Esta semana, por cuarta vez, nuestros poetas se van a insultar. Se van a tachar de rijosos y lascivos. Y lo van a hacer en la estrofa llamada silva. La silva (del latín silva, ‘selva’, ‘bosque’) está compuesta por versos endecasílabos y heptasílabos en número y proporción variables y con rima consonante distribuida también a gusto del poeta. Es decir, como los árboles de un bosque presentan orden aleatorio, así los endecasílabos y heptasílabos de la silva. ¿Y por qué es armónica esa mezcla de versos de siete y once sílabas y no otras? Por razones acentuales que ya explicó aquí Fray Josepho hace unos años.
Los poetas italianos del Renacimiento se dieron cuenta de ese maridaje armónico. Y desde Garcilaso, como pasó con el soneto, la silva arraigó en España. Fue bastante usada en el siglo XVII (es la estrofa de las Soledades de Góngora) y luego mucho más en el siglo XVIII y en el XIX, en el que los románticos gustaron de las silvas asonantadas. Y así hasta hoy día, pues la silva sigue usándose en distintas variantes, entre las que destaca la silva de versos blancos, es decir, sin rima.
Pero no nos metamos en detalles y leamos los ataques entre Monsieur de Sans-Foy y Fray Josepho.
FRAY PICOS PARDOS
por Monsieur de Sans-Foy
Los votos de pobreza y obediencia
los cumples con rigor inusitado:
¡qué pobre, el resultado
de tu controversial incompetencia!
¡Qué ejemplo de obediencia muda y ciega,
la tuya, dilectísimo colega,
para los variopintos
dictados de tus ínfimos instintos!
Lujuria conejuna:
de castidad, Josepho, tú, ninguna.
Conozco tu carrera,
pues ya desde esmirriado mozalbete
de fama codiciosa y pendenciera
brillaste en el oficio de alcahuete,
curtiéndote en el trato
con hembras de costumbres disolutas.
¿Qué fue del celibato,
si estás a todas horas entre putas?
Te llaman proxeneta,
ribaldo, maniblaj y guardacoimas.
¡Retírate de crápula, poeta,
que a nadie en ese mundo se respeta!
Por lúbrico y garrulo,
igual acaban dándote por... chulo.
EL SALIDO FRUSTRADO
por Fray Josepho
Es cierto, sí, Sanfuá, que estás salido.
Y aunque eres calentón libidinoso,
a tu ímpetu vicioso
lo deja un tanto gris y deslucido
tu pene chuchurrido,
sin brío ni bravura,
cual macarrón pasado de cochura.
Qué maldición, qué horror, qué penitencia
la del que al sexo solo se consagra
y sufre una impotencia
que es resistente incluso a la Viagra.
En fin, ego te absolvo,
Sanfuá, pues tu lujuria impenitente
te deja solamente echar el polvo
en el delirio obsceno de tu mente.
Igual que la gallina
sueña surcar los cielos cual gaviota.
Igual que el calvo sueña una melena
que cubra su desnuda cocorota.
Así, tu pichurrina
se sueña como nabo o berenjena;
y anhela ser ariete
que ahonda, que taladra, que arremete,
que profundiza enérgico y que moja…
cuando es únicamente el cacahuete
de un triste viejo verde pichafloja.