Jordi Évole celebró ayer su Misa en sufragio por el alma periodística de Pedro J., recientemente defenestrado de su responsabilidad al frente del diario El Mundo sin recibir los laicos sacramentos ni las bendiciones políticas que sí han alcanzado a otros grupos mediáticos. Como ocurre con las Misas del clero católico más progresista, la celebración de Jordi Évole fue ayer más heterodoxa de lo que venía siendo habitual: en esta ocasión el famoso presentador estuvo bien.
Salvados dedicó íntegramente su programa a Pedro J. Ramírez, con todo lo que eso lleva consigo. Jordi Évole se caracteriza por intentar poner en aprietos a sus entrevistados y ayer intentó hacerlo también con el exdirector de El Mundo. Veinticinco años de un periódico que ha marcado la actualidad informativa como ningún otro dan para mucho, sobre todo si su director no ha eludido nunca estar en el centro del huracán con el coste profesional y personal que en ocasiones se ha visto obligado a asumir.
Évole le hizo la autocrítica a Pedro J. en su anterior despacho de la antigua sede del periódico, sacando a colación algunas de las informaciones publicadas por El Mundo que más han molestado a los progresistas y fastidiado a los nacionalistas, los dos principales sectores de la política española a cuya defensa se han consagrado las cadenas de progreso. Un editorial de Diario 16 exigiendo mano dura contra la ETA y una foto de portada con Montilla y Carod Rovira bajo un titular provocador fueron las dos principales acusaciones de Évole contra Pedro J. Si en un cuarto de siglo de vida de un periódico las denuncias de arbitrariedad contra su director son un párrafo excesivo en un editorial y una portada cachonda, probablemente los espectadores de La Sexta habrán llegado a plantearse si acaso Pedro J. no es tan canalla como los políticos y los formadores de la opinión progresista llevan tres décadas tratando de hacerles creer.
La mayor genialidad de Pedro J. tuvo lugar cuando Évole le mostró unas declaraciones desdeñosas del magistrado Gómez Bermúdez, responsable de la sentencia del 11-M, en las que le aseguraba al presentador que jamás había dado la mano al exdirector de El Mundo. "Es cierto", respondió Pedro J., "pero porque yo no quise que me la diera". Resulta que Gómez Bermúdez intentó, en vano, mantener una reunión con el entonces director del periódico de Unidad Editorial. Lo que sí consiguió fue encontrarse en repetidas ocasiones con dos de los colaboradores más cercanos de Pedro J., dato que Gómez Bermúdez olvidó en su conversación con Jordi Évole y la esposa del magistrado tampoco incluyó en su polémico best seller sobre el juicio del 11-M.
El programa sirvió además para que supiéramos el porqué de la afición de Pedro J. por el padel. El director de El Mundo sólo tenía que atravesar una puerta secreta, bajar unas escaleras y entraba directamente a una pista de juego donde ya le esperaba Aznar haciendo ochocientos abdominales para ir entrando en calor antes del partido. Pedro J. no aclaró si corregía los titulares de la edición del periódico a voces desde la pista de juego mientras devolvía las voleas centro reformistas del entonces líder de la oposición, pero la escena es lo bastante sugerente como para dar por bueno que ocurriera alguna vez. El mayor reproche que se puede hacer a la Misa progre de ayer es que Évole no retara allí mismo a Pedro J. a un partido de pádel contra la pareja Felipe González- Artur Mas. De haberlo propuesto lo único seguro es que Pedro J. habría aceptado, incluso sin cámaras de televisión.