Al norte de la provincia de Guadalajara hay rincones que parecen sacados de un cuento de hadas, donde es posible escuchar el sonido de viento y de las hojas de los árboles al moverse en el árbol y el agua de algún arroyo de montaña fluir mansamente.
Estamos hablando del Hayedo de Tejera Negra, un lugar sorprendente y excepcional, que hace al visitante transportarse a bosques de climas fríos y lluviosos del norte de Europa; un lugar donde podemos pasear en una tarde de final del verano, entre los senderos bajo la sombra agradable de estos frondosos y espectaculares árboles.
El hayedo más al sur
Gracias a su microclima, Tejera Negra conserva el último hayedo del sur de Europa. Los ríos Lillas y Zarzas, que nacen en el glaciar La Buitrera, lo alimentan. El bosque crece en dos valles, flanqueados por altas y afiladas crestas rocosas.
Sin duda, el Hayedo de Tejera Negra tiene un de sus momentos más atractivos al comienzo del otoño, cuando tiene un ambiente de cuento por sus colores anaranjados y amarillos, combinados con el musgo de sus suelos. Además, junto a las hayas crecen robles melojos, pinos silvestres, tejos, acebos y abedules.
Arquitectura negra
En sus proximidades encontramos otro lugar que no hay que dejar de visitar: la Arquitectura Negra del norte de Guadalajara, un conjunto de pueblos como Campillo de las Ranas, Almiruete, Cantalojas, o Majaelrayo, donde durante siglos se ha utilizado a la pizarra como denominador común en sus construcciones típicas, desde sus viviendas, calles, cercados para el ganado, hasta sus iglesias...
Pizarra para los muros, para los tejados, para grandes chimeneas en armazones de madera y un urbanismo que no deja a nadie indiferente para recorrer estos pueblos por sus calles con muchísimo encanto.
Dominando el espacio, el pico Ocejón, siempre de paisaje de fondo de una zona que muestra claramente cómo el ser humano ha sabido adaptarse al medio ambiente con éxito. Un legado y saber popular que ha llegado hasta nuestros días en forma de construcciones peculiares y únicas.