La educadora social Saray Carrillo sufrió una de las peores y más incómodas expulsiones de toda la historia de MasterChef. Su adiós se produjo tras emplatar una perdiz sin desplumar porque le daba apuro quitarle las plumas y presentarla así a los jueces. El veredicto, naturalmente, fue el esperado.
Además, recuerda su paso por otro reality, Casados a primera vista, y es que reconoce que estaría encantada de "seguir trabajando en la tele" y cree que, de hecho, en un formato como Gran Hermano o Supervivientes se la conocería mejor.
En una entrevista en la revista Qué me dices Saray relata cómo vivió esos momentos tan dramáticos. "Me tiré el programa llorando, lo mal que lo pasé", dice al respecto. Tan hosco fue su final en el programa que CCOO ha pedido al espacio que se disculpe ante una concursante que debe ser "protegida" y no maltratada.
Saray abunda precisamente en ese punto de vista y considera que su etnia gitana y su condición de transexual no suma enteros: dice haber recibido amenazas como "gitana, te vamos a cortar el cuello" y "soportar que me pisoteen, que me insulten… y no lo voy a consentir nunca más". Reconoce que, precisamente por esos precedentes, "saltaba así", en referencia a su virulencia con otros participantes del talent show de TVE. "Entre mis compañeros y los jueces, me sentía como una leona herida rodeada de hienas. He sacado la leona gitana".
No obstante, no da su brazo a torcer. "Yo ya me empecé a oler que me estaban haciendo la cama", cuenta. Ya de antes considera que estaba siendo maltratada, "llevándose todos los palos" con un batido de fruta y galletas que realizó previamente y que no gustó nada.
Tras ganarse el delantal negro —dice— "tenía la autoestima por el suelo, el ánimo fatal, la moral comía". Y suma a su descontento la presencia de "compañeros que, en cuanto pueden, te pisan el cuello". Pese a reconocer que llamó "pija de mercadillo" a otra participante, Saray considera que "cuando una persona brilla por ser como yo soy, hay a quien le escuece. Pues yo para que veas, que siendo la peor cocinera, me tenían envidia".
Con el jurado la cosa no mejora y asegura haberse llevado "fatal". "Tengo la sensación de que les caía mal desde el principio, que no me querían allí. Es cierto que he cometido fallos, pero se me juzgaba demasiado duro. Las cosas, dichas con tacto y una sonrisa, son mejor. Jordi es como el Risto de MasterChef, con Samantha tampoco tenía mucho trato porque es un poco estirada, y Pepe, que parece el más simpático en la tele, siempre estaba serio, muy seco". Tal y como dice en QMD, "conmigo no se han portado bien. Iban a saco a por mí, a cuchillo".
La concursante de MasterChef, a quien le queda todavía por grabar la final y reencontrarse con sus compañeros, rechaza la condición de icono de esas minorías, asegurando que "soy La Saray, soy gitana, soy transexual, pero no represento a nada ni a nadie".