Los abucheos a Rusia fueron audibles durante toda la retransmisión de la final de Eurovision. Ya durante la actuación de las hermanas Tomachelvy, representantes del país, los silbidos se impusieron en el auditorio. Pero también después, durante las votaciones. Al conectar con Moscú para obtener los votos, el público congregado en el antiguo astillero abucheó la intervención. Unos silbidos que se repitieron también en cada ocasión que un país otorgaba puntos a Rusia.
El motivo fue la ley anti-gay que se relaciona con el mencionado país así como el veto y censura con el que Rusia intentó boicotear a la participante austriaca Conchita Wurst, finalmente ganadora del evento. Precisamente, la mujer barbuda que desencadenó involuntariamente la polémica fue objeto de los mayores aplausos, ganándose la simpatía del público presente en Copenhague -parte del cual esgrimía banderas arcoiris a favor de la causa- y las redes sociales.
Rusia está inmersa en una tensa situación política. El conflicto con Ucrania y su oposición a las políticas de integración de los homosexuales estuvieron en todo momento en el centro de la polémica. La conexión con Moscú se llevó gran parte de los abucheos dedicados a las políticas de Putin.