Cabárceno, un pedacito del África y la Europa más salvajes al lado de Santander
En sus casi treinta años de historia Cabárceno ha logrado labrarse lo que podríamos denominar un nombre y lo ha hecho con notable éxito: creo que muy pocos españoles de un nivel cultural medio desconocerán por completo qué es esa especie de zoológico diferente que está cerca de Santander.
Es una fama merecida: Cabárceno es un lugar muy especial por varias razones y, realmente, me parece un destino imprescindible tanto para los amantes de la naturaleza y la fauna como para los que, como es mi caso, tampoco nos volvemos locos por ver bichos en un zoo.
Pero es que Cabárceno no es un zoo: es algo más y es ese algo más lo que lo hace muy interesante. Es, en primer lugar, es un paisaje, aunque sea un paisaje creado por la mano humana: el Parque de la Naturaleza se asienta sobre los terrenos de una antigua mina de hierro que luego se transformaron para cumplir su función actual. El resultado es una orografía abrupta, llena de salientes rocosos y con una tierra de un intensísimo color rojo.
Un paisaje que también es variado: además de las zonas más escarpadas y con muchos árboles hay, por ejemplo, una gran explanada en la que pastan los elefantes y que inevitablemente nos hace pensar en un Serengueti cántabro y pequeñito, sí, pero la mar de resultón. Lo mejor es que más allá de las obviedades -carreteras, vallas y demás, es difícil saber qué parte de lo que vemos se corresponde con el paraje antes de la mina, cuál es responsabilidad de la actividad minera y cuál se debe a los arreglos posteriores.
¿Pero no íbamos a ver bichos?
Me estoy entreteniendo mucho en el paisaje y la verdad es que a Cabárceno se va sobre todo a ver animales y, por supuesto, también tengo que contarles qué me pareció en ese sentido. Les decía antes que no soy muy de zoos, pero en esta ocasión sí disfruté mucho más que en los parques zoológicos habituales.
La principal diferencia es que el espacio del que disfruta cada grupo de una especie es mucho mayor; y no sólo mucho mayor: es mucho más "natural" y por tanta nos ofrece una sensación mucho más natural al contemplar cada bicho. El bellísimo tigre blanco que vimos en primer lugar, por ejemplo, paseaba su majestuosidad de una forma muy diferente a los felinos que he visto en recintos más pequeños y más evidentemente artificiales. Obviamente no sé si el es consciente de alguna forma de lo limitado del espacio que lo acoge -aunque 25.000 metros cuadrados no están nada mal, ojo- pero desde luego cuando lo contemplamos no sentimos esa lástima que da un animal enjaulado.
La contraparte de esto es que esos grandes recintos tienen no pocos recovecos, así que los animales más tímidos, o los que simplemente quieren un día más tranquilo, pueden escaparse a nuestros ávidos ojos -y objetivos- de falsos integrantes de un safari. En nuestro día en Cabárceno, sin embargo, recuerdo a pocas especies que se alejasen de nuestra curiosa mirada.
El tamaño de los recintos, por cierto, hace que en total el parque sea muy grande y hay que moverse en coche por su interior, lo que quizá reste algo de encanto a la experiencia pero no limita las posibilidades de acercarse a los animales, siempre dentro de los márgenes de seguridad correspondientes.
Y además de movernos en coche también podemos usar el teleférico que conecta por el aire varios puntos del parque. La verdad es que este es un detalle bastante espectacular: no sólo disfrutar de las vistas o buscar los animales que desde el suelo no hemos podido ver, sino también momentos tan especiales como sobrevolar una manada de elefantes que se mueven por debajo de nosotros con su cadencia paquidérmica y parecen desde allí arriba tan pequeños. No les voy a decir que sea como la famosa y bellísima escena del avión de Memorias de África, pero sí les aseguro que no lo olvidarán.
Un espectáculo increíble
Otro de los alicientes para visitar Cabárceno -y algo imprescindible una vez allí- es el increíble espectáculo de rapaces que se programa varias veces al día. Admito que tengo una cierta fascinación por este tipo de pájaros, pero mi alabanza no se debe sólo a eso: he visto demostraciones similares en otros lugares y les aseguro que este me ha parecido el mejor.
Y es que aunque no soy un experto me lo ha parecido por varias razones: la belleza de algunos ejemplares, la cantidad de aves que vemos y la variedad de especies, también por los conocimientos y la habilidad comunicativa de la presentadora -una de las responsables del cuidado de las propias aves- y, por qué no decirlo, por la cercanía con las aves, a las que puedes llegar a tocar y que durante la exhibición pasan realmente cerca de nuestras cabezas o incluso llegan a posarse junto a nuestros pies.
Tigres, leones, elefantes, jirafas, guepardos… pero también osos, lobos, linces... Cabárceno está a sólo 20 kilómetros de Santander pero nos trae lo más llamativo e interesante de la fauna africana y de la europea, como un pedacito de la sabana o del más salvaje bosque europeo, pero cómodamente preparado para su disfrute y, encima, una apuesta segura con los pequeños de la casa. No se lo pueden perder.