Treinta y un años han transcurrido del que puede considerarse el "scketch" más visto desde entonces en televisión, no importa ya en qué canal, pues se repite a menudo: "las empanadillas de Encarna Sánchez". Disgustó mucho en su día a la popular presentadora, al tiempo que consagró a Millán Salcedo como uno de nuestros mejores actores cómicos. Lo curioso, como él ha contado ya infinidad de veces, es que ese número, emitido en una Nochevieja, fue improvisado, a última hora, como relleno al haber eliminado otro que tenían previsto Martes y Trece. Se les sigue echando de menos y su ausencia se hace más presente cada 31 de diciembre. Si nos ocupamos hoy de él es porque celebra su sesenta y tres aniversario este viernes, 14 de abril. Se conoce su larga etapa junto a Josema Yuste, pero sospechamos que muchos de los que lo admiran desconocen su otro lado, menos feliz. Una infancia, adolescencia y parte de su juventud con pasajes grises, tristes que muchas veces son el contraste de quienes como Millán Salcedo tanto nos hacen reír.
Su lugar de nacimiento es un pueblo manchego, de la provincia de Ciudad Real, llamado Brazatortas, nombre que ni elegido aposta por un cómico, paisano del exquisito dramaturgo Antonio Gala, quien nunca ha consentido que se diga que vino al mundo allí, a lo que miente. De padre campesino que hubo de emigrar a la cercana ciudad de Puertollano para trabajar en Repsol y murió joven con cincuenta y pocos años, enfermo de bronquitis. Millán estuvo interno en un colegio para familias pobres, que parecía realmente un hospicio, en Puertollano, con los Salesianos. Luego estudió en otro, ya en Ciudad Real. Amén de destacar jugando al fútbol, cantando en un conjunto y actuando en un grupo teatral, ya superada la adolescencia con los estudios de Primaria hubo de elegir un oficio dentro de la Formación Profesional que se impartía y decidió ser sastre. Quienes lo conocieron entonces hablan de que era muy revoltoso y que continuamente gastaba bromas. Debía esconder la tristeza de vivir en un internado modesto, con incomodidades, huérfano de padre, con la pena de haber perdido a dos hermanos mayores, una niña por culpa del sarampión y un chico, de apendicitis. Aquellos años ausente de cariño, con las desgracias familiares, separado de sus hermanos, marcaron de alguna manera el carácter de Millán Salcedo Salcedo (lleva el apellido repetido, sin que sus padres tuvieran ningún parentesco al casarse), quien a pesar de su talante risueño, provocador ante el público guarda para sí la introversión, la melancolía. Lo dicen quienes mejor lo han conocido desde su juventud.
Alcanzada la mayoría de edad, salió del centro en el que había sido recogido y con su madre inició una dura vida en Madrid, donde ella parece ser estuvo un tiempo regentando una portería, pero murió tempranamente de cáncer de mama. Millán no se despegó de ella en el hospital, día tras día, sufriendo al ver cómo se apagaba, en tanto la pobre enferma procuraba aguantar su dolor para que su hijo preferido padeciera lo menos posible.
El tiempo que siguió hasta que hizo la "mili" lo dedicó a buscar trabajo entre la familia farandulera. Después de ser rechazado "por feo", el empresario Manuel Collado le permitió luego entrar en la compañía que representó el musical Godspell, en la segunda temporada, año 1975. Donde coincidió con otro joven que también cantaba y quería ser actor: Josema Yuste. Por allí se hallaba asimismo un ya más veterano cómico, Fernando Conde, aunque los tres citados no llegaron por entonces a hacer planes en común. Sí que este último se encontró con Millán unos meses después cumpliendo el servicio militar en Santander, simpatizaron pronto y con el humor disparatado de uno y el más contenido del otro, en los ratos que salían fuera del cuartel solían actuar en algunos baretos valiéndose de su ingenio con ocurrentes diálogos. Sería, ya licenciados, en Madrid, cuando se reencontraron y dando en formar un trío de humor, para el que barajaron estos posibles nombres: The Mecanics Braga, The Valors, University Tunas… Lo de Martes y Trece les surgió por pura chiripa. Resulta que fue un día de la semana y del mes citados cuando acudieron a un "pub" del madrileño barrio de Chamberí, llamado "People", donde daban un premio a Andrés Pajares. Éste, les permitió actuar. Con tal aceptación entre el público que el empresario los contrató los fines de semana, a mil "pelas" para cada uno por noche. Josema era amigo de la infancia de Miguel Bosé, le pidió que les echara una mano y generosamente el cantante, ya un triunfador, sería clave para que Martes y Trece grabaran con una multinacional –aunque el disco resultara luego un fracaso- y hasta rodaron una película, Sentados al borde de la mañana con los pies colgando, surrealista aventura cinematográfica que también fue un fiasco. Lo que sí les pareció más práctico fue cuando también por mediación de Miguel Bosé aparecieron en 1979 en Fantástico, un programa de gran audiencia presentado por José María Íñigo, que les permitió, sin haberlos visto ni ensayado número alguno presentar un improvisado sketch emulando a las entonces acompañantes corales de Julio Iglesias, las muy cursilonas Trillizas de Oro.
