De confirmarse las previsiones del Gobierno, avaladas por las cifras macroeconómicas más recientes, este mes de agosto que ahora termina será el último de la crisis. Hombre, aún pasarán años antes de que nuestra economía recupere la lozanía de tiempos pasados (si es que lo hace), pero los rigores de la depresión irán desapareciendo paulatinamente y el año próximo el futuro se encarará con mayor optimismo, para desgracia de los chicos de la triste coleta. De hecho, este verano han ocurrido cosas en muchas familias que no pasaban en años anteriores, para satisfacción de todos los implicados. Entre ellas, con seguridad lo más destacado por su carácter benéfico es que el cuñado progre ha vuelto a viajar. Bendito sea Dios.
El cuñado progre que tenemos todos los españoles de bien es anticapitalista, alternativo, gorrón y funcionario. Cuando empezó la crisis se alegraba porque sus familiares políticos, esos fachas, comenzaron a pasarlas canutas, en justa penitencia por sus muchos pecados ideológicos. Poco después, Montoro el Justiciero aplicó a los empleados públicos una ración de la injusta medicina que nos había recetado previamente a los demás congelándoles unas cuantas pagas extraordinarias. Ahí se acabó el cachondeo, cosa que estuvo muy bien, pero también se acabaron los viajes veraniegos del cuñado progresista, desgracia mayúscula que, gracias a Dios, este verano ha comenzado a paliarse. Pasado el susto de la crisis cuando uno mismo comienza a vivir sus efectos y recuperado cierto poder adquisitivo, la práctica totalidad de los cuñados progres ha hecho una escapadita este mes de agosto, para descanso de los que nos hemos quedado en el pueblo celebrando su ausencia.
Como el destino no ha sido nada exótico a causa de la estrechez financiera y la costumbre del cuñado progre es alojarse en albergues alternativos de lo más lamentable, nos hemos librado del coñazo de asistir al reportaje audiovisual comentado, porque los cuñados fachas tenemos una enorme facilidad para el descojone y hasta los progres avant la lettre conservan, en el fondo, cierto sentido del ridículo. Una semanita o diez días han estado aperreadas las criaturas por esos caminos de Dios, durante los cuales han tenido tiempo para asistir al concierto del penúltimo cantautor cebolleta que comenzó a maltratar el pentagrama allá por la Transición. Esto es un buen síntoma de la incipiente recuperación económica, todo un brote verde de cuya solvencia no cabe dudar. Ahora sólo hay que esperar a que el verano que viene se confirmen estos felices augurios y los otros cuñados también podamos viajar. Como además no estamos dispuestos a hacer colas mañaneras ante el retrete comunitario de la fonda alternativa y gastamos mucho más en alojamiento, si durante una semana de agosto de 2015 desaparecemos a espaldas del progre de la familia será la prueba definitiva de que el panorama económico ha cambiado. Entonces, y sólo entonces, Rajoy podrá salir en rueda de prensa y con toda solemnidad proclamar: "Españoles, la crisis ha terminado".