrutar aún más durante el Año Santo Lebaniego.
Liébana es una comarca cántabra que puede hablar de tú a tú a Roma, Jerusalén o Santiago de Compostela, ya que es uno de los poquísimos lugares del mundo –sólo cuatro, además de esas tres grandes ciudades- en los que el peregrino puede alcanzar la indulgencia plenaria de sus pecados.
El lugar concreto es Santo Toribio de Liébana, un monasterio que remonta su existencia a tiempos visigóticos y en el que se guarda el Lignum Crucis, el mayor trozo de la auténtica cruz de Cristo, según la Iglesia. Allí, el peregrino atraviesa la Puerta del Perdón, reza un par de oraciones y con eso y una confesión en un cómodo plazo de quince días logra la indulgencia. Al menos así es durante el Año Santo Lebaniego, que se celebra cada vez que el día de Santo Toribio cae en domingo y en el que nos encontramos ahora y hasta abril de 2018.
De las profundidades
Pero antes de llegar a Santo Toribio el peregrino y el simple viajero harán bien en pasar por el Desfiladero de la Hermida, una de las pocas entradas al valle y, sobre todo, un impresionante espectáculo natural, abierto durante milenios por la persistencia del río Deva.
Con diferencias de 1.000 metros entre el fondo de la garganta y las cumbres más altas –sí, 1.000 metros, no se me ha colado un cero de más- la carretera recorre durante una veintena de kilómetros el serpenteante curso del río empequeñeciéndonos, haciendo que nos sintamos diminutos no sólo frente a la grandiosidad del paisaje, sino también por su belleza.
Algunos miradores, especialmente el de Santa Catalina, nos ofrecen una perspectiva impresionante de un paisaje que, desde lo alto, adquiere una dimensión tan grandiosa que quizá no llegue a asustar, pero que desde luego sobrecoge.
El balneario en el desfiladero
Y en medio de ese gran desfiladero, en ese entorno inigualable está otro de los puntos que les recomiendo visitar en su viaje a Liébana: el Hotel Balneario de la Hermida.
Se trata de un lugar curioso por varias razones: por su historia, que se remonta al siglo XIX pero tiene un lapso de nada más y nada menos de 70 años entre 1936 y 2006; porque las aguas medicinales que surgen del manantial de la Hermida son, gracias a los más de 60º de temperatura a los que brotan de las profundidades de la tierra, las segundas aguas termales más calientes de España; por su mezcla de antiguo y moderno... pero sobre todo por el excepcional paisaje que lo rodea.
El hotel es razonablemente pequeño: tiene una cincuentena de habitaciones muy cómodas, espaciosas, cálidamente decoradas en madera y con un aire de montaña muy apropiado al entorno.
El balneario, por su parte, nos ofrece el amplísimo abanico que va desde los tratamientos médicos pautados por los doctores en plantilla, hasta el simple ocio de unas piscinas con chorros y burbujas la mar de divertidas y relajantes, pasando por supuesto por distintas formas más complicadas –y placenteras- de lo que podríamos denominar belleza y bienestar: masajes, envolvimientos, piscinas de flotación…
Una visita a Potes
Una vez relajados, embellecidos y encima santificados en Santo Toribio no deberíamos dejar de guiar nuestros pasos hasta Potes, al lado del monasterio y que pasa por ser uno de los pueblos más bonitos de Cantabria. A falta de conocer muchos más es, desde luego, un candidato serio a serlo.
Con el telón de fondo del circo de Fuente De, Potes es un pueblo grande atravesado por dos ríos y con algunos rincones bellísimos, tanto a la vera del agua como en los barrios que suben por la ladera, con calles estrechas y empinadas llenas de preciosos ejemplo de arquitectura tradicional cántabra.
En su amplia y hermosa plaza central destaca la Torre del Infantado, una recia estructura defensiva a la que tengo que confesarles que entramos porque queríamos ver las vistas desde su terraza, pero en la que nos encontramos con una gran sorpresa: una excelente exposición sobre el Beato de Liébana, quizá la obra humana más importante de la historia de este rincón de Cantabria.
Con detalladas explicaciones y elementos audiovisuales de primera, es incluso más interesante que las bonitas vistas desde la azotea. Allí, eso sí, se ve casi como si lo pudieras tocar la siguiente etapa de nuestra ruta: el circo de Fuente De.
Excepcionales Picos de Europa
Una vista que no vamos a perder: durante todo el trayecto a través de un precioso valle observamos –o quizá nos observa a nosotros- la espectacular formación montañosa que es el circo de Fuente De.
Ya al pie de la gigantesca pared rocosa hay un teleférico que nos permite subir hasta casi 2.000 metros de altura como quién da un paseo en barca, pero sin remar y con vistas asombrosas.
El trayecto casi vertical termina unos 800 metros más arriba del inicio, donde no sólo se abre ante nosotros una panorámica brutal, sino también un paisaje impresionante, rocoso y de una excepcional belleza lunar, con picos de cerca de 2.500 metros que parecen ser una única y descomunal piedra, pero que más allá de su altura impactan por su grandeza, que no es exactamente lo mismo.
Desde la estación del teleférico parten varias rutas que se pueden hacer a pie o caballo y en las que, un poco abrumados por el paisaje que nos rodea, sentimos que casi podemos tocar el cielo. Como antes lo hemos tocado, bien que metafóricamente, en Santo Toribio. Así es Liébana: un lugar en el que disfrutas con toda naturalidad de la cercanía de cielo y también de las profundidades del desfiladero y las simas de las que surge el manantial de La Hermida. Con o sin Año Santo y con o sin indulgencia se lo aseguro: no se puede pedir más.