Lo de votar es una contumacia
que cada cierto tiempo nos tortura.
¿Por qué menudeamos la impostura
con tanta terquedad y pertinacia?
¡Que acabe de una vez nuestra desgracia!
¡Qué hastío, qué empalago, cuánta hartura!
¡Que vuelva, por favor, la dictadura!
¡Abajo la insufrible democracia!
Tras mucha reflexión y un hondo estudio,
declaro formalmente que repudio
las urnas y el sufragio universal.
Perdónenme mi tono tan vehemente,
pero es que me han nombrado presidente
de una maldita mesa electoral.