La Casa De Nuestra Vida
Anoche vivimos una experiencia inmobiliaria inesperada. Cuando llegamos a casa por la noche, en vez de meternos en la cama directamente, hicimos la inevitable parada ante el televisor que siempre conduce a que te quedes enganchado perdiendo horas de sueño. Nos quedamos enganchados en la Sexta con un par de programas dedicados a mostrar casas. En uno se exhibían edificios e interiores ultramodernos, siempre geométricos, cúbicos, blancos blanquísmos. Casi nos da un ataque. El minimalismo nos produce lo contrario a un mal de Stendhal, nos desmayamos, pero no de arrebato placentero.
Cuando planeamos nuestra casa, dejamos una única habitación en blanco, la biblioteca, con su mesa y sillas Tulip de Saarinen, suelo, paredes, techo… todo blanco. No tardamos ni un año en odiarla en secreto. La hemos reformado y convertido en un vestidor/mesa camilla de ambiente flamenco-yeyé atiborrado de muñecas gitanas de Marín, y presidido por tres cuadros, pintados respectivamente por Costus, Lola Flores y La Chunga. Menos mal.
Anoche no pudimos evitar pensar en lo que piensa la gente cuando ve nuestra casa, cuando la visita o se la encuentra en una revista. Escuchando a esos propietarios último modelo de mansión domótica decorada por un impersonal arquitecto de interiores, nos sentíamos marcianos. Me imagino que a ellos les horrorizará nuestra casa como a nosotros nos espantan las suyas. Lo malo es que esa tendencia se ha expandido a hoteles y locales de hostelería y apenas nos quedan sitios a los que nos guste ir.
Tras la exhibición de beautiful people (entre los que había varios conocidos), hubo otro programa, “¿Quién vive aquí”, donde personas anónimas y otras no tanto enseñan sus viviendas. Aquí había de todo, castillos medievales, mini-pisos de 35 metros, lofts, casitas de campo. Nos encantaron los propietarios con delirios de grandeza y mucho sentido del humor, sobre todo los que se habían hecho una mansión a imagen y semejanza (aunque no a escala) de la que el rey Fahd de Arabia Saudí tiene en Marbella. Y otra señora que tenía una especie de Falcon Crest en Toledo, con bar tipo mesón dentro de la vivienda. Nos dio mucha pena porque esos propietarios estaban vendiendo sus casas. Pensamos lo injusto que es que alguien se preocupe de pensar en cómo es la cenefa del baño, que encargue a un artesano unas molduras, que revista de mármol una columna, que atesore en cada viaje un objeto… todo para que llegue otro y lo tire todo abajo para ponerlo a su gusto.
Vimos claramente la diferencia entre casa y hogar, entre apariencia y disfrute, entre moda y personalidad, sin importar el qué dirán. Esa es nuestra opinión y por eso somos como somos, por eso somos lo que somos. Y es una bendición que el destino haya decidido juntarnos. A dos marcianos. Anoche, cuando nos fuimos a la cama, me sentí un poquito más cercana a ti.
Te dejo tres fotos que ilustran lo que nos espanta : casas con enormes cristaleras, escaleras voladas sin barandillas y mucho blanco.
Para compensar te dejo otras tres : el saloncito de té del hotel Ritz de Madrid (uno de los pocos refugios hosteleros que nos queda) , la fachada del Graceland de Elvis Presley (eso es una casa-casa) y una imagen del Museo Liberace, trágicamente desaparecido. Menos mal que Nancys Rubias lo inmortalizasteis y homenajeasteis al grabar el vídeo de la canción “Corazón de hielo” en sus instalaciones.
Te invito a que vuelvas a verlo en YouTube: Corazón de hielo