Laura Valenzuela cumple 85 años en el más plácido retiro
La primera presentadora de TVE cumple 85 años. Su trayectoria de varias décadas deja éxitos incontestables.
Ochenta y cinco años cumple este 18 de febrero Laura Valenzuela, de la que siempre que escribimos sobre ella destacamos su elegancia, su simpatía. Representa físicamente algunos menos años de los que dicta el calendario. En su día pasó por el quirófano para algunos retoques faciales, desde luego. Y superó el cáncer de mama que le detectaron en 2005, tras su paso por un hospital de Houston, el mismo al que tuvo que acudir también su hija Lara un año más tarde. Los dos hijos de ésta, de dos relaciones distintas -Francisco Murcia y Álvaro Muñoz- hacen feliz a Laura Valenzuela,
Y siguiendo con los aniversarios, esta admirada mujer, modelo de alta costura en su juventud, presentadora en la pequeña pantalla y luego actriz cinematográfica, está estrechamente ligada a los comienzos de Televisión Española, cuyas emisiones se iniciaron en 1956, (aunque oficialmente fuera en 1958), luego por lo tanto se van a cumplir en el presente sesenta años. Precisamente fue en aquellos improvisados estudios del madrileño Paseo de la Habana donde se convirtió en la pionera de las locutoras de televisión en nuestro país, trabajando tres años antes de que se realizaran los primeros programas, en una fase provisional.
Durante ese tiempo, antes y cuando ya pudieron contemplarse las primeras imágenes, Rocío Espinosa López, que así figura en su carné de identidad, decidió adoptar el sobrenombre de Laura Valenzuela, con el que sigue siendo conocida. Al punto que no recuerdo a nadie de su entorno que la llamara por su verdadero nombre de pila, ni siquiera su marido, José Luis Dibildos. Por cierto: es sevillana, pero se trasladó con sus padres a Madrid con sólo un año de vida, razón por la que no tenga acento andaluz. De aquellos años juveniles, recuerda que quien le habló para que se presentara a unas pruebas en aquella televisión en ciernes fue el gran actor José Luis Ozores, desgraciadamente fallecido por una cruel enfermedad. Le dijeron que se colocara ante una cámara. Nada más encenderse una lucecita roja, siguiendo instrucciones debía sonreir e improvisar unas palabras, tras lo cual le dijeron que volviera al día siguiente. Es decir: estaba contratada. Con un horario de tres de la tarde hasta las doce de la noche. Cobraba trescientas ochenta pesetas de sueldo pero, como era poco dinero, los directivos, sujetos a unos emolumentos oficiales, se inventaron un "plus" que se dice ahora, y le pagaban cuarenta duros más en concepto de "afinadora de piano". Naturalmente era un recurso, la manera de justificar ese añadido económico. Porque de afinar ese instrumento… no tenía ni idea.
Esa y otras anécdotas, que a lo mejor darían para un libro sobre aquellos escarceos televisivos, persisten en la memoria de Laura Valenzuela. Como las veces que ella y sus compañeros, entre ellos por ejemplo el recordado actor Francisco Valladares, que asimismo debutaba en calidad de locutor, tuvieron que barrer el estudio, porque a determinadas horas ya no había ninguna limpiadora. Y lo hacían gustosamente y riéndose al mismo tiempo, en aquel mundo desconocido en continua improvisación. Laurita decía que una cámara de televisión le recordaba "una caja de tomates con trípode incluido". Le encomendaron, entre otros espacios, presentar uno de trucos caseros, lo que suponía exponer ante el exiguo número de telespectadores alguna que otra extravagancia. No lo era desde luego anunciar algunos de los primeros productos que se publicitaban, como una marca de frigoríficos, cuyas bondades las ensalzaba junto a su colega, el muy apreciado Jesús Álvarez (padre del actual comentarista deportivo). Y ello en una época en la que todavía en España había múltiples hogares donde se utilizaban fresqueras o se recurría a enfriar las bebidas y alimentos en un sótano, o mejor las primeras en un cubo que descendían en las casas de los pueblos que tenían pozos de agua.
Bromas se gastaban a diario en aquella Televisión Española en ciernes y así a José Luis Uribarri, otro gran presentador desaparecido tempranamente, mientras daba las noticias de un telediario en directo, un par de colegas situados debajo de la mesa que aquel ocupaba, fueron poco a poco quitándole los pantalones hasta dejarlo en calzoncillos. Hubiera sido desternillante que el cámara de turno lo hubiera captado de tal guisa para deleite de la audiencia. La permanencia de Laura Valenzuela en Televisión Española finalizó en 1957, cuando ya fue decantándose por el cine. Con pequeños papeles había aparecido hasta entonces en cuatro o cinco películas, la primera de ellas en una intervención episódica en 1953 en El pescador de coplas, que protagonizó Marujita Díaz con unos primerizos galanes: Vicente Parra y Tony Leblanc.
Pero lo que decidió su salida de "la tele" fue el encuentro con José Luis Dibildos, guionista y productor cinematográfico. Quien le proporcionó guiones con mayor lucimiento, caso de Ana dice sí, Luna de verano, Los tramposos, La fiel infantería, todas de finales de los años 50, y en el decenio siguiente hasta dos coproducciones, Madame Sans-Gene, protagonizada por Sofía Loren, y El tulipán negro, junto al galán europeo del momento, Alain Delon. La filmografía de Laura Valenzuela finalizó, tras una treintena de títulos, en 1970 con Españolas en París, sin lugar a dudas la mejor y más destacada de sus interpretaciones en la gran pantalla. En la otra, reapareció en 1968 como copresentadora de Galas del sábado, en unión de Joaquín Prat, con el que más de una seguidora del programa la creyó casada, según me contaba divertida.
Boda, por fin, tras once años de noviazgo, con José Luis Dibildos, en 1971, año en el que nació su única hija. Su esposo trató de impedirle que regresara a la pequeña pantalla, pero ella consiguió su propósito en 1988, hasta despedirse el 7 de noviembre de 2006 en la Gala del 50 Aniversario de TVE. Ya viuda, nunca añoró más las cámaras. Fue la gran estrella de televisión. Y hoy, ama de casa y abuelita tranquila y feliz.
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