Nostalgia Histórica
Ya que me he puesto a darle vueltas a los tipos de nostalgia que sufro, prefiero terminar de explicártelos, así que aquí va una nueva entrega, la nostalgia histórica.
Me resulta muy chocante que me estén preguntando siempre si no siento nostalgia por los años ochenta. ¿Cómo voy a sentir nostalgia por un momento que ya he vivido? Si ya lo he vivido, ya lo he disfrutado, y a otra cosa. En cambio sí que te puedo afirmar que siento una nostalgia infinita, profunda y teñida de melancolía, por los momentos históricos que me he perdido. Por eso puedo llegar a entender que los indies jovencísimos nos pregunten por aquella época que ellos no vivieron, que quieran contrastar información, que necesiten saber si ciertas leyendas urbanas son verídicas. Pero no puedo soportar que personas de mi edad me digan que aquellos años sí que fueron buenos, y no los de ahora. El problema es que esas personas añoran lo que hacían en su juventud, o la despreocupación de la adolescencia, yo que sé.
De adolescente fui muy cuadriculada respecto a la selección de mi período histórico favorito, la Edad Media. Moría de nostalgia pensando en las almenas de los castillos, me entraba "mal de Stendhal" cada vez que visitaba una catedral gótica, lloraba desconsolada con las aventuras de aquellas novelas medievales pioneras de la novela rosa y el culebrón. Una postura muy poco original, teniendo en cuenta que media Europa sufrió este mismo enamoramiento medieval en el siglo XIX, dando origen al romanticismo y sus consecuencias. Como revival, a principios de los años ochenta del siglo XX, se habló de los "New Romantics" como nueva tribu urbana. Al igual que las damiselas inglesas pre-victorianas, mi interés por la Edad Media era el reflejo de la literatura de la época y de las obras de arte que nos han quedado. Pero probablemente la verdad histórica del momento, con sus carencias de confort y sus convenciones sociales, morales y religiosas, me
hubiera espantado y no habría querido padecerlas.
Con el paso de los años tuve otra etapa fetiche, el siglo XIX en Inglaterra, extraño giro, ya que cuando era pequeña, era una época que me creaba mucha zozobra, imagino que por culpa de las lecturas de Charles Dickens. Sentía que todo estaba lleno de hollín y moho, un poco a lo Sweeny Todd, el barbero asesino de Fleet Street. Pero con el tiempo comencé a añorar la estructura
laboral de las grandes mansiones, el organigrama del servicio, la expansión cultural de la época victoriana Entre "Arriba y abajo" y las películas concebidas por James Ivory y producidas por Ismail Merchant, caí rendida ante la grandeza del Imperio y sus colonias. Obviamente siento nostalgia del
mundo perdido de los grandes señores, pero tampoco me hubiera importado ser ama de llaves dentro de aquella jerarquía, como el personaje de Emma Thompson en "Lo que queda del día".
Ser estudiante de historia (eterna estudiante, diría yo) me ha abierto las puertas a mundos y espacios geográficos que nunca pensé me fueran a interesar, pero eso es otra historia. Eso sí, si pudiera pedir un deseo de esos de cuento y lámpara de Aladino, sería poder viajar en el tiempo.
Por último, el momento histórico favorito por encima de todos, el que más me hubiera gustado vivir, el que más echo de menos, es la década de los cincuenta del siglo XX en Estados Unidos. La moda, la arquitectura, el diseño, los muebles, el cine, el nacimiento de la televisión, del
rock¹n¹roll y de la cultura underground todo me parece perfecto. Puede que la Guerra Fría creara una cierta paranoia, pero el desarrollo del diseño alrededor del concepto atómico y espacial (y ahora sí que me refiero al espacio exterior) es insuperable. Sabes bien de esta filia, porque la
padeces, cada día trabajas en un despacho que hemos decorado con fidelidad como si se tratara del apartamento de un Rock Hudson o una Doris Day cualquiera.
Me resulta muy chocante que me estén preguntando siempre si no siento nostalgia por los años ochenta. ¿Cómo voy a sentir nostalgia por un momento que ya he vivido? Si ya lo he vivido, ya lo he disfrutado, y a otra cosa. En cambio sí que te puedo afirmar que siento una nostalgia infinita, profunda y teñida de melancolía, por los momentos históricos que me he perdido. Por eso puedo llegar a entender que los indies jovencísimos nos pregunten por aquella época que ellos no vivieron, que quieran contrastar información, que necesiten saber si ciertas leyendas urbanas son verídicas. Pero no puedo soportar que personas de mi edad me digan que aquellos años sí que fueron buenos, y no los de ahora. El problema es que esas personas añoran lo que hacían en su juventud, o la despreocupación de la adolescencia, yo que sé.
De adolescente fui muy cuadriculada respecto a la selección de mi período histórico favorito, la Edad Media. Moría de nostalgia pensando en las almenas de los castillos, me entraba "mal de Stendhal" cada vez que visitaba una catedral gótica, lloraba desconsolada con las aventuras de aquellas novelas medievales pioneras de la novela rosa y el culebrón. Una postura muy poco original, teniendo en cuenta que media Europa sufrió este mismo enamoramiento medieval en el siglo XIX, dando origen al romanticismo y sus consecuencias. Como revival, a principios de los años ochenta del siglo XX, se habló de los "New Romantics" como nueva tribu urbana. Al igual que las damiselas inglesas pre-victorianas, mi interés por la Edad Media era el reflejo de la literatura de la época y de las obras de arte que nos han quedado. Pero probablemente la verdad histórica del momento, con sus carencias de confort y sus convenciones sociales, morales y religiosas, me
hubiera espantado y no habría querido padecerlas.
Con el paso de los años tuve otra etapa fetiche, el siglo XIX en Inglaterra, extraño giro, ya que cuando era pequeña, era una época que me creaba mucha zozobra, imagino que por culpa de las lecturas de Charles Dickens. Sentía que todo estaba lleno de hollín y moho, un poco a lo Sweeny Todd, el barbero asesino de Fleet Street. Pero con el tiempo comencé a añorar la estructura
laboral de las grandes mansiones, el organigrama del servicio, la expansión cultural de la época victoriana Entre "Arriba y abajo" y las películas concebidas por James Ivory y producidas por Ismail Merchant, caí rendida ante la grandeza del Imperio y sus colonias. Obviamente siento nostalgia del
mundo perdido de los grandes señores, pero tampoco me hubiera importado ser ama de llaves dentro de aquella jerarquía, como el personaje de Emma Thompson en "Lo que queda del día".
Ser estudiante de historia (eterna estudiante, diría yo) me ha abierto las puertas a mundos y espacios geográficos que nunca pensé me fueran a interesar, pero eso es otra historia. Eso sí, si pudiera pedir un deseo de esos de cuento y lámpara de Aladino, sería poder viajar en el tiempo.
Por último, el momento histórico favorito por encima de todos, el que más me hubiera gustado vivir, el que más echo de menos, es la década de los cincuenta del siglo XX en Estados Unidos. La moda, la arquitectura, el diseño, los muebles, el cine, el nacimiento de la televisión, del
rock¹n¹roll y de la cultura underground todo me parece perfecto. Puede que la Guerra Fría creara una cierta paranoia, pero el desarrollo del diseño alrededor del concepto atómico y espacial (y ahora sí que me refiero al espacio exterior) es insuperable. Sabes bien de esta filia, porque la
padeces, cada día trabajas en un despacho que hemos decorado con fidelidad como si se tratara del apartamento de un Rock Hudson o una Doris Day cualquiera.