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Rosa Belmonte

El elefante de Mata Hari

Con la muerte de Manolita Chen hemos recordado el circo, ese mundo que ya no existe.

Mata Hari | Cordon Press

Pinito del Oro dijo en un Telediario que no sabía si el circo había perdido categoría o era el público el que la había perdido y ya no sabía apreciarlo. De esa reflexión de la trapecista hace tiempo. Ahora va a cerrar hasta el circo Ringling (la desaparición de los elefantes, por la presión de los grupos animalistas, hundió la taquilla). En un futuro, el circo será como las luchas de gladiadores, eso que vemos sólo en el cine a la vez que Ridley Scott nos cuela a Giannina Facio. Veremos el circo en La parada de los monstruos, en American Horror Story: Freak Show, en Trapecio o en El fabuloso mundo del circo, la película que Henry Hathaway rodó en Madrid. La carpa se instaló en el estanque del Retiro, que mandó secar. Hathaway tenía tan mala leche que la gente de rodaje lo llamaba Japutaway (lo cuenta Enrique Herreros en ‘A mi manera’). John Wayne también se acordaba de Hathaway. La humedad del lugar era importante en el invierno del 63. Wayne mitigaba el frío con lingotazos de coñac Martel.

Con la muerte de Manolita Chen hemos recordado ese mundo que ya no existe (quizá en China). No existe ni el Teatro Chino de Manolita Chen ni nada que lo recuerde. La artista tomó el nombre de su marido, Chen Tse-Ping, conocido como Chepín. Era lanzador de cuchillos, malabarista, bailaba los doce platillos… Y besaba muy bien, según Manolita. También es verdad que ni lo que hacía Pinito del Oro ni lo que hacía Manolita Chen tiene detractores ruidosos. No sé, mujeristas. El domingo y en Madrid, cinco animalistas asaltaron un circo en plena función. Agredieron a varios domadores y dejaron inconsciente a uno de ellos. Antes habían golpeado al gerente, además de amenazarlo de muerte. "Esto te pasa por esclavista, te vamos a matar, hijo de puta". Al día siguiente, cinco encapuchados irrumpieron en la pista cuando estaban actuando tres caballos. Desde el Circo Quirós, que fue donde pasó, dicen que los ataques de grupos animalistas son algo habitual y cada vez más repetido.

El muy celebrado libro de Steven Pinker, Los ángeles que llevamos dentro, tiene como tesis la disminución de la violencia en nuestra época. Cuando se le pregunta a Pinker si eso lo apreciarían los niños sirios, él contesta que hay que mirar a los niños de Angola, Vietnam, Nicaragua u otros sitios que en el pasado eran continuos escenarios de conflictos y ahora viven en paz. Entre los movimientos que demuestran que ha disminuido la violencia, señala Pinker los derechos de las minorías. Y se detiene en la defensa de los derechos de los animales. Cree el psicólogo experimental, científico cognitivo, lingüista y escritor que "el movimiento a favor de los derechos de los animales es el mejor indicador de lo mucho que se ha avanzado en el camino que lleva hacia una disminución gradual de la violencia en el mundo". Vale. A lo mejor hace falta recordar eso que dice Adela Cortina de que los animales no tienen derechos, tienen valor. En todo caso, estos energúmenos que asaltan circos no parecen indicadores de lo mucho que se ha avanzado en el camino que lleva hacia una disminución gradual de la violencia en el mundo.

Mata Hari, de cuyo fusilamiento se cumplirá este año el centenario, actuaba con animales. Escribe Janet Flanner en París era ayer que, como bailarina de salones, las más atrevidas anfitrionas internacionales la tenían muy solicitada. Una vez dio su espectáculo en el jardín de Neully de una conocida estadounidense. La bailarina espía hacía su entrada casi desnuda sobre un caballo de circo gualdrapado de azul turquesa. Había querido hacer su espectáculo sobre un elefante de circo. Pero la señora norteamericana consideró que sería difícil de controlar, ya que luego iban a servir té y galletas. Hombre, eso sí es un argumento.

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