Eurovisión 2018: Amaia y Alfred fracasan sin necesidad de boicot
El fenómeno OT español no ha contagiado a los demás países. Gana Israel con Netta. España, vigésimo tercera en Eurovisión.
En algún momento, las cosas empezaron a torcerse para Amaia y Alfred. Y seguramente, ni la ganadora de OT ni su compañero fuera y sobre el escenario se dieron cuenta de lo que ocurría, al menos hasta que las casas de apuestas aniquilaron toda esperanza. La realidad de un concurso que TVE no tiene ninguna intención de organizar Eurovisión el año que viene les pasó por encima como animalillos deslumbrados; no hizo falta boicot de ningún tipo para sentenciar a España al vagón de cola del certamen: el tercer país con menos televoto y un pobre puesto vigésimotercero (de 26) con apenas 61 puntos. O, si quieren, cuarta por la cola.
Ellos ahora se preguntan qué diablos ha pasado, cuándo empezó esa ajena y desconocida fuerza a hacer de las suyas. Pocos días antes, las apuestas, predicciones y otras cambiantes circunstancias (el orden de actuación, sin ir más lejos) empezaron a enfriar los euroánimos. En todo caso, la dichosa geopolítica al final hizo de las suyas y dio la estocada, convirtiendo el sueño en una nueva pesadilla eurovisiva. El Mediterráneo volvió a traernos mala suerte en un certamen muy repartido, con Suecia e Italia peleando duro con los favoritos, Chipre e Israel. La ganadora, la israelí Netta, venció en el último momento a la chipriota Eleni Foureira gracias al vuelco final del televoto.
Hasta ese momento, quién sabe si sometidos a los dictados de La Trinca que mueve los hilos ante la pasividad de TVE, o por un ataque de rebeldía pubescente, de esa que reclama libertad para vestir de amarillo cuando se siente a salvo en un plató de TV3, Amaia y Alfred se movieron con comodidad ante un legítimo fanatismo adolescente, seducido por la candorosa ternura de la pareja y escasamente interesado en los guiños políticos del chico que entonó Els Segadors en la Academia en pleno lío del referéndum ilegal. Sus jefes se relamían ante la confusión de su "target", que identificaba las reivindicaciones de identidad (independentista) de OT con las de vestimenta o lectura. El menú del famoso "España de mierda" seguido del postre "papá no me deja ir de amarillo".
El espectador español no tuvo que esperar mucho: a las 21:20 horas, apenas un cuarto de hora después de empezar la retransmisión, y tras un recuerdo a Uribarri e Íñigo por parte de Toni Aguilar y Julia Varela, España salió al escenario.
Cantar en segundo lugar y entonar una balada como "Tu canción" (y quizá hacerlo en español) no ayudó a Amaia y Alfred. Ninguna de las tres cosas ayuda a recordar al votante de Eurovisión, que ha sucumbido hace tiempo a la universalidad del inglés y al petardeo, la luz y el color, y que tres horas largas después tiene que emitir los votos. Para cuando hubo que votar, incluso a España se le hubiera olvidado si acaso pudiera votarse a sí misma. Pese a que no hubo fallos ni gallos como los del año pasado (ella cantó mejor que él) al final quedó una verdad ineludible: la sentimental pero pegadiza "Tu canción" carecía de escenografía y no es un tema pensado para ganar una fiesta. El de Salvador Sobral, ganador en 2016 (que cantó junto a Caetano Veloso en un emotivo regreso tras su trasplante de corazón) fue un ejemplo fatal para los triunfitos.
¿Y el resto? Temas comerciales, bailables la mayoría de ellos, alguno horrible (¿verdad, Moldavia?) y definitivamente con una escenografía más variada que otros años. Oh, y a Jimmy Jump, que no sabemos si gritó "Brexit" quitándole el micro a Reino Unido. Eurovisión parece haber ajustado su fórmula no para convertirse en lo que fue (un desafío imposible) sino para, al menos, neutralizar la sensación de ridículo de otros años. Para TVE, lo importante era evitar la humillación del año pasado, con ese Manel Navarro al que un portal de humor dedicó un cruel "¿qué fue de…?" al día siguiente de su actuación. Objetivo cumplido, ya que nada de esto ocurrirá en el futuro inmediato de Amaia y Alfred, en virtud del fenómeno OT de este año. Pero el escaso lustre de su Eurovisión tampoco va a suponerles empujón alguno.
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