Madeira es mucho más de lo que parece. Este trocito de tierra en el océano Atlántico que pertenece a Portugal, aunque como región autónoma, ha pasado de ser un lugar distante y desconocido a posicionarse en el mapa del turismo gracias, en parte, por ser la cuna del conocido Cristiano Ronaldo. Pero esto no es lo más importante de la isla, ni mucho menos. Este pedazo de tierra firme de 740 kilómetros cuadrados posee en su interior un verdadero tesoro natural y de ingeniería civil único en el mundo. Escarpadas rutas entre los bosques milenarios de Laurisilva, picos dominando las alturas desde los que sentirse empequeñecidos por un mar de nubes o senderos que terminan en mitad de un frondoso valle rodeado por las elevadas montañas que dominan el terreno y son parte de un equilibrio entre lo rural y humano y lo natural.
Uno de esos tesoros naturales y al mismo tiempo humanos son las llamadas Levadas, caminos que surcan la isla atravesándola en todas direcciones, convirtiendo a Madeira en un destino magnífico para los amantes del senderismo y las rutas de montaña. Además, son también muy destacables sus parajes naturales desde las alturas, como por ejemplo el Pico del Arieiro o el Ruivo.
Pequeños canales construidos por el hombre que recorren la isla de Madeira desde sus alturas hasta las zonas más bajas son un aspecto único de Madeira que la diferencia de cualquier otro lugar del mundo. De hecho, de todos los atractivos y curiosidades de la isla, este es el que aporta una mayor recompensa, tanto desde el punto de vista del paisaje, como desde la perspectiva más personal, de superación y esfuerzo.
Una descripción corta de estas construcciones llamadas levadas es que son una red de caminos de unos 2000 kilómetros que vertebran la isla, atravesándola completamente y en todas direcciones, siempre acompañados en paralelo por estas estrechas acequias para el riego.
Una de las levadas más famosas y sobrecogedoras es la de la ruta del Caldeirão Verde y del Inferno. Se encuentra en el parque de las Queimadas donde se ubica la "casa de abrigo das queimadas", una casa rural que pertenece al Gobierno de Madeira y que, en la actualidad, funciona como albergue, donde poder encontrar una coqueta cafetería que será muy útil a la vuelta, ya que el recorrido empieza y termina en este lugar.
Al subir hacia la zona de las Queimadas con el coche desde el típico pueblo de Santana ya se huele a eucalipto y a aire puro, un abrupto cambio de entorno que a pocos kilómetros hacia la costa era muy diferente. Muchas levadas tienen una anchura de menos de un metro bordeando precipicios, peligrosos, sí, aunque sólo para el más temerario ya que en casi todo el recorrido está construida una valla de seguridad a la que poder agarrarse sin temor a caer.
A lo largo de la ruta del Caldeirão Verde la naturaleza es la protagonista principal ofreciendo al caminante puntos de mayor o menor dificultad y al mismo tiempo belleza, como cuevas, grutas o estrechos pasos entre las montañas. La cascada del Caldeirão Verde, un lugar casi místico final de la ruta que lleva su nombre, aunque punto intermedio hasta llegar al Caldeirão do Inferno, mucho más complicada pero al mismo tiempo más exuberante.
Otra de las rutas o levadas más imponentes es la de Dos Balcoes, que comienza en Ribeiro Frio, un pequeño sendero sigue la ‘Levada’ de Serra do Faial, dando acceso al mirador dos Balcões, desde donde se pueden disfrutar de vistas soberbias sobre el valle de Ribeira da Metade.
Al llegar al final de la ruta, en días con buena visibilidad, se puede divisar la Cordillera Central, donde destacan los picos más altos de la isla, el Pico do Areeiro (1817 m), el Pico das Torres (1851 m), y el Pico Ruivo (1862 m), un grandioso panorama geológico que hace de Madeira una isla tan especial.
Desde el recorrido que surca la levada Dos Balcoes se abren valles y parajes de película. Algo que hacen de esta isla un lugar maravilloso en medio del océano, que mezcla a la perfección lo natural y lo rural.
Como dato curioso las levadas han sido construidas por el hombre en Madeira a lo largo de los siglos. Al principio se utilizaban esclavos para el trabajo pero más tarde se fueron introduciendo obreros especializados que utilizaban poleas especiales para excavar y ganar terreno a las paredes rocosas o realizar túneles para salvar obstáculos. Una titánica obra de ingeniería que se conserva hasta nuestros días. Las más antiguas datan del siglo XV, poco después de iniciarse la colonización de la isla.
El imponente Pico Arieiro
En poco menos de una hora es posible llegar al Pico del Arieiro desde el mismo centro de Funchal, la capital de Madeira. Un contraste de paisajes urbano y natural tan característico de Madeira. Al subir hacia las cumbres es muy posible que aparezca la niebla, ya que al tener tanta altura en tan poco espacio, las nubes chocan con las montañas y se acumulan.
El Pico del Arieiro es el tercer pico en altura de la isla pero con las mejores vistas gracias a su espectacular mirador de montaña. Los caminantes expertos podrán realizar desde aquí una inolvidable excursión siguiendo las crestas de las montañas. A 1810 metros de altura, este pico ofrece una vista dramática de casi toda la isla en los días más despejados y una panorámica general de la geología de Madeira que hace que merezca la pena subir hasta este lugar.
En las cercanías se encuentra una base militar portuguesa que aporta al paisaje un panorama cercano a la ciencia ficción, con un enorme radar en forma de esfera que en algunos puntos podría parecer la Luna llena saliendo sobre el horizonte.
En este recorrido los visitantes y senderistas que se acerquen al Pico del Arieiro observarán que durante todo el camino no dejan de aparecer decenas de lagartijas que parecen estar marcando el terreno, su terreno, la impresionante y maravillosa isla de Madeira en la que ya vivían antes de la llegada del hombre.