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Alaska & Mario

Hay que dejar que las cosas se reconduzcan

Veo que no había subido nada a esta página desde el 13 de marzo, cuando escribí sobre tabloides y relaciones con la prensa. Sí, he estado muy ocupada, pero eso no es excusa suficiente, un ratito para actualizar la página se saca en cualquier momento. Lo que ocurre es que he estado bloqueada. Me pasa de vez en cuando. La vida me ha enseñado que soy increíblemente adaptable, pero que para adaptarme paso por una crisis momentánea que me paraliza. Si no existiera esa pequeña crisis, no tendría poder de adaptación. Sería ideal ser tan moldeable que ni siquiera tuviera que pasar por ese instante de pánico, pero no es así. A los cuarenta y cinco años ya sé reconocer las señales. Sólo tengo que esperar unas horas, unos días, y se me pasa.

El mundo mediático ha cambiado desde nuestra última promoción, en todos los sentidos, y hay que adaptarse. Adaptarse no significa que acabes encajando con todo, hay que decir que no a lo que no te gusta, saber por dónde no estás dispuesto a pasar, cuáles son tus prioridades. El último gran cambio se produjo hacia 1992. Pongo esa fecha de la Expo como un medidor convencional, así se hace con cualquier datación. Alrededor de ese año simbólico las relaciones con los medios comenzaron a cambiar. La irrupción de las televisiones públicas produjo un pequeño seísmo en cuanto a programación e intercambio de prestaciones con las cadenas. Fangoria estábamos fuera de juego en cuanto a éxito e interés para alguien más que nuestros seguidores más acérrimos, así que vivimos nuestro propio destierro en el desierto, cuando volvimos a resurgir todo había mutado. Por entonces yo tenía la sala Morocco y también trabajaba en la discoteca Stella. Nunca antes la prensa nos había pedido entrar, cosa que nunca consentimos, salvo en fiestas señaladas donde eran convocados. Y entonces empezaron a pedir la lista de famosos que iban a acudir, cosa que nunca les dimos puesto que nosotros no invitábamos a famosos, invitábamos a amigos que luego resultaba que eran o no famosos. A partir de ahí viene la era del photocall organizado con panel publicitario detrás, los cachés por acudir a fiestas, los medios que envían a un reportero a la alfombra roja para preguntar gracietas a los invitados, los programas de televisión de la línea dura del corazón... bueno, pues lo que hay hoy. Normalmente me gusta decir que me encuentro cómoda caminando en el filo de la navaja, contestando, estando ahí sin estar del todo, sin pertenecer del todo. No tengo nada en contra del famoso sin profesión, me parece muy gracioso que exista, muy warholiano, muy de John Waters. Pero agradezco enormemente que ese universo sea un anexo a algo más, tener un mundo que es de verdad el tuyo, el de tus discos, tus conciertos, que al fin y al cabo es lo que queda cuando no encajas con el panorama y te dedicas a lo tuyo.

En medio de esta crisis de pensamiento leo a Federico, que el 15 de marzo subió en la página una reflexión bajo el título Hay que reconducir el blog, del que tomo prestado mi título de hoy, Hay que dejar que las cosas se reconduzcan. Pues eso, ya estoy en camino de reconducción. Bueno, y Federico. Tiempo de reconducción. Estamos todos en lo mismo.

Salgo dentro de cinco minutos hacia Valencia para hacer un programa de televisión. Me voy feliz en la furgoneta con Miguelito de Dro, Nacho, Ikerne y los Jemelos (sí con J, para hacer juego de palabras con Jem, aquella estrella de pop de dibujos animados). Volvemos en cuanto acabemos, que mañana empezamos vacaciones. Tengo muchas ganas de ver a Carolina y a Paloma, la Chamorro es una mujer en condiciones, con fundamento, justo lo que necesito en este momento de hartazgo con tanta vacuidad. Y he cargado en la maleta varios libros de la asignatura de la que estoy matriculada en la UNED, los libros más paseados de España, los llevo a todas partes y nunca los abro. Pero eso se va a acabar, me pongo a estudiar ya. "Historia de las Religiones Antiguas", perfecto. Es un buen momento para dar la espalda a la crisis, a la frivolidad (sí ya sé, es lo contrario de lo que escribí en la letra de Más es más, pero como soy géminis y bipolar tengo que reconocer que Nacho tenía razón cuando escribió la letra de Lo poquito agrada y lo mucho cansa).

Semana Santa, muerte y resurrección. Como cantaba nuestro adorado Fabio Macnamara, a la vuelta todos seremos Ave Fénix.

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