La controversia de hoy es una aporía, una paradoja intrínsecamente perversa, pues plantea elegir entre dos males tan contrarios a la naturaleza del hombre (y de algunas mujeres) que no hay más salida que tirarse al suelo y huir haciendo la croqueta.
We, the People, reconocemos que en estas entrañables fechas nos hemos puesto como el Quico... lo que nos ha acercado a la forma perfecta, que es la esférica. ¿Qué podemos hacer?
Ponernos a dieta, dicen. (Horror, terror, pavor).
Hacer deporte, dicen. (¡Abominación y vituperio!).
En opinión de nuestros poetas, ninguna de estas opciones es buena: ambas son peores. Sólo hemos conseguido que discrepen a propósito de cuál les parece más espantosa.
EL DEPORTE ES DE CHUSMA
por Monsieur de Sans-Foy
El deporte es absurdo, el deporte es malsano:
transpirar por la axila sin ninguna razón...
Galopar por las calles como mártir cristiano
que se ve entre las garras del hambriento león.
El deporte es mezquino, el deporte es hortera:
envilece a las hembras, embrutece al varón.
Carne mórbida en mallas, con la lengua por fuera...
¡Ay, si Dante tuviera semejante visión!
Luego, está el deportista que se muere de infarto
y el que acaba tullido por hacerse el Tarzán:
por tirarse en trineo, mi vecino del cuarto
se ha dejado las nalgas en el Valle de Arán.
Hazme caso, Josepho: ¡no te pongas en mallas
ni practiques deporte, porque te matará!
Aceptemos los años, aceptemos las tallas...
¿Qué nos hace más sabios? El bendito sofá.
LIBRÉMONOS DE LAS DIETAS
por Fray Josepho
Correr quince minutos con trote cochinero,
hacer unas flexiones (ni más ni menos: tres),
subir unas mancuernas dos veces, con salero,
o darle a una pelota, si acaso, puntapiés.
Sí, son actividades que causan agujetas.
Son prácticas insanas. Tentáculos del Mal.
Pero, Mesié, sin duda, peores son las dietas,
ayunos y regímenes que sigue el personal.
El Mal sin paliativos se encuentra en ser esclavo
de hervir doscientos gramos de acelgas o de col,
y de sacar del plástico el fiambre aquel de pavo
que venden sin fosfatos y sin colesterol.
El Mal no está en la cuesta, Mesié, del mes de enero.
El Mal son los biscotes para desayunar.
El Mal son los traslúcidos yogures cero-cero
y el seco huevo duro pegado al paladar.
El Mal son las tisanas, la leche descremada,
el pollo, el arroz blanco y el tibio consomé.
Del Mal de los regímenes de la manzana asada,
aun más que del deporte, librémonos, Mesié.