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El dulce erotismo de Pilar Velázquez

Fue novia de Manolo Otero y luego se casó con Miguel Gallardo.

Pilar Velázquez

Resulta curiosa la historia de cómo Pilar Velázquez debutó como actriz. Nacida en Madrid en 1946, siendo adolescente se enamoró de un torerillo, al que una res hirió mortalmente. El trágico suceso saltó a los periódicos y el nombre de la joven apareció entremezclado. Al académico e ilustre comediógrafo José López Rubio le conmovió, al saber que esa muchacha, que trabajaba de telefonista, soñaba con el teatro. Concertó una cita con ella y, al poco tiempo, María del Pilar Velázquez Llorente entraba de meritoria en la compañía del Español. Más tarde trabajó junto a Vicente Parra. Y con José María Rodero.

Fue convirtiéndose en una de las mejores actrices de su generación, tras representar Los peces rojos, La pequeña cabaña, La muralla china… Con una treintena de filmes en su haber, el cine no añadió artísticamente nada a su carrera, cimentada como decíamos con notables resultados en el teatro. Cometió el error de aceptar un contrato en Italia donde, entre 1971 y 1974, rodó varias películas eróticas, creyendo encontrar así un trampolín para triunfar en el cine europeo. Fue el principio de unas películas de destape que siguió rodando aquí. Títulos como Doctora en sexo", Adulterio a la española, Los casados y la menor, Sensualidad, Strip tease… ya son suficientemente explícitos sobre su contenido.

En aquellos contratos en Italia tuvo que ver el productor venezolano radicado en España Espartaco Santoni, seductor las veinticuatro horas del día, que cómo no, enamoró a Pilar. Ella había vivido un tormentoso noviazgo con el galán Manolo Otero, y en un momento de indecisión sentimental, lo sustituyó por el incorregible conquistador. Vivieron un prolongado romance, en Madrid con escapadas frecuentes a Roma, hasta que Espartaco se enteró (según contaba en su desvergonzado libro "No niego nada") de que "… como era de esperar, siendo joven y bella tuvo oportunidad de coronarme como a un buey". Desengañada de su experiencia en los estudios cinematográficos italianos Pilar Velázquez regresó a Madrid, donde no le rodaron mejor las cosas en su filmografía. Tuvo que seguir aguantando guiones infumables con escenas más o menos libidinosas, en una época en la que la censura "había abierto la mano".

Aceptó otros trabajos televisivos, inferiores desde luego a sus condiciones artísticas. Una chica mona, que las revistas del corazón fotografiaban con frecuencia. Ninguno de sus posteriores romances tuvieron consistencia hasta que a, finales de los 70, conoció a un atractivo cantante, ídolo entonces de la juventud española, el granadino Miguel Gallardo. Conté en su momento los encuentros sentimentales de la pareja, con la que compartí una cena en Barcelona, inicio de su noviazgo, que culminó en boda. Una ceremonia íntima celebrada en 1979 en la ermita madrileña de San Antonio de la Florida, donde sabrán existen unos magníficos murales en las paredes de su cúpula, obra de Goya. Los novios se cuidaron de seleccionar a sus invitados, muy pocos, eludiendo a los periodistas, incluso a los amigos que, como decíamos, habíamos seguido informativamente sus avatares amorosos. Pero, como tantas veces ocurre, alguien "traicionó" al joven matrimonio y a las pocas horas de la boda ya circulaba un paquete de fotografías por la mesa del director de una revista del corazón, que compró "la mercancía" a un precio razonable.

Pilar Velázquez y Miguel Gallardo tuvieron un hijo, Alejandro. El cantante viajaba constantemente por obligaciones de su profesión, en alza durante la década de los 80. Sobre todo pasaba largas temporadas en Hispanoamérica, donde era considerado un ídolo de la música romántica. Muchos recordarán aún algunas de sus creaciones: "Hoy tengo ganas de ti", "Otro ocupa mi lugar", "Saldré a buscar al amor"… Probablemente aquellos viajes marcaron el fin de la separación de la pareja, ya en los años 90, junto a otros problemas. En cualquier caso, nunca quisieron hacer públicos los motivos de su ruptura. Entretanto, ella, ya definitivamente alejada del cine (su última película está fechada en 1996, Pon un hombre en tu vida), retornó al teatro. Representó con Manuel Tejada la comedia Una hora sin televisión. Posteriormente se integró en la compañía del teatro Español. Después, en otro escenario, representó Entre mujeres. Y Las mujeres de Jack, al lado de otro veterano "donjuán", Carlos Larrañaga, con quien vivió una fugaz relación sentimental, que acaso marcó definitivamente a Pilar, pues ya no le conocimos ninguna otra. La muerte de Miguel Gallardo, a causa de un cáncer, en noviembre de 2005, a la edad de cincuenta y seis años, le supuso un golpe terrible, aun estando ya definitivamente separados. No se olvide que habían tenido un hijo, veinteañero cuando ocurrió esa desgracia. De los últimos trabajos teatrales de Pilar recordamos La noche de la iguana, en 2009.

Hace un par de años coincidí con Pilar Velázquez en un mercado de la zona Norte de Madrid, cercano a su domicilio. Aplicada a la compra como cualquier ama de casa, disculpé que apenas me reconociera. Quizás lo prefirió así, respondiendo con monosílabos a mi intento de conversación, recordando tiempos pasados, cuando me veía con ella y con Miguel, creyéndolos siempre buenos amigos. Estaba claro que Pilar prefería pasar ya inadvertida, lejos de los estudios cinematográficos y los escenarios. Olvidando su etapa cuando era una de nuestras dulces musas del cine erótico. Y acaso también queriendo borrar de su memoria su triste pasado; con la imagen, ya desvaída por el tiempo transcurrido, de sus amores con Manolo Otero, muerto tempranamente, y desde luego con la pena, todavía latente, de la otra súbita desaparición de quien fue su marido, Miguel Gallardo. En el rostro de Pilar Velázquez, en otro tiempo resplandeciente, y sobre todo en sus ojos, adiviné en seguida que no le apetecía recordar nada con nadie del ayer. Alguna vez la he vuelto a columbrar, de lejos, percibiendo su aún esbelta silueta a sus sesenta y ocho años cumplidos. Y he mirado en seguida para otro lado.

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