Una absurda caída desde un tercer piso a la calle acabaría, en el transcurso de unos años, primero con la carrera profesional de uno de los mejores presentadores de televisión, Kiko Ledgard, y después con su vida, ya trastornada su memoria. Se cumplen veinte años de su desaparición este viernes, 23 de octubre.
Muchos de ustedes seguro que lo recuerdan, allá por la década de los 70 como animador del programa-concurso más visto en la historia de Televisión Española, Un, dos, tres… responda otra vez, al que accedió en las temporadas de 1972 hasta 1974 y luego, tras un paréntesis, entre 1976 y 1978. Vestía de esmoquin y, cuando de vez en cuando se remangaba a propósito, dejaba ver unos cuantos relojes prendidos en el interior de su chaqueta. Para completar esos aderezos usaba un calcetín rojo y otro negro. Aquello formaba parte de su bienhumorada personalidad, en lo que no tenía parte el guionista, director y realizador del espacio, Chicho Ibáñez Serrador, lo que con anterioridad ya exhibía en sus apariciones en la televisión peruana, de donde Kiko Ledgard procedía.
Había nacido en Lima el 28 de noviembre de 1918 y se llamaba Enrique Rodolfo Ledgard Jiménez, hijo del presidente de un banco alemán, cónsul de Alemania en la capital peruana. No quiso estudiar carrera universitaria alguna y se ganó la vida como auxiliar en una compañía aérea, vendedor en una multinacional, ejecutivo de una empresa publicitaria, locutor radiofónico y hasta boxeador profesional. Su destino final lo halló en 1959 al debutar como presentador de televisión, faceta en la que se mantuvo hasta que en 1971 aterrizó en Madrid huyendo de la dictadura militar que se había impuesto en su país al mando del general Velasco Alvarado.
Llegó casi con lo puesto, acompañado de su esposa y de sus once hijos. Kiko Ledgard se presentó por las buenas en Prado del Rey en demanda de trabajo. Simpático, ocurrente, tuvo la suerte de que la responsable de los programas infantiles de TVE Blanca Álvarez lo contratara para el programa matutino de los sábados Hoy también es fiesta. Recuerdo haberlo saludado en uno de los descansos de aquel espacio para la gente menuda, disfrazado de payaso y rodeado de niños a los que dispensaba un trato cariñoso. Un año más tarde es cuando Chicho Ibáñez Serrador lo escogió para Un, dos, tres…. Kiko Ledgard le comentaría el éxito que había tenido en la televisión peruana con el programa Haga negocio con Kiko en el que aparecía llevándose las manos a sus bolsillos mostrando a los concursantes un fajo de billetes con el ánimo de incentivarlos en la diatriba de elegir o un regalo oculto o dinero contante y sonante. La idea fue recogida inmediatamente por Chicho, incorporándola a Un, dos, tres… donde se recordará que Kiko jugaba a esos trueques tentando a los participantes constantemente.
Todos aquellos artificios, la mecánica del concurso, el desfile de humoristas, la presencia de atractivas azafatas luciendo minifaldas o llamativos shorts fueron incontestables bazas para que Un, dos, tres… responda otra vez lograra audiencias que superaban a veces los veinte millones de telespectadores. Cierto que entonces sólo había dos cadenas en funcionamiento, las oficiales, pero ningún otro programa logró desbancarlo. Y Kiko Ledgard se vio aupado a la cucaña de la popularidad. Hasta intervino en dos películas, Dormir y ligar todo es empezar y Estoy hecho un chaval. Además, Chicho ofrecía el mismo espectáculo televisivo en directo en plazas de toros y recintos deportivos (que no se retransmitían), lo que le supuso ingresar millones a espuertas para su productora, de lo que asimismo se beneficiaban las gentes de su equipo.
Kiko Ledgard disfrutaba de una próspera situación económica y pudo hacer frente a sus gastos familiares, que no eran moco de pavo dada su numerosa prole. Todo aquello se vendría abajo, como un castillo de naipes, cuando fue sustituido por Mayra Gómez Kemp. Había sufrido un infarto de miocardio, hubo de llevar un marcapasos y le dieron tres meses de vida. Por fortuna no se cumplieron aquellos negros augurios en 1980.
Al año siguiente estando en su país, donde lo contrataron para un programa en la pequeña pantalla, en el transcurso de una rueda de prensa, encontrándose en la terraza de un hotel, quiso hacer una graciosa pirueta con destino a las cámaras de televisión y a los fotógrafos, subiéndose a una barandilla. Resbaló y desde una altura de tres pisos, a siete metros del suelo, cayó al vacío, sufriendo un fortísimo golpe en la cabeza.
Su recuperación fue lenta y ya no pudo estar al frente de aquel programa que le habían ofrecido. Volvió a España. Pensando que los daños cerebrales que le ocasionó aquella estúpida caída estaban superados. Y se entrevistó con Chicho Ibáñez Serrador con ánimo de volver a ocupar su puesto en Un, dos, tres…, que ya dijimos estaba en manos de Mayra Gómez Kemp. Habían transcurrido nueve meses del accidente. Mayra estaba dispuesta a cederle el protagonismo que había tenido en el programa. En sus memorias, recordaba: "Se le iba el hilo de la conversación, se le perdían las palabras… La recuperación del gran showman era imposible". Con gran dolor de su corazón, Chicho no pudo reintegrarlo a su equipo.
La vida en adelante para Kiko Ledgard fue una lucha constante entre la realidad y su mundo de sombras y olvidos. Creo recordar que se prestó a ceder su imagen para ciertos anuncios publicitarios. Imagino que tenía ahorros suficientes, con lo mucho ganado años atrás, para mantener a su familia. Su encantadora y paciente esposa estaba siempre pendiente de él, a su lado, sin dejarlo nunca solo. Los años fueron borrando la estela de popularidad que gozara y catorce años más tarde de su caída en Lima se fue de este mundo en Madrid a causa de una enfermedad cardiovascular el 23 de octubre de 1995, a los setenta y siete años. Sus restos mortales fueron incinerados en el cementerio de la Almudena.