Oslo, siete de la tarde de un viernes de finales de verano. Las calles del centro de la ciudad están a rebosar de personas que han salido de sus casas o sus trabajos. Muchas caminan tranquilamente, otras pasean en bicicleta o disfrutan de una actuación musical callejera, como si hubiera salido todo el mundo de golpe a celebrar que el día es espléndido y el verano llega a su fin. El viajero que llega a la ciudad por primera vez y se mezcla con esta situación será sorprendido gratamente.
Unas horas despés, el Palacio Real es testigo de un atardecer repleto de tonos pastel, aderezado con algunas nubes, de los que se quedan guardados en la memoria muestran la cara más cálida y veraniega de una ciudad segura, muy manejable, limpia, llena de vida, multicultural, que ofrece un ambiente fresco pero agradable (no hay que olvidar las latitudes).
Un paseo por Karl Johans, la avenida principal de la ciudad y la calle más famosa de Noruega es la mejor forma de adentrarse en el corazón de Oslo. Conecta el Palacio Real y la Estación Central. Una calle que se llena de vida, juventud y sonrisas en cuanto el sol aparece entre las nubes y comienza a bañar con su luz y calor las calles de la ciudad. Una especie de oda a la vida, como si se produjese la floración a cámara rápida de la primavera. Los músicos callejeros, conciertos en los bares y restaurantes o las terrazas llenas de gente, son la nota predominante en el paisaje urbano del centro de Oslo. La ciudad donde, si el tiempo acompaña, el verano puede ser maravilloso.
Oslo es una urbe donde los conductores aman la seguridad y civismo, dejando pasar siempre a los peatones rezagados o donde es muy común ver actuaciones callejeras esporádicas y de gran talento. Caminar por la capital de Noruega es placentero y muy recomendable a la hora de elegir cómo visitarla ya que es bastante llana y manejable, siempre teniendo en cuenta las distancias de una gran ciudad europea.
Otro atardecer anticipa el fin del agradable y escaso calor que generaba el astro rey, algo inevitable en esta parte del mundo, como si la gélida esencia nórdica consumiera el calor. Oslo mantiene al viajero en una temperatura perfecta para hacer turismo y recorrer sus calles disfrutando al máximo, evitando así el agobio del calor de otras ciudades europeas.
Oslo es una ciudad construida junto a un fiordo, no tan grande y profundo como los del oeste del país y en ella se encuentran multitud de parques y espacios naturales. Noruega en su conjunto es pura naturaleza y todo enclave humano parece haber sido edificado en función de la misma. Es un verdadero placer pasear por sus parques y avenidas repletas de espacios verdes y flores como el parque del Palacio Real, abierto al público todo el día.
Si hay un edificio que identifique a la capital noruega y sea su postal de bienvenida esa es la ópera de Oslo. Es la mayor institución musical y de arte escénico de Noruega donde su diseño permite pasear por toda su cubierta y visitar su fabuloso vestíbulo. Su piedra blanca, su amplia cristalera y la posibilidad de caminar por su techo lo convierten en único en el mundo. El edificio fue diseñado para que se pudiera pasear desde su base, que se mezcla con el mar, hasta lo más alto de su construcción. Un lugar de encuentro para los habitantes de la ciudad y punto de referencia para cualquier viajero. Sus enormes ventanas a ras del suelo facilitan que puedan verse los ensayos o las actividades que se desarrollan en el interior del edificio de la ópera de Oslo, que está construido fundamentalmente con madera de roble.
Si lo que se busca es el contraste, en las cercanías del Palacio Real se encuentra una zona que mezcla diferentes estilos arquitectónicos, las inmediaciones del Ministerio de Exteriores noruego y la calle Victoria Terrasse y muy cerca del ayuntamiento, conocido por ser el lugar de entrega del Premio Nobel de la Paz.
Tjuvholmen es el nuevo distrito de moda en Oslo. Construido ganando terreno al mar, en las inmediaciones de Aker Brygge, los antiguos astilleros, en él se ubica el museo de Astrup Fearnley siendo uno sus edificios más significativos, que fue diseñado con un original techo de cristal con forma de vela de barco, está emplazado en este barrio nuevo, con una hermosa vista del fiordo de Oslo frente a él. Un barrio nuevo, atractivo, punto de referencia para los amantes de la arquitectura y que vive su momento de esplendor justo a la hora que acaba el horario de oficina y los trabajadores corren a coger sitio en alguno de sus restaurantes y bares.
Frente a Oslo se atisba, en la lejanía la zona de Bygdoy. Una pequeña península con mucha chicha y a la que se puede llegar fácilmente en ferry desde el ayuntamiento. En este lugar se mezclan los bosques y las viviendas, con los museos más importantes de la ciudad como el museo de barcos Vikingos, el de la Balsa Kon-Tiki o el de Fram. También está situado el palacio de verano de la familia real noruega.
Cabe destacar, con especial interés, que aquí está situado el primer museo de casas al aire libre del mundo, el Museo del Pueblo Noruego, que ofrece una perspectiva general de la historia de la construcción de casas en Noruega. Es necesario dedicarle varias horas ya que su extensión es grande, pero amena.
Un lugar esencial en cualquier visita a la ciudad de Oslo es el famoso parque Vigeland. El resultado de toda una vida dedicada a la escultura es el parque Vigeland. Este excepcional parque es la obra de Gustav Vigeland que muestra más de 200 esculturas de bronce, granito y hierro forjado.
La capital de Noruega es una preciosa y moderna urbe no apta para los que buscan el calor de la playa mediterránea o el aire acondicionado del hotel caribeño. Oslo es historia, naturaleza, arquitectura, arte, música y la cara más urbana del pueblo noruego. El aire acondicionado viene de serie sólo con salir a la calle.