Sí, como bien titulas en tu última entrada, llegó el final del verano. Nada
que objetar. Me encanta vivir en un país con sus cuatro estaciones bien
definidas, no comparto ese amor generalizado por las zonas intertropicales,
con temperatura y climatología apenas variable a lo largo del año. Justo
cuando el invierno se hace un poco pesado llega la primavera; y cuando el
verano se hace insoportable te queda el consuelo de la llegada del otoño, mi
estación favorita. Contiene mi celebración pagana fetiche, la noche de
Hallow`s Eve, o sea, Halloween, y es el verdadero comienzo de año, al menos
a nivel laboral y estructural.
simbólico para hacer propósitos de enmienda. Así que, como muy bien apuntas,
no voy a sentir nostalgia del verano, la estación más sobrevalorada e
injustamente idolatrada.
No siento nostalgia estacional, ni nostalgia vital por momentos pasados de
mi vida, pero he de confesar que sufro de algunos tipos de nostalgia
concretos. Uno de ellos es la nostalgia espacial. Y no me refiero a
"espacial" como espacio exterior, cosmos, naves intergalácticas y todo eso,
que también, porque por edad pertenezco a esa generación que creció con la
falsa idea de que el futuro iba a ser como las series de televisión y las
películas de ciencia ficción que veíamos de pequeños. Y aquí estamos,
racaneando dólares a la exploración de otros planetas y con medios de
transporte antidiluvianos. Cuando digo nostalgia espacial, me refiero a
espacios, locales, edificios, puntos de encuentro.
Esta reflexión me asalta ahora porque nuestro común amigo V me ha mandado un
mensaje desde Londres para comunicarme que uno de nuestros restaurantes
favoritos ha dejado de existir. Así que esta entrada de hoy está dedicada a
V, que es muy nostálgico y está muy triste por la pérdida de este punto
común en nuestras vidas. Se trata del restaurante chino Luxuriance, en
Gerrard Street, en pleno barrio chino londinense. Para él tiene especial
significado porque siempre íbamos allí con él, y la última vez fue cuando
murió Susie y comíamos pato a la vez que hacíamos esfuerzos por no llorar.
Para ti tiene significado porque fue el primer restaurante al que te llevé
en nuestra primera visita juntos a la ciudad. Para mí la historia se remonta
a 1981, desde entonces Nacho y yo no hemos perdonado pasar por allí. V llamó
a Nacho para darle la noticia, y como te puedes imaginar no le pudo importar
menos. No conozco a nadie tan despegado como Nacho. Dice que las cosas
tienen que cambiar, y que mejor que ahora sea un mini casino para los chinos
ludópatas.
Es cierto que hay locales que guardan los recuerdos vividos y por eso tienen
una carga emocional. ¿Te acuerdas del Hotel Mónaco, donde pasamos alguno de
nuestros aniversarios? Mira que intentamos convencer a unos inversores para
quedarnos con él y conservarlo, pero no lo conseguimos. Menos mal que las
Nancys Rubias os hicisteis un montón de fotos dentro, para la posteridad.
También hay muchas fotos de Alberto García Alix tomadas en sus habitaciones..
Y recuerdo que poco antes de que cerrara Gary Lee Boas me hizo una foto en
el hall, bajando la escalera. En fin, ya nada queda del hotelito que en su
día, cuenta la leyenda, fue el burdel de cabecera de Alfonso XIII.
Pero yo voy más allá, porque eso, al fin y al cabo, es nostalgia asociada a
los recuerdos personales. Yo me refiero a un tipo de nostalgia, digamos,
arquitectónica. Y tengo muy buena memoria para echar de menos los locales
que se transforman, los edificios que desaparecen. Por eso me da rabia la
Gran Vía actual. Puedo recordar las boutiques de cada esquina, por no hablar
del Pasapoga, las cafeterías como Fujiyama, Manila, California, DólarŠ
Cuando voy por la Castellana inmediatamente me doy cuenta de que hay un
espacio vacío, el que ocupaba el edificio Windsor (su incendio es uno de mis
misterios sin resolver favoritos). Y en Nueva York me pasa lo mismo, mira
que nunca he vivido allí, sólo he ido de visita, muchas veces, pero por poco
tiempo. Cuando estoy en Broadway, ya en los números bajos, y miro para
cruzar la calle, me asalta un vacío enorme donde se asomaban las Torres
Gemelas. Y ¿hablamos de Las Vegas? Dentro de poco no quedará nada de Las
Vegas original. Alcanzamos a ver el Stardust y casi presenciamos su
demolición en nuestra última visita. Y el Frontier, donde por cierto también
os inmortalizasteis las Nancys. Pero de todos los atentados contra la
arquitectura que se han perpetrado, ninguno como el derribo de la pagoda de
Fisac, antiguos laboratorios Jofer. Es increíble que ningún edificio del
siglo XX esté protegido. Ya ves, yo que no soy nada conservadora, en esto
soy ultra-conservadora, conservacionista, conservera y conservante.
Te dejo, que ya no puedo escribir más, con esta lumbalgia que me atacó a
traición el domingo y que me mantiene en cama desde entonces. Cuando el
médico dijo "reposo absoluto", lo sentí como una condena. Mi único consuelo
es que casi me he puesto al día viendo capítulos de "Perdidos". Por mí
podían continuar para siempre.