Telecinco rodea de niños a los líderes políticos y A3 Media les envía a Susanna Griso. ¿Cuál de esos dos castigos es más duro? Sin duda el segundo, porque la tertulia infantil con los políticos dura una hora escasa y la presentadora de Espejo Público se pasa dos días pegada a ellos. Superar esa prueba es garantía de que uno tiene la resistencia psicológica suficiente para dirigir un país. Los cuatro candidatos en estas elecciones han salvado el reto sin secuelas apreciables, lo que dice mucho de la fortaleza mental de nuestra clase política. La castuza y la nueva.
Dos días dan para mucho. Lo cual es un problema, porque dos españoles compartiendo charla durante tantas horas seguidas acaban hablando de sexo y de fútbol, no necesariamente por ese orden. En lo que respecta al balompié Griso y Rivera son culés, así que no hay mucho espacio para el debate sobre todo después de "La Undécima", a la que ya hasta quieren dedicarle una calle. En cambio el sexo es un buen argumento televisivo porque, además de ver al entrevistado en aprietos ante preguntas delicadas, el entrevistador consigue pasar por una persona de mente abierta, muy liberada y a la que le gusta el riesgo. Unos se van a ejercer de reporteros de guerra para sublimar esa necesidad psicológica, otras se quedan aquí haciendo regalos eróticos a los entrevistados y preguntándoles por su régimen sexual durante la campaña electoral.
Griso ha tenido siempre imagen de cuñada modosa y eso le obliga a sobreactuar. Como una ilustre comunicadora radiofónica, que una vez vino a Murcia a recibir un galardón y, como ejercía en un medio episcopal, dedicó su discurso de agradecimiento a glosar el último encuentro sexual con su señor esposo para estupor de los más jóvenes y escándalo de las ancianitas presentes en la sala.
¿Qué aporta a los espectadores en términos políticos conocer los hábitos sexuales de Albert Rivera? Al parecer mucho, aunque resulte difícil determinar por qué es tan importante conocer su desempeño concreto en una actividad tan personal. Va a ser interesante cuando veamos a la Griso preguntar por estos asuntos a Mariano Rajoy, un señor de sesenta años que, a pesar de mantenerse en forma, está ya en una edad poco propicia para ciertos alardes.
Albert Rivera debe estar preguntándose todavía si lo hizo bien o mal con Susanna Griso, pero es que la estrella matutina de Atresmedia convierte en una experiencia aburrida todo lo que hace y así resulta muy difícil opinar. Y cuando pretende cargar la suerte es todavía peor. Al final de la entrevista, Griso preparó a la audiencia diciendo con voz en off que iba a hacer a Rivera preguntas muy comprometidas. "¡Allá voy!", exclamó la intrépida entrevistadora. Y allá que fue... a preguntarle al líder de Ciudadanos si era gay, como dicen en los basureros de internet. O yonki, que eso también lo han llamado en otros estercoleros, pero en este caso chavistas.
Tanta intensidad para esto. Casi dos horas de programa en las que no descubrimos nada que no supiéramos ya de Albert Rivera. La despedida fue lo mejor por dos motivos. Porque, en efecto, era la despedida y porque Rivera explicó el titular que le gustaría que hubiera al día siguiente de las elecciones: "Los españoles piden un cambio a mejor". Seguro que sí. De hecho, con un poco de suerte Antena 3 inventa otra fórmula para las próximas elecciones.