White Lines se ha convertido en el último fenómeno de Netflix. A pesar de su escasa promoción, se colocó en el número 1 de la plataforma después de su semana de estreno. No sólo en España, sino en la mayor parte de los países de habla hispana e inglesa.
Ambientada en la isla de Ibiza, relata la investigación que emprende una mujer cuando su hermano, un legendario Dj de Manchester, aparece muerto 20 años después de haber desaparecido en Ibiza. Su búsqueda la arrastrará a un mundo de discotecas y mentiras que le obligará a enfrentarse a su propio lado oscuro en un lugar donde la gente vive al límite. Una combinación de misterio, drama, comedia y desenfreno que, a pesar del éxito, no ha contentado a todos. Especialmente a los propios ibicencos, por la imagen que se transmite de la isla.
Pero la realidad es que, como sucede en muchos casos, muchas de las escenas no han sido rodadas en Ibiza. De hecho, no son pocas las que lo han hecho en la isla vecina de Mallorca, aunque en la serie ni se mencione su nombre.
Por ejemplo S'Estaca, una finca de más de mil metros cuadrados situada en la localidad de Valldemossa, y que es propiedad del actor Michael Douglas, aunque en estos momentos se encuentra en venta –por un precio en torno a los 30 millones de euros–. También de la paradisíaca Serra de Tramuntana aparece la Vall de Coanegra, donde la serie ubica la residencia de la familia Calafat. Y por supuesto la espectacular Sa Fortalesa, en Pollença, que en la vida real ha albergado multitud de eventos, como la boda del jugador del Real Madrid de baloncesto Rudy Fernández.
Varias de las escenas más importantes tienen lugar en la capilla y el patio interior de la bodega Biniagual, en el municipio de Binissalem. Y, por supuesto, no podían faltar las playas mallorquinas, como la de Portocolom, o la de Cala Figuera en Santanyí. También el archiconocido Paseo Marítimo de Palma aparece en White Lines. Y otros escenarios de la isla de Mallorca, tal y como se acredita en The Ibiza White Lines House and Filming Locations.
Pero el que se ha llevado la palma sin duda ha sido ese restaurante mágico, casi increíble, que parece más una recreación de un set de rodaje que un lugar físico existente. Una especie de restaurante flotante en el que se producen algunas de las reuniones de la serie, con su increíble pasarela que permite andar por encima del mar, y sentarse a comer y a beber en mitad del Mar Mediterráneo.
Un restaurante que en realidad existe. Tal cual se ve en la serie. Se encuentra en el municipio de Andratx –uno de los más turísticos de Mallorca, y donde tienen residencia entre otros Michael Schumacher, Brad Pitt o Tom Cruise– y se llama Restaurante Illeta (Camp de Mar).
Quizá les suene porque no son pocas las series o películas que han aprovechado ese mágico rincón para recrear algunas de sus escenas. Como Mejor otro día, con Pierce Brosnan (por cierto, otro habitual de las costas mallorquinas) y Aaron Paul; o la serie de Atresmedia Mentiras, recién estrenada.
White Lines también ha querido, y ha sabido, aprovechar la particularidad de este restaurante flotante, ambientando en él algunas de las reuniones más importantes de la serie. Sin ir más lejos, ya en el primer capítulo es ahí donde se encuentran Marcus y Oriol Calafat (Juan Diego Botto), uno de los capos de la mafia.