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Coruña: la parada perfecta

Pasea uno por La Coruña en un soleado día de otoño y se va encontrando continuamente con guiris -en el mejor sentido del término- que disfrutan de la ciudad. Ingleses, italianos, algún francés… andan por la parte vieja o por las vías comerciales junto al puerto o buscan un restaurante entre los muchos de menú turístico que hay en la zona de la Calle Real.

Y va uno un poco sorprendido por la magnitud de la pacífica invasión –al parecer cada día más frecuente-, hasta que descubre que la razón fondea en el puerto, que se ha convertido en parada habitual de grandes cruceros de los que baja una tropa ávida de algo que, desde luego, La Coruña les entrega generosamente.

¿Qué es ese algo? Pues una ciudad extremadamente agradable, abarcable a pie, con algunas cosas que ver y en la que uno nunca deja de oler a mar -algo que a los de tierra adentro nos encanta- allí donde esté.

La ciudad de María Pita

Los cruceristas no tienen más remedio que empezar su recorrido en el puerto, como es lógico, pero yo creo que el lugar más adecuado para iniciar el paseo es a los pies de María Pita, heroína de la ciudad por su valor contra el pérfido inglés que, por cierto, llegó también en barco, aunque con intenciones mucho más belicosas.

Justo frente a la María Pita que enarbola su lanza amenazante está uno de los edificios más bellos de la ciudad, si no el más bello: el ayuntamiento, sin duda de los más hermosos de España, pese a ser bastante tardío: se construyó a principios del S XX y es de un estilo modernista tan personal que cuesta un poco verle el modernismo.

Desde ahí, dejando atrás la plaza subimos por las empinadas callejuelas de la parte vieja, quizá lo más bonito de La Coruña, y desde luego lo más tranquilo, lo que nos hace olvidarnos del ritmo y el ajetreo de una gran ciudad. Incluso allí, en las pequeñas plazas desde las que no los vemos, el mar y el puerto están presentes, y es relativamente sencillo volver a ellos, por ejemplo en el delicioso Jardín de San Carlos, con una vistas privilegiadas sobre el puerto.

Un pequeño jardín que quizá a María Pita no le gustase mucho, pues rinde homenaje a sus odiados ingleses. Eso sí: no a los que invadían Coruña a finales del S XVI sino a los que la defendían a principios del XIX, qué vueltas da la historia, querida María.

El fuerte y la historia

Hablando de historia, hay dos sitios en La Coruña en los que se respira: el primero es por supuesto la Torre de Hércules, que es historia en cada una de sus piedras –y de la que ya hablamos aquí hace tiempo-, y el otro es el pequeño museo arqueológico que hay en Castillo de San Antón, un fuerte costero que era parte de las defensas de la ciudad.

Se trata de un museo con cierto encanto de gabinete decimonónico, de estos con viejas vitrinas de cristal y madera y con fragmentos de estatua que parece un poco dejados por ahí como quién no quiere la cosa, como si se le hubiesen olvidado a alguien allí donde no debían estar.

El museo tiene también una planta superior con preciosas vistas sobre la ría y sobre la ciudad y suele ser, en suma, un lugar tranquilo en el que pasar un rato agradable.

Alrededor del puerto

Nuestro periplo, que es sólo un paseo superficial -algo así como si saliésemos del barco y tuviésemos que volver en el día- nos lleva ahora por el puerto deportivo, en el que todavía es posible encontrar unos pocos barcos de pesca en los que quizá aún podamos ver trabajar a los pescadores.

Frente a nosotros la que es quizá la fachada marítima más bonita de La Coruña y una de las más bonitas de España: con esos balcones de madera blanca y cristales que miran al mar y a la lluvia que llega del Atlántico tantos días y en no pocas ocasiones tantas veces al día.

Pero no en el afortunado y soleado día otoñal en el que hemos desembarcado en la ciudad, tan cálido que es casi veraniego, por lo que no es de extrañar que cuando nos acercamos a esa gran playa urbana que es Riazor haya coruñeses que disfrutan del sol y -eso ya sólo los más atrevidos- de las olas y el agua fría del Atlántico.

Más allá de Riazor, ya con los pies pidiendo un respiro tras todo un día de caminatas arriba y abajo, nos queda aún un imprescindible para cerrar este largo paseo: subir al mirador de San Pedro desde el que se puede contemplar una de las mejores vistas de la ciudad.

Una buena fórmula para hacerlo es tomar un taxi en la subida y hacer la bajada con el extraño pero fascinante ascensor colocado en la ladera: un aparato cuyo diseño está a mitad de camino entre el futuro y el Mundial 82, con un enorme balón de cristal que sube y baja por la ladera frente al mar.

Esa es La Coruña: de las torres romanas a los ascensores vintage del futuro, una parada perfecta incluso para el que no quiera dejar de hacer y ver cosas.

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