Rueda es una de esas zonas vitivinícolas con tradición que podemos encontrar en España en las que el vino no es un producto más, sino que es una parte esencial de la historia y el paisaje, de la vida de los que allí viven y de su día a día, trabajen o no en una bodega o tengan o no un viñedo.
Así que viajar por allí es casi literalmente sumergirse en vino, o al menos en su ambiente, en su mundo. Afortunadamente se trata de un mundo apasionante, incluso para aquellos que sólo bebemos vino de forma ocasional y que no entendemos demasiado de caldos, por mucho que le demos vueltecitas a la copa y olisqueemos el tinto como si realmente oliésemos a algo más que a vino.
No es extraño, por tanto, que eso que llaman –llamamos- "turismo enológico", se haya convertido en algo de lo más habitual en muchas partes de España y también en Rueda, por supuesto: todos hemos visitado una bodega en alguna ocasión y lo cierto es que suele gustarnos hacerlo, y no sólo por la parte de la cata del final, que también.
Pero es difícil encontrar algo como El Hilo de Ariadna, la propuesta que el Grupo Yllera puso en marcha en Rueda hace ya algún tiempo y que tuve la suerte de visitar un par de meses atrás. Se trata de mostrar una bodega –o mejor dicho un conjunto de bodegas- pero con un hilo conductor que nos lleva de Rueda a la isla Creta, nada más y nada menos.
Un viaje a la historia mitológica del nacimiento del vino, que les resumo aquí con trazo grueso: el héroe Teseo viajó a Creta para enfrentarse al Minotauro en su laberinto, del que logró salir gracias al hilo que le había dado le enamorada Ariadna, la hija del rey de Creta Minos. Era un amor imposible así que huyen juntos a la isla de Naxos, donde Teseo abandona a Ariadna, ya les había dicho que era un amor imposible.
En lugar de comparecerse de sí misma la hija de Minos cambia a un héroe por un dios, Dionisos, que se enamora de ella al verla triste y sola. Y de esa unión nace Enopión, al que su padre desvela el secreto de la elaboración del vino, hasta ese momento bebida exclusiva de los dioses.
El Hilo Ariadna nos cuenta con detalle esta bella historia mitológica, la pone en relación con el vino y su elaboración y lo hace también en un laberinto, ya que no se trata de un edificio más o menos moderno o espectacular, sino de un conjunto de antiquísimas bodegas familiares unidas unas con otras y que ocupan buena parte del subsuelo de Rueda. Bodegas pequeñas y por supuesto subterráneas en las que cada familia elaboraba su propio vino.
Uniendo unas con otras y restaurándolas en lo que ha sido –y sigue siendo- un importante esfuerzo económico, el Grupo Yllera ha creado una interesantísima maraña subterránea, tan llamativa como desorientadora, por la que se recorre no sólo buena parte del subsuelo de Rueda sino nada más y nada menos que la distancia entre la provincia de Valladolid y la isla de Creta, al menos espiritualmente.
Además, la visita puede incluir la más habitual bodega de elaboración, a sólo unos pocos minutos de Rueda, para que también se satisfaga la curiosidad de los amantes de los más interesados en la elaboración del vino o, simplemente, de aquellos que no quieren dejar de saber cómo se hacen los vinos en Rueda.
Y por supuesto, también puede acabar en el propio restaurante de El Hilo de Ariadna, enfrentándose –y creo que esa es la palabra- a uno de esos lechazos que antes se habrá pasado unas cuantas horas en el horno tradicional. Nada, que no falta nada, se lo digo yo.