Cambiar de rey no es como cambiarle el agua a las aceitunas: es abrir un nuevo ciclo, una nueva época.
De la anterior han quedado intactas muchas cosas, además del peinado de Ana Blanco y la perenne sonrisa de Jordi Hurtado: a España le han quedado sus marrones, que son muchos y variados.
¿Qué podrá arreglar Felipe VI, con su ceñuda y numismática nobleza?
Sobre esto, como sobre cualquier otra cosa, si hay dos poetas, hay dos opiniones. Aquí se las traemos.
NO NOS SALVA NI EL REY
por Monsieur de Sans-Foy
Se irán amortiguando los flashes de la prensa.
Se hartarán hasta en Hola del real paripé.
La querencia cotilla, que en España es intensa,
pochará el entusiasmo, como al bollo el café.
Con el aire aburrido del que en ello ni piensa,
perderá el populacho la monárquica fe.
Cuanto más entusiasta la adhesión, más propensa
la afición a cansarse. No me digan por qué.
Quien aclama a Felipe, sin llegar Navidades,
tornará a desdecirse y exigir novedades,
disparates absurdos como sombras de Grey.
Escuchad al poeta que estos versos escribe:
del agónico ocaso de esta España en declive,
no nos salva ni el Papa... No nos salva ni el Rey.
LA ILUSIÓN
por Fray Josepho
Sé que España está chunga. Sé que España está agónica.
Sé que España está grave. Sé que está hecha puré.
Sé que está moribunda . Sé que está catatónica.
Sé que está muy jodida. No lo intuyo. Lo sé.
Sé que ya nuestros males, cual la peste bubónica,
nos infectan el tuétano, mi querido Mesié.
Sé también que es difícil que la sangre borbónica,
por sí sola, nos vuelva la salud y la fe.
Sé que nuestra dolencia no es de anginas ni gripe.
Pero tengo el buen pálpito de que el rey Don Felipe
va a operar el milagro. Tal vez sea candor.
Tal vez sea delirio. Pero sepa que auguro
que un en un día radiante del radiante futuro
va a reinar ese ángel que se llama Leonor.