Triste episodio el que marca el ocaso, puede que definitivo, en la vida de un cantante triunfador, Luis Miguel, hijo de padre español y madre italiana, nacido en San Juan de Puerto Rico, nacionalizado mexicano ya jovencito, hará cuarenta y siete años en abril próximo. Según hemos recabado en las redacciones de dos importantes diarios aztecas, El Heraldo y El Sol de México, el ídolo atraviesa la más aguda crisis de su vida que afecta tanto a su salud como a su patrimonio.
Está comprobado que aunque vive todavía sujeto a sus costumbres de lujo y despilfarro le llueven las demandas por incumplimiento de contratos, por deudas contraídas a las que no ha sabido o podido hacer frente. Está en juego, entre otras cosas, su yate, en el que se paseaba con mujeres semidesnudas, según lo acusan desde ciertos sectores. Entre tanto sus más cercanos lo encuentran deprimido, sin querer recibir a sus amigos, sin atender razones ni consejos, sumido en una situación sin salida que él resuelve a base de alcohol y cocaína. Las drogas lo están matando lentamente, al tiempo que su reputación artística pierde enteros a velocidades supersónicas. Porque en el mundo del espectáculo cuando un artista no cumple con sus contratos, se comporta en el escenario de manera al menos rara por no recurrir a razones más contundentes ligadas a las sustancias que consume, los empresarios lógicamente se cubren en defensa de sus intereses. Y así, después de las espantadas que Luis Miguel dio en el pasado año, de su vergonzosa actuación en el mismísimo Auditorium de México, pocos o casi nadie creen ya en él, en que vaya a regenerarse, al menos en los próximos meses. Hoy en día, con las redes sociales, con los medios que permiten casi en el acto conocer los pasos de alguien como él, es absurdo negar su penosa situación. Sabemos que en su pretensión de cantar durante veinticuatro galas en el Cosmopolitan Hotel de Las Vegas, a la empresa que lo representa en Miami, Emax Group, le han ofertado únicamente cuatro actuaciones. Y gracias… Y es que, por conflictivo, se le van cerrando muchas puertas.
Viene Luis Miguel manteniendo en algunas de las escasas entrevistas que acepta con los informadores, que padece desde hace tiempo una enfermedad llamada tinnitus, que le produce extraños y molestos sonidos en sus oídos, lo que para un cantante es claro que supone un hándicap. Pero eso no justifica su comportamiento en escena, el olvido de las letras de sus canciones, los desvanecimientos y la cancelación de actuaciones en giras programadas donde las empresas arriesgan mucho dinero en publicidad y en las contrataciones de sus locales. Parece una actitud gratuita, irresponsable, de quien no sólo juega con su salud y con su carrera, sino que perjudica a los demás de modo flagrante. Pero estamos ante un tipo déspota, maleducado, orgulloso, colérico, y por encima de todo soberbio. Cree estar por encima de los demás.
Yo lo conocí siendo adolescente cuando compareció junto a su padre, el mediocre intérprete coplero Luisito Rey, a los postres de un almuerzo en el madrileño Club Internacional de Prensa. Entonces, el jovencito era prudente, educado. A los pocos años, ya afamado en México, vino a Madrid y en un par de ocasiones me concedió sendas entrevistas en el hotel que ocupaba. No recuerdo a artistas canoros más endiosados como él, insulsos luego a la hora de hablarnos de su carrera y de su vida. Pero es que ese modo de ser y actuar lo ha desarrollado con sus fans y con sus más allegados, entre los que recuerdo a un chico de su edad, hijo del fallecido jefe de confección del diario Pueblo, Pepe Asensi. Pero ni éste podía sujetarlo. Luis Miguel, divo entre los divos, ya saben fue motejado en tierras aztecas como "El Sol". Ahora eclipsado y ya con muy poca luminosidad por cuanto les he contado.
¿Y cómo piensa Luis Miguel salir del pozo en el que se encuentra, empezando porque ha de romper con las drogas, lo que para un adicto es tarea harto complicada? Ha recurrido a un conocido productor norteamericano, Mark Burnett, quien al frente de su equipo piensa que para rehabilitar la figura de su pupilo lo más rentable podría ser una serie televisiva sobre su vida, contando pelos y señales de la misma. La vida secreta de Luis Miguel, o algo parecido, como título atractivo para la audiencia. Y en esos preparativos están en México, aparte del próximo lanzamiento en febrero de un nuevo disco, a ser posible con boleros de Armando Manzanero, del Mariachi Vargas y algún autor más moderno, después del anterior, Labios de miel, que aquí en España creo que ha pasado inadvertido, del que no tengo la menor noticia. Sus excesos con sustancias prohibidas han marcado su rostro, además retocado por alguna operación de estética, con las huellas de sus adicciones y, en general, más delgado.
En la soledad buscada por él, huyendo de quienes fueron sus verdaderos amigos, sólo tiene a una mujer, que pasa por ser su último amor, aunque conociéndolo la caducidad de la relación puede que esté a la vuelta de la esquina. Ella se llama Kristina, así, con k, que queda mejor; es belga, fue corista en uno de sus espectáculos, amante ocasional en otra época, con la que meses atrás volvió a reencontrarse. Aunque también se dice que no ha roto del todo con la rubia Kasia Sowinska. Amores de un galán romántico de la canción acostumbrado a abandonarlas a las primeras de cambio. Su listado es amplio. Hemos de reconocerle su buen gusto: Isabela Camil, Lucía Méndez, Mirka Dellanos, Salma Hayek, Genoveva Casanova (que cayó en sus brazos para consolarse después de que le pusiera los cuernos el jinete Cayetano de Alba, hoy deshojando la margarita con el también dubitativo ex Ministro de Justicia José María Michavila), Lucero, Mariah Carey, Sofía Vergara… Posiblemente la mujer que más le ha durado sea Aracely Arámbula, con quien tuvo dos hijos, Daniel y Miguel, cuando ya era padre de una niña que lleva los apellidos de la madre, Michelle Salas. Aracely ha dicho que Luis Miguel se ocupa poco de sus retoños: "Es un padre ausente". O sea, irresponsable. Su cualidad extensiva también a sus actividades.
Y ahí lo tenemos. Cantando desde hace más de treinta y cinco años. Ganador de 5 Grammys. Quien ha vendido cien millones de discos. Adorado por millones de seguidoras. Y sin embargo, otro juguete roto en la bancarrota, que trata de salir de esa pesadilla que lo tiene atormentado desde hace meses, por su propia culpa. En este 2017 se juega su porvenir, que pinta bastante oscuro.