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Caldera de Taburiente y Roque de los Muchachos: La Palma sigue siendo un increíble espectáculo

El Gran Telescopio de La Palma, se diría que mirandoo al sol desde cerca de la cumbre del Roque de los Muchachos.
La Palma más grandiosa: la Caldera de Taburiente y el Roque de los Muchachos

Volví de La Palma el pasado verano convencido de tener un buen manojo de reportajes en la mochila hasta que, sólo un par de meses después, el señor volcán decidió cambiarlo todo y que escribir cualquier cosa sobre la isla que no estuviese relacionada con la lava, los gases y la ceniza quedase tan fuera de lugar como una hamaca de playa en el Polo.

Así que a la aprensión natural de ver por la televisión el poder destructor de la naturaleza sobre el paisaje y la gente encantadora que acabas de conocer se unía, por supuesto mucho menos importante, la frustración de no poder contar cómo me había enamorado una isla cuya belleza me pareció, y me sigue pareciendo, claro, absolutamente brutal, insólita, fascinante.

Y ahora que el furor volcánico pasó ha llegado el momento de viajar a La Palma en el sentido literal –tienen que conocer ese lugar y ayudarle a recuperarse– y también en el metafórico: es hora de escribir y contar lo que vi y tanto me gusto. Vamos a ello.

La caldera más espectacular

En sus muchas caras, la naturaleza de La Palma tiene una belleza salvaje e intensa: en los bosques como selvas verticales de su parte este, en los pinares de rectos pinos con ramas como esculpidas, en sus áreas volcánicas que ya no son las más nuevas

Sin embargo, es en la Caldera de Taburiente donde la isla pareció dar el máximo de sí misma y uno diría que de alguna forma allí se concentra todo lo demás, pero a una escala mucho mayor.

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La Caldera de Taburiente, desde el Roque de los Muchachos | C.Jordá

Probablemente eso es, la escala, lo primero que nos impacta de la Caldera ya desde antes de visitarla, cuando la vislumbramos desde las zigzagueantes carreteras palmeras, pero más aún cuando nos asomamos por primera vez a su interior desde el Mirador de la Cumbrecita: las paredes verticales son de una grandeza sobrecogedora y el verde intenso de los pinares les da un punto de color a la roca que en otras partes está desnuda y parece labrada con un gigantesco cincel.

Al mirador se puede llegar por una preciosa carretera de montaña que sube atravesando un hermoso pinar y desde él también parten caminos con los que recorrer a pie esta zona de la caldera sin necesidad de un equipamiento especial ni de un esfuerzo que no esté al alcance de casi cualquiera.

El Barranco de las Angustias

La Caldera de Taburiente tiene una impresionante salida al mar que es el Barranco de las Angustias, una enorme hendidura en la parte oeste de la isla que, cuando se acerca al mar y se ensancha, la carretera sólo puede superar en un espectacular subibaja de curvas endiabladas la mar de divertido.

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Un tramo del Barranco de las Angustias

Es quizá la mejor posibilidad para conocer la Caldera desde el fondo, aunque eso requiere de una forma física algo más cuidada: la excursión supondrá unos cuantos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, a ratos por el fondo del barranco a ratos por sus paredes y casi siempre en un terreno que, sin ser imposible, dista bastante de ser sencillo.

La recompensa, no obstante, hace que el esfuerzo merezca la pena: la grandeza del paisaje es abrumadora en algunos momentos y, además, hay curiosidades que hacen todavía más interesante el trayecto: arroyos que vemos surgir del lecho pedregoso como de la nada y que más adelante desaparecen tan inesperadamente como han aparecido, cascadas artificiales que la naturaleza ha coloreado como si fuesen una obra de Barceló, riachuelos de aguas sulfatas de un furioso color amarillo… Y durante todo el trayecto, uno va siendo consciente de las enormes fuerzas naturales que han moldeado ese lugar y que parecen manifestarse en La Palma –dos meses después tuvimos la prueba más evidente– con mucha más libertad y fiereza de lo normal.

Sin aliento en el Roque de los Muchachos

En algunas ocasiones la lengua inglesa tiene una única palabra para expresar algo que en el español necesita de varias, por ejemplo decir que algo es breathtaking es lo mismo que decir que te-deja-sin-aliento, vamos, que resuta asombroso hasta el punto de dificultar nuestras más básicas funciones vitales.

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La Palma desde el Roque de los Muchachos | C.Jordá

Sin duda el Roque de los Muchachos es un lugar completamente breathtaking, y lo es además en dos sentidos: por supuesto porque maravilla y asombra, sin duda, pero además porque desde su casi 2.500 metros empieza uno, al menos uno no demasiado acostumbrado a las alturas, a notar que el aire tiene algo menos de oxígeno.

Llegar hasta el punto más alto de la isla de La Palma es sencillo por un lado y complicado por otro. Me explico: es fácil porque puede coronarse la montaña en coche, sin necesidad de ninguna proeza alpina, pero no lo es tanto porque la carretera que te lleva a la cumbre es una auténtica locura de curvas imposibles en cuestas de vértigo y durante unos 40 kilómetros, así que hay que armarse de paciencia y tomarse la subida con calma y con un extra de atención en el volante.

De nuevo el espectáculo hace que el esfuerzo valga la pena: ya desde antes de llegar a la cumbre los telescopios del observatorio astronómico nos regalan una extraña belleza como futurista, moles fuera de lugar que en lugar de chirriar con su entorno lo enriquecen en una improbable armonía que, espero que me perdonen, no sé explicarles demasiado bien.

Una vez en la cumbre, la panorámica que se abre ante nuestros ojos es simplemente impresionante: la inmensidad de la Caldera de Taburiente a nuestros pies; la isla prolongándose hacia el sur en la columna vertebral que es la Cumbre Vieja; Tenerife y El Hierro en el horizonte, pero que des allá arriba parecen al alcance de nuestra mano…

Todo se nos presenta grandioso, todo es bello e incluso épico, hasta el viento del Atlántico, frío y tan intenso que parece que nos puede sostener al borde del precipicio. Todo nos recuerda la impresionante obra de la madre naturaleza, que sólo un par de meses después nos volvio a demostrar que su inmensa capacidad para crear belleza… sirve también para destruirla.

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