Rajoy en la guardería podemita
El presidente del Gobierno supera cómodamente su examen en La Sexta.
Al final, la comparecencia de Mariano Rajoy ante el temible público de La Sexta para someterse a sus preguntas despiadadas fue una excursión de jesuitas, de cuando la Compañía todavía no se había convertido al marxismo. Las dieciocho cuestiones que le plantearon al presidente del Gobierno fueron básicamente las mismas que le haría un paisano jugando al dominó en Cambados antes de que el orujo haga su efecto. No hubo opción para la sorpresa ni tampoco un participante exaltado que pusiera patas arriba el concurso de preguntas convencionales en que acabó convirtiéndose el programa de Iñaki López.
La Sexta quiere bajar del monte y convertirse en un lugar amable para que el Gobierno popular pueda expresarse con cierta comodidad y siga otorgándole canales de TDT. Ahora sólo le falta domesticar ligeramente a su audiencia más asilvestrada, que anoche ponía el grito en el cibercielo por el hecho de que una de las preguntas a Mariano se las hiciera un amigo de correrías –de correrías sanas, en plan caminatas por el bosque y tal- que, casualmente es marido de Ana Pastor (la ministra, por supuesto). Cuando a Pablemos le pusieron en el mismo espacio a su primo de Sevilla para que le hiciera también una pregunta no hubo escandalera, pero eso es lo típico en un movimiento político que considera el bolivariano "Aló presidente" un referente de ecuanimidad.
Sobre la corrupción en el PP no hubo apenas lugar para la Púnica ni la Gürtel, precisamente en la cadena que dedica un montón de horas semanales a los comentarios sobre estos asuntos de Sardá y el gañán de las anchoas, los dos intelectuales orgánicos de la cosa podemita. Ni siquiera apareció Bárcenas. Tan sólo las presuntas corruptelas de Rodrigo Rato llamaron la atención de una señora muy educada, escandalizada por el caso que afecta al ex compañero del compareciente. "Pues mire, no sé bien qué decir", respondió Mariano que, a continuación, se zafó del tema más polémico de la noche con una apelación al respeto que le merecen las sentencias judiciales. Y no hubo más.
El presidente del Gobierno debe tener a estas horas la sensación del estudiante que, tras preparar muy duramente una difícil prueba académica, se encuentra con un examen tirado. De haberlo sabido, el estudiante imaginario se habría ido de fiesta con sus colegas y Rajoy no hubiera suspendido los actos de campaña para preparar este programa. Aunque, en realidad, ¿qué mejor acto electoral que aparecer hora y media hablando en el plató-guardería de la podemidad?
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