Crítica: Operación Huracán, de Rob Cohen
Pues qué quieren que les diga. Operación Huracán no engaña a nadie. Y solo por eso, cae simpática.
A Operación Huracán se le pueden achacar muchas cosas, pero en ningún caso tratar de engañar al espectador. Rob Cohen, artífice de la primera entrega de The Fast and the Furious, la franquicia milmillonaria más inesperada con la que un gran estudio se haya topado jamás, permanece aquí anclado a los modestos postulados de la pura serie B con la que comenzó aquella muestra de cine macarra: ¿qué pasaría si una banda de maleantes planea un atraco... en medio de un peligroso huracán?
Todo en la película remite a cierta fórmula tan querida al Hollywood de los 90, con su amalgama de dos o tres high concepts de eficacia probada remezclados un poco al tuntún en busca del éxito, de esa imposible novedad que a todos se nos escapa... Aquí, con ese mirar al revival del cine de catástrofes que organizó Twister aquel verano del 96 (de la que la presente roba el prólogo, sin asomo alguno de vergüenza) pero convenientemente mezclada con otro (sub)género, el de los atracos o heist-movies encabezadas todavía hoy por la memorable Jungla de Cristal. No es que la cosa sea exactamente nueva: ¿Se acuerdan ustedes de Hard Rain, thriller protagonizado por Freeman y Slater a raíz del éxito de Speed y Broken Arrow? Yo tampoco, pero ahí tienen otro precedente.
Estamos en 2018, y tras seis películas de Sharknado y el auge del superhéroe fílmico, todo en Operación: Huracán huele doblemente kitsch y absurdo, a guión de telefilme del canal SyFy o, siendo generosos, a apuesta derivativa del actioner de los tardo noventa (porque los hubo: El núcleo, sin ir más lejos). Es, por ello, una suerte que el filme no se moleste ni un segundo en ocultarlo: actores de segunda para interpretar personajes que ocupan el primer acto del filme explicando de dónde vienen... y qué harán si sobreviven; frases como "esta vez no morirá nadie" o "jamás había visto a alguien tan asustado por algo que le fascina"; simulacros de giros argumentales a lo McTiernan... Todo es cliché, todo es tópico, y precisamente la formal artesanía de Cohen, incapaz seguir esa deriva paródica, de desplazar el asunto a la risa total, es lo que salva Operación: Huracán de la absoluta quema. La misma mediocridad de Cohen que condenó al abismo propuestas suyas no menos "camp", resulta que aquí sostiene el asunto con un apreciable dinamismo.
De modo que no, Operación: Huracán, con sus cuatro guionistas y ¡decena y media de productores! no engaña a nadie ni pretende hacerlo, y de postre demuestra el oficio de su director a la hora de moderar un modesto espectáculo de hora y media que se sigue con comodidad e hilaridad hasta un clímax repleto de camiones y la cara más dura que uno pueda imaginarse (nótese el destino final de los dos hackers). Una película que no pretende nada pero que lo poco que hace, no lo hace mal.
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