No sabía nada de esta gente de la que últimamente se habla tanto en España: esa Rociito (con semejante jeta de vieja que te llamen todavía Rociito es para salir escapando) y el Antonio David, un ex guardia civil y su exmarido, padre de los hijos de ambos. Ella, otra Hijaza De. Hija de Rocío Jurado, a la que por supuesto sí conozco, porque soy fan de su voz y de su arte. Subrayo, fan de su arte, no de su vida. A mí la vida de los artistas no me interesa, es más, prefiero quedar al margen, y sólo disfrutar o no de lo que hacen; punto.
Pues la parte femenina de la parejilla del momento ha vuelto a la televisión tras un tiempo de silencio (debió de callar mucho más, pero el que paga manda), dicen, a descargar un espectáculo que da grima en contra de su ex, quien ya había sido juzgado en tribunales y no condenado por la Justicia. Pero ahora, tele mediante, es de nuevo juzgado, acusado, condenado y linchado verbalmente por un presentador y hasta por una ministra, que van, él de inquisidor y ella de madre superiora de la Justicia tomada de su chocha.
El tema es entonces afirmar que la víctima sin lugar y derecho a dudas es Rociito y que el otro es un delincuente. Yo soy mucho como Truman Capote, Jean Genet y Marguerite Duras. A mí lo que me atrae como novelista del sistema carcelario son los delincuentes y los criminales. ¿Qué hay o hubo en esa cabeza?
Pero aquí hay gato o rabo encerrado… Por eso me pregunto, ¿qué hubo y hay en esa cabeza de esta niña torcida, ahora mujer retorcida, para montar semejante espectáculo acerca de una falta grave que fue ya juzgada en los tribunales? Y que debiera ser conducida actualmente a los tribunales, eso sí, por el exmarido y hasta por los hijos, en contra de ella y del resto que la ha aupado.
Pienso, reitero, que cuando una mujercilla llorona de estas –dos millones de euros por medio, cuentan que eso cobró– se une a un desequilibrado y extremista bufón televisivo, lo que se produce no sólo es el espectáculo más lamentable que se pueda una imaginar, además pudiera tener segundas y hasta terceras intenciones: entretener a la gente hasta el 4 de mayo, día de las elecciones madrileñas (#comunismoolibertad, @yoconAyuso), e instaurar como se hizo en Cuba en 1959 hasta la fecha el sistema de linchamientos morales televisivos, públicos y populares, más horrendo por comunista que se conoce.
En Cuba, de esos linchamientos morales de inmediato pasaron, con gusto, a pleno día, y con alevosía, a las ejecuciones también públicas. O sea, del escarnio público al fusilamiento populachero hay muy poco, casi nada, centímetros de maldad…
Resulta escandaloso lo que se está produciendo en España con este Gobierno social-comunista. Escandaloso y muy peligroso. Pero la gente parece no verlo. O los únicos que lo ven son Isabel Díaz Ayuso, Toni Cantó, los de Vox y yo. Yo ya no sé cómo alertar y que no me tomen por loca que ve en todo comunismo, que es lo ad usual con esta gente. Pues, oiga, si no ve usted comunismo en esta serie tan poco seria que se está mostrando en la televisión, en la que están usando a una señora absolutamente tostada del coco, con el cerebro diluido en sentimentalismos baratuchos que nada tienen que ver con el feminismo, por el que tanto se ha luchado y del que tanto yo particularmente he escrito, pues ya me dirán si debieran ir la mayoría a ajustarse los lentes o al menos a medirse la vista. Para colmo, ella cobrando millonadas.
Voy a añadir lo siguiente: a mí este tipo de mujercita lloriqueta y medio trastornada (que debiera vérselo), que no acaba de crecer y madurar, me merece el más profundo de los desprecios. No se defiende el feminismo con este tipo de show televisivo. El feminismo se defiende mediante la ley y el pensamiento, las ideas y las acciones.
Por otro lado, yo no había visto en la vida al tal Antonio David, pero de sólo saber y comprobar lo que tiene enfrente, y al parecer con sus hijos adultos de su lado, me basta para que me caiga inclusive como una onza de oro. De a Pepe Timbales. Porque eso, y que aquí –tal como señalé antes para los que piensan y analizan– el criminal de la película, si entramos con el bisturí del novelista, de todas todas no es él. Ahora, si quieren, paredón conmigo, que siempre tendré a una Rebeca Argudo que contenga mi sangre con su blusa como pañuelo.