Con aire fresco acariciando la cara y pasando por entre los dedos, bajo un sol primaveral, que ya pierde su fuerza al atardecer, Nantes, la capital de la región Pays de la Loire, se presenta en una primera visita como una ciudad no tan conocida y al mismo tiempo cercana. Una primera impresión que ofrece una bienvenida inolvidable: paseo tranquilo por Franklin Roosevelt, una avenida principal de la ciudad que muestra la arquitectura característica de las ciudades francesas y la amplitud de una gran urbe europea. Unos minutos más caminando y la afluencia de jóvenes es cada vez mayor por el centro. Es la hora de la cena y las terrazas y restaurantes están a rebosar de vida con un olor a comida impregnando el ambiente, todo ello mezclado con un sonido de fondo de risas joviales sin preocupaciones. No hay que permanecer mucho tiempo en Nantes para darse cuenta de que una de sus principales tarjetas de visita es su calidad de vida y su elevada cantidad de jóvenes(el 60% de la población es menor de 40 años). Este hecho, entre otros, la han convertido en la tercera ciudad de Francia en crecimiento demográfico. Además en ella viven más de 55.000 estudiantes.
Situada en el Valle del Loira y Bretaña, a poco más de 30 minutos de la costa atlántica, su puerto es uno de los principales del país y durante mucho tiempo fue epicentro de la construcción de barcos, gracias a su gran industria de astilleros y entrada de comercio y mercancías. En esta ciudad es posible encontrar desde emplazamientos históricos del siglo XIII hasta la oferta cultural más interesante del año, pasando por el imaginario de Julio Verne. En una zona de un kilómetro conviven el elefante de Les Machines, el castillo de los duques de Bretaña y el centro histórico de la ciudad.
Sin duda el verde es el color de esta ciudad del oeste de Francia. Ya desde primera hora, del primer día de estancia, en la que fue Capital Verde Europea destacan muchos detalles que muestran el cuidado y limpieza que sus calles. Según los datos que ofrece el ayuntamiento, Nantes cuenta con más de 1000 zonas verdes, aunque es posible que no estén incluidas algunas fachadas que se mimetizan con la naturaleza. Es tal el empeño de los ciudadanos e instituciones que uno de los restaurantes de moda, La Cantine del Vogage a Nantes, construido bajo una arquitectura desmontable, muy al estilo de los invernaderos, cuenta con su propio huerto urbano, donde se cultivan las verduras que luego sirven en sus mesas.
Los barrios imprescindibles de Nantes
Los diferentes barrios que se funden en la ciudad tienen rincones y lugares para todos los gustos y casi para todas las edades. En el barrio de Bouffay es posible encontrar los callejones más estrechos y antiguos, en él se erige la majestuosa catedral de San Pablo y San Pedro, verdadero orgullo para los amantes del gótico y que para muchos rivaliza con la mismísima Notre Dame de París. En Bouffay también se encuentra el castillo de los duques de Bretaña, elevado junto al Loira (su agua rodeaba todo el recinto) que mantiene su esencia medieval y su doble papel de fortaleza militar y palacio residencial.
El fotografiado a diario pasaje Prommenaye es el único en Europa que se trata de una galería cubierta del siglo XIX, con tres niveles y que deja entrever el neoclasicismo y el eclecticismo entre sus paredes, además de decenas de tiendas de todo tipo. Un oasis para los amantes de las compras que hay que recorrer como condición imprescindible para poder afirmar que se ha estado en Nantes.
La Isla de Nantes es la joya de La Corona. La zona antes dedicada a la construcción de barcos y a todo lo relacionado con esta industria ahora se ha reconvertido en un nuevo barrio con un crecimiento espectacular. Los que saben de arquitectura contemporánea preferirán vivir en este barrio antes que muchos otros de la ciudad gracias a que en él se elevan edificios diseñados por la mente de arquitectos como Jean Nouvel. En otra parte de la isla, los antiguos hangares ahora se utilizan para diferentes zonas de ocio, bares o restaurantes por donde pasear se ha convertido en el pasatiempo de los vecinos de Nantes y parada obligatoria para los visitantes. En el Parc des Chantiers, en el extremo oeste de la isla es posible toparse con grandes grúas de carga o diques secos de una gloriosa época pasada, pero lo que dejará a todos asombrados es el proyecto artístico de Las Máquinas de la Isla.
Sus estructuras mecánicas gigantes, en movimiento conviven con el paisaje urbano recordando al imaginario de Julio Verne en versión moderna, que abre un nuevo horizonte en la mente del viajero y sobre todo sus hijos, porque esta parte de la ciudad es la que está especialmente pensada para ellos, los más pequeños.