En poco tiempo, Martes y Trece se situaron entre los mejores humoristas del país, cuando Tip y Coll eran los indiscutidos números 1. Doscientas cincuenta mil pesetas por actuación eran sus emolumentos. Isabel Pantoja los contrató una breve temporada para su espectáculo, del que formaban parte el galán Máximo Valverde, que seguía enamorado de la sevillana. Pasados cinco años de su debut, el trío se mantenía en plena popularidad, cuando Fernando Conde, sin que mediara incidente alguno, decidió separarse. Las explicaciones que dio es que no se sentía a gusto con su papel y prefería volver a lo suyo, el teatro clásico, el verso. Y se marchó dejando a ganar una fortuna para ganarse la vida como un actor secundario en los teatros nacionales, con sueldos infinitamente más bajos. Quiso independizarse un día, montar una obra de su elección con una compañía propia y perdió dos millones en el envite. Palos a gusto no duelen. Josema y Millán proseguirían como Martes y Trece, aumentado su "caché". Participaron en el rodaje de La Corte de Faraón, protagonizada por Ana Belén y tras su ya citada aparición en la Nochevieja de 1986 con el número de la empanadilla ya serían los artistas más esperados cada final de año. Con programa propio, que ensayaban muchos meses atrás.
Volvieron a la carga con Encarna, de viaje a Palma de Mallorca en la compañía de Isabel Pantoja. Lo que desencadenó en toda España insinuaciones para todos los gustos, cuando ellos explicaban que no se entrometían en la intimidad de las citadas. Desestimaron una oferta de Telecinco, que les suponía embolsarse quinientos millones de pesetas al año, prefiriendo firmar con Televisión Española la realización de cuatro programas especiales desde septiembre a diciembre por importe de doscientos treinta y cinco millones en total. Sus parodias seguían siendo muy celebradas, con imitaciones de personajes del momento, desde Jesús Hermida a Emilio Aragón, Gloria Fuertes, José María García, Raphael…
Josema Yuste y Millán Salcedo eran ya millonarios, su popularidad alcanzaba los mayores niveles de audiencia conocidos en televisión en programas de humor. Y sin embargo, de la noche a la mañana, tomaron la determinación de deshacer para siempre el afamado dúo. Mejor diremos que, en singular, quien optó por ello fue el manchego. La razón que Millán Salcedo dio a su compañero madrileño fue que estaba agotado, que no podía más, entre los excesos de trabajo, la presión mediática, los agotadores viajes, la presión de las audiencias, el acoso de los "fans"… ¡Qué sé yo…! Estaba al borde de un ataque de nervios o de locura, si se nos permite parafrasear a su paisano Pedro Almodóvar. Dejó sin cumplir algunos contratos, exhibiendo después un parte médico: estuvo tres semanas en una clínica de Marbella recuperándose de lo que él repetía como causa de su estado psíquico y físico: un surmenage.
Martes y Trece desapareció para disgusto de millones de admiradores en 1997. Josema formó compañía teatral, representando vodeviles y comedias, como la última, Táxi, en tanto que más espaciadamente, Millán se ha enrolado en algún espectáculo de zarzuela o comedia musical, porque tiene buen oído y canta más que aceptablemente, amén de representar un "show" propio de monólogos, como Yo me subía a un piano verde, o En mis trece con la única presencia de un pianista. Su vis cómica sigue siendo excepcional en ese sentido; su ingenio como autor del libreto, lleno de originalidad. Es difícil sustraerse a las risas continuas, a las desternillantes carcajadas con él en el escenario. En cuanto a su relación con Josema Yuste la ha mantenido reuniéndose con él en algunas ocasiones –no muchas, la verdad– para rodar un "spot" con otros humoristas o para aparecer en un par de programas de Bertín Osborne.
Uno, sigue manteniendo que la ruptura profesional del dúo se produjo no sólo por el cansancio de Millán, sino por algo más que nunca han querido hacer público. De caracteres bien distintos, de gustos y costumbres diferentes. Josema, después de una prolongada relación con quien fue la madre de su primer hijo, se casó con una azafata, María José. Y Millán siguió con otras amistades, aunque nunca que se sepa tuvo ninguna novia formal. Se les recuerda entre sonrisas, cuando ya han pasado veinte años.