El progresismo es una religión como otra cualquiera, con sus textos sagrados, sus dogmas, su martirologio y su liturgia dominical. En este último caso los progres no van a su misa, sino que asisten a la ceremonia cómodamente sentados frente al televisor los domingos por la noche sintonizando La Sexta, que además de alimentarlos espiritualmente les sirve para saber lo que tienen que pensar a lo largo de la semana sobre el gobierno fascista que nos ha tocado padecer.
A la espera de la vuelta de Salvados anoche le tocó a Ana Pastor oficiar en solitario, porque la Iglesia progresista, al contrario que "la otra", otorga a la mujer un papel relevante en la dispensa sacramental con los hombres como Jordi Évole convertidos en meros monaguillos.
La vuelta de Ana Pastor con su programa El Objetivo (de Ana Pastor) ofreció como plato fuerte la presencia del ministro de Educación, el denostado José Ignacio Wert. Pastor lo llamó a declarar y el acusado compareció en el plató del programa sin la compañía de sus abogados porque, como es bien sabido, Wert es un tío "echao palante" y muy ducho en las artes dialécticas.
Como siempre hace con sus invitados, Ana Pastor comenzó haciéndole una "autocrítica" y poniéndolo frente a sus contradicciones, entresacando algunas frases más o menos afortunadas del ministro para que Wert entrara en materia de sopetón. La reforma educativa del Gobierno fue, obviamente, el tema central de la entrevista, porque como es bien sabido, la izquierda es la única con derecho a legislar sobre educación, sanidad y derechos sociales en "estepaís".
Esta intromisión ilegítima de la derechona en asuntos que competen en exclusiva a las fuerzas progresistas es el frontispicio desde el cual se organizó el interrogatorio, en el transcurso del cual la oficiante llegó a decirle al bueno de Ignacio Wert que el examen de reválida es franquista "como usted". En ese momento los fieles que asistían a la celebración debieron experimentar su particular epifanía, pero inmediatamente la periodista aclaró: "Como usted dijo en una ocasión". El problema para Ana Pastor es que el examen de reválida, como el seudofranquista del entrevistado explicó, no es un invento del Caudillo sino de Fernando de los Ríos, ministro socialista de educación en la II República, empeñado como su homólogo actual en desasnar a las criaturas, haciéndoles exámenes periódicos para promover el talento, estimular el esfuerzo y engrandecer el horizonte académico nacional.
Tras fracasar en ese primer intento, Ana Pastor sacó a relucir la artillería sentimental del progresismo para ponerse, no sin esfuerzo, en el papel de una familia sin recursos cuyo hijo, ay, suspende esa reválida (que por cierto ni siquiera se llama así). Los argumentos que utilizó para adornarse fueron la demostración palpable de que el sistema educativo implantado por los socialistas es precisamente el mayor obstáculo para la promoción social de los hijos de las familias desfavorecidas, algo en lo que, con seguridad, no repararon ni ella ni los cientos de miles de fieles que seguían esta homilía dialogada. Porque si es cierto, como sugirió Pastor, que sólo las familias ricas pueden educar a sus hijos decentemente ¿qué mayor fracaso cabe aducir después de tres décadas de experimentos educativos logsianos perpetrados por los progresistas?
Ignacio Wert, hombre educado y también de cierto progreso, por qué no, evitó poner de relieve esa evidencia palmaria para desmontar los argumentos con que la periodista intentaba acosarlo, para desesperación de los dos o tres espectadores de poco progreso que también siguen ese programa, por obligación profesional o curiosidad antropológica.
Al acabar el programa, no sin antes emitir una pieza llena de falsedades sobre la asignatura OPTATIVA de Religión, Wert quedó como el ministro de los recortes que busca la comprensión del progresismo y Ana Pastor como la defensora de los humildes frente al acoso de la derechona, que es de lo que desde el principio se trataba.
La misa progre llegó así a su fin y los fieles quedaron todos fortalecidos espiritualmente sin más obligaciones piadosas de precepto hasta el próximo domingo. Salvo que a lo largo de la semana haya convocada en su ciudad una manifa de cualquiera de las mil setecientas "mareas" organizadas por la izquierda y haya que acudir con los niños a que reciban una clase práctica de educación para la ciudadanía.
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